El combo completo


En muchos de los debates que mantengo con mi hermano más chico siempre sale un concepto al que ambos bautizamos “El combo completo”. Cuando debatimos ideologías, movimientos, leyes, mecanismos, etc, siempre aludimos a esta idea, que no es más que hacer el uso de la libertad de pensamiento que tenemos para discutir puntos específicos de un concepto con el cual adherimos. Sería más o menos como aceptar el contrato en general pero estar dispuesto a discutir algún ítem de la letra chica, o bien como cuando pedimos un Big Mac pero lo pedimos sin pepino “Me gusta, pero ¿por qué tengo que comprar el combo completo?”. De esta forma nos sacamos la presión que nos ponen ciertos movimientos de aceptar todo tal cual nos lo proponen sin cuestiones ni objeciones aunque comulguemos con el mismo.
Esto es algo que me pasa a menudo y valoro mucho cuando alguien (como mi hermano en este caso) lo hace, porque entiendo que no tomó la ideología tal cual se la dieron, sino que la agarró, la analizó, la miró de todos los lados y dijo “Me gusta pero le haría pequeñas correcciones”, aunque no siempre sean las mismas correcciones que yo le haría entiendo que detrás hay un proceso intelectual que lleva a la persona a dar esa devolución, y la prefiero a aquellos que no tiene cuestiones para realizarle a los movimientos a los que pertenecen. Yo fui de los más me enojé con aquellos kirchneristas que no fueron capaces de hacer una crítica interesante al movimiento al que pertenecían, aceptaban sin más, callaban sin más. Y hoy soy de los que más se indigna al ver que los macristas son lo mismo: gente que cada vez se hunde más en el fango pero aun así no tiene nada por criticar. Quizás sea porque en este país estamos acostumbrados a comprar el combo completo y comerlo hasta el final aunque el pepino no nos guste tanto.
He contado varias veces que ya hace unos cuantos años me acerqué en efecto al movimiento feminista a pesar haber tenido mis primeras aproximaciones con los textos de Beatriz Sarlo en Viva en 2002 o con las letras de las canciones de Lily Allen en 2007. Aún en estos tiempos que corren en los que la palabra “feminismo” por suerte se volvió mainstream he sido de uno de los que se ha pronunciado en contra de los elementos que el movimiento nos quiere insertar en el combo, como los discursos violentos de algunas mujeres o el ya famoso lenguaje inclusivo. Y lo último con lo que me topé (que también tiene una mezcla de ambas cosas) es el texto del suplemento feminista, Las 12, del diario Página 12 escrito por la formidable Luciana Peker y titulado “La gauchita”


Todo el texto se centra en la figura de Amalia Granata, arranca desde su pasado contando una nota televisiva soft porn que le hicieron hace casi una década, recuerda cómo llegó a ser conocida, la carrera que construyó en base a sus escándalos sexuales y el fomento de su imagen de sex bomb. Señala todos aquellos condimentos de una figura típicamente mediática que podrían interesarle a Jorge Rial y a su programa (programa del que Luciana participó en ese rapto de feminismo que tuvo) ¿Y todo esto para qué? Para criticar su posición ideológica en contra del aborto legal. Como si el programa 678 que ya no está al aire nos haya dejado una metodología: pongamos en la palestra a una persona y ataquémosla por cómo piensa, y si fuera necesario, saquemos del archivo todo aquel material que desprestigie a la persona como persona y asociémoslo a su ideología.

Luciana Peker - Amalia Granata


“Ataquémosla por cómo piensa” creo con sólo esto Voltaire se podría hacer un festín. Y emulándolo diré que yo tampoco pienso ni un poco como Amalia, pero celebro que se exprese porque eso es lo que nos hace una sociedad plural, una sociedad en la que cada uno puede decir lo que siente equivocado o no, para celebrarlo o perdonarlo pero lo que siente al fin y al cabo. Atacar a una persona porque no piensa como uno, tiende al discurso único unificado y roza con el fascismo. Por supuesto que también uno tiene todo el derecho del mundo criticar una criticar una ideología y hasta enérgicamente, pero si queremos tener un debate rico y a la vez con pluralidad de voces debemos criticar los argumentos y no personas. Primero porque en este caso lo que queda es que Amalia se equivoca al decir que alguien que aborta es una asesina porque ella se hizo conocida por acostarse con Robbie Williams. No existe relación entre estos conceptos, y si existiera ¿Cómo refutamos a Mariano Obarrio o a Viviana Canosa que creen lo mismo pero no tienen este pasado? Segundo porque hacer este tipo de argumento ad hominem en el que alguien no puede decir tal o cual porque es tal o cual cosa, lo único que hace es amedrentar a que las personas se expresen. Todos tenemos un pasado del que a veces no nos orgullecemos tanto pero ese pasado no anula todos los argumentos que podamos esgrimir sobre un tema en particular. Esa era la técnica usada por 678 para amedrentar a la gente, sacarle a relucir su archivo personal para invalidar su pensamiento, una especie de caza de brujas. Tercero es innecesario, yo no me voy a convencer de que los argumentos de los llamados provida son nulos por saber cuántas pijas se comió a lo largo de su vida Amalia Granta y con cuánto ímpetu lo hizo.
Por otro lado hace un decálogo extenso con citas textuales de sus escándalos sexuales mediáticos y en ningún momento le recuerda al lector que por más que nos pese Amalia se recibió de periodista. Quizás porque no le sirve para construir la imagen de esa chica mediática, tonta y sexualizada que no es capaz de pensar una idea propia e interesante. Incluso alimenta el estereotipo de que la mujer que vive (o vivió) plenamente su sexualidad como Granata debe tener un pensamiento feminista y las que hornean galletas y ayudan a adolecentes a conseguir pañales y becas para seguir estudiando están del lado de la derecha recalcitrante ultra conservadora que quiere salvar las dos vidas. Aunque después se contradiga conceptualmente cuando asume que en realidad piensa así porque es tan muñeca inflable que lo único que hace es una gauchada al hombre siendo conservadora y de ahí el título “La gauchita”. Claro Luciana, una mujer vive plenamente su sexualidad, se acuesta con quien quiere y lo expone como quiere, construye una carrera con eso pero a la hora de pensar le pregunta al hombre como quiere que piense porque ella es demasiado tonta para hacerlo por sus propios medios a pesar de haberse metido en una universidad (sea cual fuere) una cantidad de años y obtener el mismo título que tiene la persona que la critica, sólo te transforma en el alto parlante de los tipos con los que te acostaste.
Todos nos quedamos azorados cuando en una misa en Tucumán el obispo señaló con nombre y apellido a aquellos legisladores que votarían a favor del aborto legal y criticamos esa cacería de pensamientos individuales distintos. Pues esto es exactamente lo mismo pero en sentido contrario, sale a cazar providas con carpetazos para anularlos y convencernos de su idea. El problema es que por lo general la gente que intelectualiza sus pensamientos se convence con argumentos y no con el prontuario de los emisores, sino estas buscando groupies que te sigan en tu ideología por ser quien sos, que te hagan esa “gauchada”.
Me gusta participar de los movimientos y criticarlos desde adentro porque entiendo que eso los hace libres, plurales y en constante transformación y búsqueda de la superación. Por eso critico al movimiento feminista como en este caso a pesar de sentirme parte de él, porque a pesar de comprarlo no siempre quiero el combo completo.          

Publicado por Juani Martignone
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