Salvemos las vidas (depende cuales)


Una discusión que parecía saldada en nuestra sociedad vuelve otra vez a ponerse en discusión, cosa que celebro, porque como ya lo decían las canciones de High school musical poner en discusión el status quo siempre es saludable, incluso si luego de la discusión decidimos no cambiar nada. Por eso cuando se volvieron a poner en la palestra pública las discusiones sobre el trasplante de órganos me pareció interesante, a pesar de creer que era una tema en el que todos acordábamos e incluso habiéndose aprobado una ley, que a diferencia de lo que ocurrió con la media sanción del aborto, en este caso fue por una abrumadora unanimidad.
El tema del trasplante de órganos nunca fue muy sencillo y aunque creo siempre haber tenido clara mi postura confieso que en ocasiones me han corrido escalofríos por la espalda. Recuerdo cuando Manuela, el personaje que interpretaba Cecilia Roth en la película de Almodóvar “Todo sobre mi madre” (aclaro que no es spoiler sino apenas el comienzo del film), luego dedicarse una vida a dar charlas para concientizar sobre la donación de órganos debe tomar una fuerte decisión: donar los órganos de su hijo que había entrado en muerte cerebral tras un accidente. Lo primero que hace es dudar. La brillante actuación de Cecilia hace que el espectador se ponga ese lugar, que quizás muchos ya pasamos, en el uno cree tener un tema recontra masticado y recontra sabido desde lo intelectual pero en el momento en el que debe enfrentarse en la mismísima realidad se da cuenta que la construcción de sus ideales pasó a ser un simple castillo de cartas que derrumbó con el primer soplido. Por eso, por arrancar con el prólogo de “música para camaleones”, por incluir a Federico García Lorca y a “un tranvía llamado deseo”, a las trans que usan todos sus genitales, al HIV, la iglesia  y sobre todo, el rol de una madre, es que es una de las películas que se encuentra en mi pequeña videoteca. Aun así sigo creyendo en la importancia de que todos seamos donantes de órganos sólo que “Todo sobre mi madre” me enseño que no es una decisión sencilla a tomar como ponerle mermelada o dulce de leche a tu tostada.
Hace muy poco fui con mi novio y unos amigos al cine a ver la última película de Armando Bo “Animal” y un mismo tema pude verlo desde otra perspectiva. Ya no del donante sino de quien debe recibir un órgano. Una de las cosas que más me impactó (y aclaro nuevamente que no es spoiler) es como uno puede ver, y esto gracias a que Guillermo Francella es un gran actor, el in cresendo de la ansiedad de Antonio que debe recibir un trasplante de riñón para seguir viviendo hasta llegar a límites polémicos. La imagen repetitiva de él ingresando todas las noches desde su PC a ver en qué posición de la lista de prioridades se encuentra para recibir ese órgano que devolverá la vida normal es por momentos desesperante. Por eso, por arrancar con el plano secuencia que lo hizo famoso en “Birdman”, por haber sido situada íntegramente en Mar del Plata sin siquiera mencionarse la palabra “Buenos Aires” y por hacer pequeños guiños al cine de su abuelo, también Armando Bo, es una de la películas que más recomiendo a la gente para que vaya a ver. Si algo hizo “Animal” en mí fue afianzar la importancia de la donación de órganos pero esta vez poniéndome en los zapatos de quien depende de uno de ellos.
Lo cierto es que cada uno llega de maneras muy distintas a formar sus ideales, algunos más sólidos y otros que serán esos castillos de cartas, pero todos igualmente válidos y dignos de escuchar. Mantengo profundas amistades con gente que tiene pensamientos diametralmente opuestos a los míos y aun así nos queremos mucho porque sabemos de la honestidad intelectual de ambos para formarlos. Lo que confieso que me cuesta un poco es interpretar a aquellas personas que promulgan y se inmolan por valores que luego los contradicen cuando opinan de otro tema.
Mariano Obarrio es uno de los grandes detractores del aborto legal participante del movimiento “Cuidemos las dos vidas”, se identifica como un defensor de la vida (por eso se pone en contra de la interrupción de la vida celular de un embrión de 14 semanas) y considera que en los debates uno no se nutre con la opinión diferente sino que los gana o los pierde. Este periodista en los últimos días se promulgó en contra de la ley llamada “Ley Justina” por el caso de Justina Lo Cane que murió con apenas 12 años esperando un trasplante de corazón y que aunque el desenlace haya sido trágico para su familia siguen apostando a que la donación de órganos porque es lo que salva vidas. Y de eso se trata de salvar vidas, esas vidas que el señor pretende salvar desde la concepción pero que cuando uno ya está crecidito o con muerte cerebral pueda elegir quedarse con sus partes todas bien agarraditas a los huesos de la manera más egoísta posible para que todas se pudran en conjunto.




