¿Asunto separado?


Abrir el debate por la legalización del aborto sin dudas trajo con él una serie de discusiones que al pasar el tiempo, los oradores y los argumentos todo se volvió cada vez más interesante. Y entre todas las nuevas discusiones desprendidas, la que me resulta más interesante e impactante es la discusión de la separación por completo de la Iglesia del Estado bajo el slogan “Iglesia y Estado, asunto separado”. Una delicia. Durante el gobierno menos pensado en dos o tres años se pusieron en la agenda varios temas clave para seguir avanzando hacia una sociedad más progresista.

Pañuelo de la campaña "Iglesia y Estado asunto separado"

¿Y por qué digo una delicia? Porque efectivamente considero que el Estado debe ser laico y estar completamente separado de la Iglesia. Considero que la Iglesia católica, en el caso de nuestro país, es una creencia personal que debe ser financiada por sus fieles como todas las demás religiones que se profesan en la Argentina, que debe estar para ayudar mediante sus predicas a quienes deseen acercarse a ella sin cometer ningún tipo de abuso ni imposición. En cambio el Estado no puede estar sólo para quienes crean en este mecanismo, tiene que estar para todos, para las mayorías y para incluir cada vez más a más minorías, para proveer políticas públicas como salud, educación, seguridad y asistencia social sin excepciones, mientras que a la vez debe educarnos en la vida civil y ciudadana. Aunque tampoco debe cometer ningún abuso, sí es necesario que se imponga, desde meter preso a quien comete un delito hasta obligar a seguir un calendario de vacunación para evitar el esparcimiento de epidemias.
Si lo pensamos bien, son dos elementos con funciones bien marcadas y delimitadas pero en este país esos límites son difusos. Para empezar, crecí con la idea que el proveedor casi exclusivo de la asistencia era la Iglesia, y que esa era su función primordial. Luego, con el tiempo, me di cuenta que vivimos en un Estado mucho más asistencialista que cualquier Iglesia y fue entonces que comprendí que la función más importante y en la que aún la Iglesia no ha perdido ni un poco de poder, incluso ha ganado cada vez más, es la educación. Como si fuera parte de la idiosincrasia argentina como el fútbol y el mate, la educación católica es un must bien argentino. Y lo tenemos de todo tipo: el que mandan a sus hijos porque creen, el que se considera de elite por mandarlos ahí, el que no llega a fin de mes pero gasta hasta lo que no tiene para sus hijos tengan “educación de calidad”, o el cree que está haciendo filantropía dejándole su lugar en la escuela pública alguien que no puede pagar una privada cuando en realidad está depositando su confianza en la Iglesia y no en el Estado. La mayoría de los que no van a una privada, irían si tuvieran la posibilidad, porque otra creencia popular más argentina que el choripán es que las decisiones que toman los ricos siempre son las mejores. La tilingería argentina cree que uno “cae en la escuela pública” por eso hace todo lo posible por ir a una privada, y las más baratas no son las Waldorf sino las católicas.
Y aunque quienes envían a sus hijos a escuelas católicas no crean siempre que es la mejor opción sino que es mejor opción que una pública, la gran mayoría cree que una opción inocua: “no me van a salir monjas por ir al colegio católico” dicen. Y ahí es donde erran en conceptos, si realmente fueran escuelas inocuas no habría diez veces más curas acusados de pedofilia en establecimientos educativos que profesores de música.
Y sin llegar a extremos, uno puede creer que su hijo no le saldrá diácono o carmelita descalza por ir a una escuela católica pero lo que no ve es que es un establecimiento hecho para adoctrinar a la población. Parece exagerado y solemos no verlo con claridad, pero cuando se presentan casos como el debate del aborto es que todo queda más explicitado, incluso muchísimo más que cuando se discutió el matrimonio homosexual. Las técnicas que utiliza la Iglesia católica para adoctrinar a los niños que concurren a sus instituciones educativas son burdas, groseras, mentirosas y dignas de una institución del medioevo.
En Santiago del Estero han obligado a todo el alumnado a que participe de una marcha con pañuelos celestes a favor de “las dos vidas” y por más que el párroco aluda que absolutamente todos los chicos de 6 a 18 años que asistían a su colegio habían tomado una postura sobre el aborto y habían decidido marchar, es inverosímil creer que en toda la institución no existe al menos un solo pensamiento disidente. Cuesta creer que un chico de 6 años que está todo el día en YouTube viendo cómo se arman los juguetes de huevos “decida” militar por el derecho de un embrión a nacer.


En colegios católicos de San Isidro reparten folletería y fetos plásticos a sus alumnos con cifras que no se sabe de dónde las sacan, fetos de 8 meses mutilados, frases catastróficas y comparaciones tales como “genocidio” o “nazismo” con una liviandad que no merecen tales palabras. Tanto en un caso como en el otro justificaron sus argumentos con un “no es tan así” nunca lo hacen con una cita, pues así les enseñaran a sus hijos a justificar sus argumentos, esa será la “educación de calidad” que le brindarán. Pero aun así agradezcan que no los obligaron a felarlos, simplemente les unificaron el pensamiento y los obligaron a participar de un movimiento para demostrar su poderío en cuestiones que la Iglesia no se debe meter desde el siglo XIX. No será la mejor educación del mundo pero seguramente es mejor cualquier escuela pública en donde los docentes hacen paros y los alumnos toman el edificio.


Podríamos decir que sólo sucede en las escuelas pero debemos acordarnos que en los 80 excomulgaron a todos los divorciados, porque pretenden salvar vidas para luego condenarlas a llevar un embarazo no deseado o a seguir casado con alguien a quien con suerte ya no amas. También podemos recordar cuando en pleno brote de la epidemia del SIDA la Iglesia se opuso a que se repartan preservativos gratuitamente, quizás querrían salvar vidas pero cuando se hablaba de homosexuales y promiscuos Dios quería que caigan muertos como moscas. Dijeron que si “amor es amor” y si una persona podía casarse con alguien del mismo sexo entonces íbamos directo a casarnos con los perros si es que los amábamos.
Me encantaría creer que estamos frente a una institución inofensiva o inocua pero más me gustaría creer que cuando decimos que queremos que la Iglesia y el Estado sean un asunto separado, sepamos que tendríamos que dejar de avalarla festejando los días patrios con misas, dejando de considerar al bautismo como una obligación, dejando de llevar a nuestros hijos a escuelas y universidades católicas, dejando de ir al Mater Dei o al Austral porque en el Fernández supuestamente no hay gasas, o bien, pidiendo enérgicamente justicia por todos esos niños abusados, preguntando por qué encubren, por qué callan o por qué un divorciado merece la excomulgación y un pedófilo y estafador como Grassi no e incluso sigue dando misa en la cárcel.
Si realmente creen que como sociedad estamos en condiciones de asumir todos esos “riesgos” entonces vamos camino a que la Iglesia y el Estado sean, en efecto, un asunto separado. Yo conservo mis dudas.

Publicado por Juani Martignone
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