Ensalada de capitalismo, derecha y feminismo
El último fin de semana un nuevo
exabrupto de la humorista (¿?) Male Pichot volvió a poner en cuestión un tema
que este país parece que no queremos aprender y preferimos repetir cual loros
sin entender el real porqué de lo que se dice. Dijo en una story que subió a
Instagram "Solo quería decir que no se puede ser de derecha y feminista.
Así que todas las chicas de Cambiemos y del PRO que están ahí como
'pelotudeando' con este tema..." y culminó con un gesto burlón
insinuando a que la corten con el tema. Más allá de que como buena standupera
hizo lo que mejor sabe hacer, un buen golpe de efecto tribunero y panfletero
para sus fieles seguidores y dejando de lado las descalificaciones y las precisiones
tales como incluir a los radicales (integrantes de la coalición Cambiemos)
dentro de la derecha o todas las contradicciones político/partidarias y de
conceptos en las que navegó cuando quiso explicar sus dichos o peor aún de
reconocerse como feminista y esquivar esa famosa empatía o sororidad tan buscada por
y para quienes luchan por la misma causa, lo que más caló hondo en mí fue la
afirmación que no se puede ser de derecha y feminista a la vez.
Por supuesto que antes de este
episodio conocía aquella historia por la cual se comenzó a llamar a alguien o a
alguna agrupación de izquierda o de derecha. Durante mucho tiempo me desveló
entender estos conceptos porque por momentos veía sus límites difusos y llegué
a considerar que eran términos anticuados. Pero cuando las distancias
geográficas dejaron de existir y de repente podía leer, por ejemplo, un diario
de Alemania me di cuenta no era así, que en países con largas historias
democráticas están bien presentes estos dos bandos.
Hasta que un día llegué a esa pequeña historia y aunque pueda parecer aburrida,
simple o de pura casualidad, a mí me clarificó bastante de qué iba la cosa.
Cuenta que luego de la Revolución Francesa se realizó una gran asamblea para
determinar los destinos de Francia y los diputados participantes se agruparon
acorde a su afinidad ideológica: a la derecha se juntaron aquellos que
pretendían conservar una monarquía y restaurar todo a como ya lo venían
haciendo, a la izquierda los que querían cambiar el sistema por completo
arriesgar a algo más disruptivo pero moderno y al centro aquellos indecisos.
Por esta razón es que la derecha se caracteriza por conservar aquellas ideas
adquiridas y la izquierda a cambiarlas constantemente en pos de la época en la
que se transita, lo que hoy se llama (cuando se usa bien la palabra)
progresismo.
En efecto, el feminismo siendo un
movimiento que pretende romper con el status quo del patriarcado exigiendo una
libertad y una igualdad que hasta el momento no se le dio, no es un movimiento
de derecha, un movimiento que pretenda conservar la formula actual tal como
está sino romperla y transfórmala en una nueva. Ahora bien, ¿cómo un gobierno
que hace segundos habilitó un debate que desde la vuelta de la democracia
ningún presidente lo tocó ni de cerca o más bien lo aplacó como el debate sobre
el aborto legal y gratuito puede ser un gobierno conservador? Más aún si le
sumamos los proyectos sobre embarazo adolescente, licencias por violencia de
género, licencias por paternidad, o salario igualitario. La participación de
los radicales en la coalición también hace ruido ¿Alguno se animaría a afirmar
que los gobiernos de Yrigoyen o Alfonsín fueron gobiernos de derecha?
Todo esto me obligó a volver a
aquella pequeña historia sobre la Revolución Francesa y el origen de la
izquierda y la derecha, y ahí descubrí que esa división se realizó por ideales
y no por políticas económicas, eso llegó 100 años después cuando Marx sopapeó
al mundo con un libro tan brillante y tan difícil (que aún me cuesta entender
por completo el tomo 1 del volumen 1) como “El capital”. Allí propone un
sistema distinto y disruptivo al capitalismo que recomiendo fervientemente leer
a pesar de su complejidad porque muchas veces me encuentro discutiendo con
gente que ha leído fragmentos que por supuesto son sesgados y veo que no se
llega a comprender la magnitud de lo que realmente es. Lo que sí es cierto es
que su aparición pretendía romper el status quo y es por eso que desde allí es
que se lo asocia con la izquierda, por lo tanto y por contraste, se asocia a la
derecha con el capitalismo. Y ahí es donde creo surge el problema: se asocia a
un gobierno con políticas económicas claramente neoliberales (capitalismo puro)
con ideas de derecha. Nos olvidamos que los sistemas capitalistas y comunistas
como sistemas económicos son centenarios y ya están comprobadas sus fallas. Una
izquierda bien entendida debería proponernos un nuevo sistema que rompa con los
anteriores, un sistema más progresista.
La pregunta que me hago es ¿es
una contradicción ser de izquierda y tener políticas capitalistas? Y pienso en
Noruega. Creo que nadie que conozca apenas un poco de los casos escandinavos
como Noruega diría que estamos hablando de la derecha. Países con igualdad
social, económica, de género, de culto, de sexualidad, y sobre todo de igualdad
de oportunidades tanto en salud como en educación como de utilizar los bienes
que el Estado posee. Para poner un ejemplo muy banal, la cuenta de Twitter
oficial de Suecia (@Sweden) le toca manejarla una semana a cada uno de los
twitteros suecos. Ahora si hablamos de las políticas económicas que rigen a
Escandinavia, a pesar de la fuerte intervención del Estado, debemos hablar de
políticas de libre mercado, capitalismo puro. Sin contar que todos conservan
intactas sus Coronas.
