El eterno drama latinoamericano


Hace unos cuantos días me encontraba entre aviones de regreso a mi país y por esas cosas de los vuelos largos tuve que hacer una escala en São Paulo para la cual elegí quedarme todo el día y meter un poco mis narices en una de las más grandes ciudades latinoamericanas. El avión venía repleto de brasilero, como era de esperar, y apenas puso sus ruedas en tierra paulista percibí que casi todos encendieron sus teléfonos celulares y de repente quien venía detrás de mí gritó en tono de festejo “prendieron a Lula”. En ese momento comprendí que iba a estar todo un día en Brasil el mismísimo día que Lula fue preso.
La ciudad estaba casi desolada a las 8 de la mañana, sólo algunos pocos en los bares tomando su café da manhã y decenas de homeless aun durmiendo en las calles, lo único que tenía vida en ese momento era el más grande barrio chino que vi en ciudades de esta envergadura y allí estuve unas horas hasta que la fisonomía citadina comenzó a cambiar, el calor se empezó a sentir, los negocios comenzaban a abrir y los puestos de diarios y revistas se empapelaban con grandes afiches de una edición especial de la revista especializada en política Veja. La imagen de su tapa era impactante: una ilustración con apenas tres colores mostraba al ex presidente Lula tras las rejas.

Portada de la edición especial de Abril de 2018 de la revista Veja


Una de las cosas que me gusta coleccionar son diarios y/o revistas del lugar y el momento en el que me encuentro de vacaciones, y es así que tengo algunos interesantes como el Financial Times de Londres con Cristina Fernández en la tapa el día que se expropió YPF, o el New York Times del día que se publicó en primera plana el fallido Oscar para La La Land. Por eso, como no podía ser de otra forma tenía que tener mi ejemplar de la revista Veja.
Elegí comprar en un kiosco en el que atendía una chica quizás menor que yo, entre 25 y 30 años. Fui directo a la revista, la tomé, me acerqué a la caja y antes de pagar tuvimos una pequeña conversación:
-     -           ¿Es buena esta revista? – pregunté.
-          Es de política – contestó con cierto desagrado – si te interesa la política te va a interesar.
-          En mi país, Argentina, el tema Lula es un tema que interesa mucho.
-          ¿Sí? – dijo con mucho asombro.
-          Al menos la gente dice estar interesada y aluden saber bien qué sucede. Yo como es un tema del que no entiendo mucho quiero comprar esta revista, así me interiorizo un poco desde la mirada local ¿Vos qué pensas de Lula? ¿está bien que esté preso? ¿la gente cree que está bien?
-          Acá en São Paulo lo odian porque es una ciudad que le va muy bien, pero Lula hizo cosas por la gente pobre, la realmente pobre y es por eso que lo odian y por eso estas revistas.
Me hubiese gustado preguntarle qué había hecho, o a qué consideraba “irle bien” cuando hasta ahora es la ciudad con más homeless que vi en mi vida. Pero decidí no avanzar, a la chica parecía no interesarle mucho la política, ella era de las que querían a Lula sin cuestiones y quizás sin entender demasiado.
Ya en el aeropuerto esperando por el avión que me traería de regreso a casa me puse a ojear la revista y no pude contener la tentación de leer algunos artículos completos, sobre todo porque quedé azorado con lo siguiente: los cuestiones que debaten los brasileros son las mismas que debatimos los argentinos, con el mismo grado de profundidad, con las mismas herramientas, como si estuviéramos estancados en un loop eterno.
En el primer artículo que escribía un teórico marxista muy prestigioso de Brasil se titulaba “La izquierda no es Lula”. El segundo que leí por completo fue uno que su título es una frase clásica en nuestro país “Roba, pero hizo” con frases resaltadas de ciudadanos de a pie que tranquilamente podrían haber sido sacadas de cualquier habitante del conurbano bonaerense, por ejemplo “Son muchos los políticos que roban, ¿por qué están justo queriendo meter preso a quien más defendió a los pobres?” o “Todo lo que tengo aquí mi casa –armario, cocina, azulejos en las paredes – fue comprado en la época en la que Lula estaba en el poder”. Y así más títulos bien elocuentes completaban la revista “Los huérfanos de mito”, “Él no es el primero” o un extenso texto “Parcialidad autoritaria” dónde se contaba que la libertad de prensa nunca fue muy bien vista por Lula, o una imagen muy fuerte de varios presos hacinados en una cárcel con un pie de página que dice “La presunción de inocencia es cosa de millonarios” explicando así el drama que vive casi la mitad de la población carcelaria que aún está sin condena firme.



De todos estos artículos, cualquier parecido con la realidad argentina es “mera coincidencia”.
Fue impactante para mí, ver mi sociedad entera reflejada en una sociedad tan distinta que ni tiene nuestra historia y ni siquiera habla nuestro mismo idioma. Quizás sea la cercanía o quizás sea la vecindad, o quizás sea cierto aquello del eterno drama latinoamericano que nos hace caer una y otra vez en líderes autoritarios a los que nada debemos cuestionarle para no pasar como desagradecidos, a conformarnos con que haga a pesar de robar, o a aprender a mirar para otro lado porque cuando ese líder lideraba yo pude pegarle los azulejos a mi cocina.
Nos acostumbramos a ser benévolos con los delitos porque “¿Quién no roba?”. Nos acostumbramos a agarrar lo que nos dan y creernos ricos con eso cuando todavía dormimos en la calle o seguimos juntando tapitas de plástico para que un hospital de niños compre insumos. Nos acostumbramos a callar y a no cuestionar a quien nos da algo y sólo quejarnos cuando ya no nos dan ese “algo”. Nos acostumbramos al “sálvense quien pueda”, si a mí me fue bien, al país le fue bien, no importa el provinciano que se muere porque no tiene acceso al agua potable. Nos acostumbramos a callar cuando el líder lo pide y a salir a apoyar cuando al líder se lo ataca, aunque pueda pagar mejores defensores que nosotros.
Quizás el eterno drama latinoamericano es que nunca tuvimos nada y cuando alguien aparece a tendernos una mano creemos que es el mismísimo Dios, lo que nunca percibimos es que siempre nos tendrá así, necesitando de algo, para poder seguir siendo ese Dios proveedor, y a cambio miraremos para otro lado cuando haga cosas turbias o saldremos a defenderlo con nuestra vida el día que caiga en desgracia.

Publicado por Juani Martignone
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Comentarios

  1. los brasileros son "tan distintos" a los argentinos "en cultura, idioma, historia , etc"

    habló un sueco.... de Estocolmo

    jajjajaja
    las pavadas que hay que leer

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