Tal como hace con el proyecto de legalización del aborto, desinforma, embarra y confunde. Alega a que el Estado decide sobre su cuerpo, pero su cuerpo en el caso de la donación de órganos ya no tiene vida cerebral por lo tanto no puede tomar decisión alguna. Es cierto que es el Estado quien decide en primera instancia y decide porque hay una vida por salvar sino en el caso en el que nos atropellen en la calle y nos dejen inconscientes el Estado no debería hacer nada por salvarnos y dejarnos ahí a menos que expresemos lo contrario. Sin embargo tiene la obligación de mandar una ambulancia, recogernos e intentar salvarnos en un hospital público y estatal y luego cuando ya estemos fuera de peligro decidir si queremos ir a las clínicas privadas más lindas para no compartir cuarto con nadie.
Por otro lado es falso que uno no decida sobre su futuro cadáver porque la ley prevé que quien así lo decida puede anotarse en un listado de “no donantes”. Lo único que se modificó es el estado de la carga, antes uno se anotaba en la lista de “donantes” si quería porque el Estado nos consideraba a todos no donantes, ahora el Estado nos considera a todos donantes por eso si queremos podemos anotarnos en una lista de “no donantes”. No es más complejo que eso. Por eso considero innecesario, confuso y hasta agresivo considerar a nuestro cuerpo sin vida como una propiedad privada o comparar la donación de órganos como una violación tal como he podido leer.




Quizás el único punto de congruencia en el pensamiento de aquellos adeptos a “Cuidemos las dos vidas” y que a la vez están en contra del “Todos donantes” es el concepto de la vida humana asociado a la vida celular. Hasta la semana 14 el embrión es un conjunto de células en crecimiento con su metabolismo, o sea vida celular, tal como lo es los tumores cancerígenos que nos extirpamos o el pelo y las uñas que nos cortamos. Luego de la semana 14 el embrión pasa a ser un feto porque comienza a desarrollar el sistema nervioso central, o sea comienza la vida cerebral. En nuestro país se considera que la vida humana termina cuando termina la vida cerebral, o sea una sucesión de encefalogramas planos, lo que no indica que el cuerpo y su vida celular puedan seguir activos. Y es este punto el que permite la donación de ciertos órganos y lo que está en discusión, no se discute mutilar cadáveres ni personas vivas. Por eso si alguien cree que hay vida humana antes de la semana 14 porque hay células vivas, debe creer que hay vida luego de lo que consideramos muerte porque por ejemplo el pelo es algo que sigue creciendo incluso después de muertos durante un tiempo prolongado. Lo raro es que asuman que esté bien enterrarlo 2 metros bajos tierra y no quedárselos en su casa hasta que la última célula del cadáver muera.
Me resulta incompresible desde lo conceptual querer salvar vidas pero a la vez oponerse a leyes que pretendan salvar vidas. Me resulta incomprensible que haya gente que no quiera discutir el status quo que contempla la clandestinidad o un mercado negro, cuando hasta Disney nos invita a discutirlo. Quizás lo que le esté faltando al slogan de algunos anti aborto sea que dependerá mucho de qué vida es para que sea digna de ser salvada.

Publicado por Juani Martignone
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