Si pensamos ahora en un país al
que comúnmente se lo asocia a la derecha podríamos hablar del Reino Unido, por
su historia, por el imperio, por su reina. Pero poco se dice que allí la salud
y la educación son gratuitas y estatales, que las mujeres inglesas empezaron a
votar 50 años antes que las argentinas, que los homosexuales ingleses se vieron
reconocidos 6 años antes que los argentinos y que las mujeres pueden abortar
segura y gratuitamente con sólo su decisión hace casi 50 años. Eso sí, sus
políticas económicas son neoliberales.
Ni hablar que la persona más
importante de la Unión Europea es una mujer, es Angela Merkel, dirigente de un
partido de derecha y premier de un país ultra capitalista y ultra liberal que,
por ejemplo, obliga a sus pares a recibir refugiados y ha roto con un sistema
patriarcal cuando propone como su sucesora a otra mujer y cuando en su
oposición tiene a otra mujer sin que esto genere descalificaciones de su parte.
Angela no quiere ser la única mujer en el poder, quiere ser una de las tantas.
Es que en otros países las
ampliaciones de derechos de la sociedad le caben mejor a un partido liberal, un
partido que no sólo busca la libertad económica sino también la libertad para
pensar, elegir, decidir, o a quien rezarle, o con quien acostarse. Y la falacia
de la asociación estrictamente directa del capitalismo con la derecha también
se da al revés cuando vemos que en Cuba o Norcorea los derechos sociales (el
progresismo) no es algo que suceda ni que esté en los horizontes cercanos o
lejanos.
Ojo, con esto no suscribo que este gobierno se parezca en
algún aspecto a los gobiernos escandinavos, simplemente intento poner ejemplos
para marcar la separación entre capitalismo y derecha, para afirmar que también
creo que el feminismo no es un movimiento de derecha pero no así un movimiento
anticapitalista, ¿sino como explicamos Noruega? ¿O a Victoria Ocampo? ¿O a
María Rosa Lida? ¿O a Emmeline Pankhurst, la sufragista emblema de la lucha por
el voto femenino en Inglaterra que militó en el partido conservador? Y vuelvo a
mirar a Escandinavia, Alemania y Reino Unido cuando me dicen que el capitalismo
sólo trae desempleo y en especial a las mujeres. Y me pregunto qué sucede con
el comunismo chino y la mujer. Y es allí cuando entiendo que la segregación de
género es más bien un tema cultural que un tema económico.
Creo en los movimientos de corte progresista, como lo es el feminismo,
pero creo también en la libertad plena de pensamiento y de ideas dentro de los
movimientos, tanto de varones como de mujeres, porque eso nos hace aún más
igualitarios como sociedad. Porque creo que tenemos que erradicar de una vez a
la policía de pensamiento y a esos rasgos fascistas que nos dicen cómo debemos
ser para pertenecer a tal o cual espacio.
El jueves estuve en la plaza del Congreso en la llamada
marcha del #8M donde las mujeres de acá (y del mundo también) se movilizaron
para exigir igualdad de derechos. Me encontré con mujeres jóvenes, viejas, de
todos los cuerpos, todos los colores, todas las razas, todas las religiones,
las que fueron con bastón, las que fueron con silla de ruedas, las que fueron
con su velo musulmán, las que fueron desnudas, las que comían hamburguesas de
quínoa, las que comían Paty con huevo, las que comían empanadas veganas, las
que comían choripán, las que fueron espontáneamente, las que fueron porque
alguien las agrupó les puso una remera distintiva y las llevó, las científicas,
las obreras, las maestras jardineras, las chicas trans, las madres, las que
identificaban con la juventud radical, las que fueron con el cartel de Partido
Obrero, las que fueron con el de la agrupación de Luis D´Elía, las que pedían
que Macri que se vaya, las que llevaban otras consignas, las que fueron con la
única consigna feminista, las enojadas gritando al patriarcado, las que estaban
allí sólo para dar abrazo y ceder el paso gentilmente, las que se rapan una
parte de la cabeza, las que tienen mucho pelo, las que les queda sólo algunos
pelos, las que peinan canas, las que se tiñen para ser blondas, las que se
sacaban selfies con el Congreso de fondo tirando besito, las que hacían cola
para entrar al Gaumount, las que pensaban que algunas cosas eran un exceso, las
que creían que faltaba más contundencia, las que llevaban carteles y séquito
detrás para reclamar por algún femicidio resonante, las que solitas levantaban
una foto de un desconocida que murió por la violencia machista, las que estaban
perdidas, las que estaban empoderadas en la lucha, las que estaban emocionadas
porque iban allí a exponer su pequeña problemática ante una masa que las
escuchaba, las que fueron con sus hijos, las que llevaban su embarazo con
orgullo y pedían tener la posibilidad de elegir abortar, las que fueron con sus
amigas, las que fueron con su mamá, las que fueron con su papá, las que fueron
con su amigo, las que fueron con su novio, las que tenían megáfonos, las que
repartían panfletos en silencio, las que sólo observaban.
Foto sacada por quien firma el #8M |
Frente a esta masa heterogénea y multitudinaria sentí que
algo las aunaba y era la necesidad de verse reconocidas por una sociedad que
las trunca, así como son, así de distintas, así con sus distintas historias,
con sus distintas ideologías, incluso sus ideas capitalistas o de derecha, así,
libres, sin que nadie más les tenga que decir que tienen que hacer con su
cuerpo, con su intelecto o con sus vidas.
Publicado por Juani Martignone
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