Los derechos no son regalos, son conquistas
El pasado domingo la ex
presidenta en el marco de primer foro internacional del pensamiento crítico
organizado por el CLACSO (Consejo latinoamericano de ciencias sociales), indicó
que la democracia y la división de poderes ya no sirven, que la izquierda y la
derecha no existen e igualó al Estado de bienestar con el asistencialismo. Por
supuesto tuvo las perlas a las que nos tenía acostumbrado como que el ser
humano no tenía apéndice antes del 1789 o decirle a un consejo de académicos
que los números no importan tanto sino lo que uno ve en las calles que
f
Es aquí donde surgieron los
primeros cuestionamientos ¿Acaso luchar por un derecho es una ideología? ¿Un
derecho es una idea? ¿O es algo que consideramos que nos corresponde?
Considerar una lucha social sólo como una bandera, verde o celeste ¿No es
vaciarle el contenido? ¿Acaso debemos dejar nuestra lucha en segundo lugar para
ocupar el poder y una vez allí veremos? Cuando hablamos de derechos ¿Podemos
dejar nuestra lucha en segundo lugar? ¿Puede alguien que lucha por un derecho
luchar por el poder codo a codo con quien quiere abolir ese derecho por el que
se lucha? Un derecho es algo que nos corresponde porque dignifica nuestra esencia
humana. Un derecho no es una necesidad o una mirada que tenemos sobre el mundo.
Y entre la discusión sobre los
derechos resurgió el viejo mito popular que interpela a sociedad preguntando
“¿Quién te dio ese derecho?” como si un derecho fuera un regalo y por tanto
agradecer hasta el último día de nuestras vidas y ponernos a merced que quien
te otorga
ese derecho, nunca criticar.
El mito lo trajeron a la palestra
los fanáticos de la ex mandataria que al leer nuestro enojo al convocar a su
espacio tanto a un tipo que obliga a la mujer a ser madre como sea como así
también a un cura pedófilo que tracciona en la política para mantener sus ideas
del siglo XV, recordándonos que todavía los putos debemos rendir pleitesía a la
señora porque “por ella” (textual del tweet de @guido__ce) nos podemos
casar. Bien claro se vio en un hilo de respuestas a un tweet de Myriam Bregman
en el que corrió por izquierda a la presidenta que hace unos años aseguró que a
su izquierda estaba la pared.
Como bien aclara le Thiago
Leis a El Profeta Argentino una ley que amplía derechos no es un
regalo de un presidente sino una lucha social, una conquista del pueblo ayudado
por las corrientes progresistas de todos los partidos políticos. Por eso
considero pertinente recordar o bien contarles a aquellos que son muy chicos o
a aquellos que en esos momentos no militaban ninguna causa porque estaban
mirando otros canales, o a aquellos que no se involucraron porque no les tocaba
o simplemente porque no lo sintieron (involucrarse no es una obligación, es una
decisión) cuál fue el camino que se recorrió hasta llegar a esa madrugada
helada del 15 de Julio del 2010 en el que por fin los homosexuales dejamos de
ser ciudadanos de segunda clase.
El proyecto arrancó en los tempranos
90 de la mano de Carlos Jáuregui y la idea surge cuando pierde a su pareja
víctima del SIDA (como la mayoría de los homosexuales en esa época) y queda en
la calle ya que el Estado al no reconocerlos como pareja no le otorga el
derecho de herencia. Ése fue el motor que lo impulsó a intentar lograr la
igualdad de derechos con los heterosexuales, pero no lo logró y Jáuregui en el
96 murió también de SIDA. Pasada la barrera del año 2000 Margarita Stolbizer
vuelve a darle impulso en la cámara de diputados nuevamente sin éxito hasta
llegar al 2007 en el que el socialismo y el ARI meten el proyecto por
diputados y la izquierda de la mano de Vilma Ripoll en senadores.
Fue recién en 2010 que logró
aprobarse en diputados la media sanción con un resultado ajustado: 126 a 110. A
diferencia de lo que dice El Profeta Argentino todo el bloque
de izquierda votó afirmativamente por el proyecto, así como fue unánime el voto
a favor de bloque del GEN de Margarita Stolbizer y unánime
también el voto a favor del bloque de Libres del sur de Vicky Donda. Pero
claro esos bloques eran muy pequeños en número (como hasta el día de hoy) para
hacerle frente a la negativa del 40% de los votos negativos del Frente
para la Victoria, el 50% del PRO, el 60% de los radicales y el
80% de votos negativos del peronismo. Aun así la suma de todos los bloques
chiquitos más los votos positivos de los bloques grandes inclinó apenas la
balanza para que pase a la cámara alta.
En senadores fue bastante más
complicado porque como vimos últimamente es el recinto donde reina el
conservadurismo. El radicalismo conservó su 60% negativo, el Frente
para la Victoria su leve mayoría por el positivo pero la posición del
peronismo fue casi unánime por la negativa. Y aquí de nuevo la suma de los bloques
chiquitos como el ARI, el Partido Socialista y el ecológico
entre otros, volvió a torcer la ecuación. Sin dejar de mencionar el enorme
esfuerzo que hicieron el entonces diputado Nestor Kirchner que se dice que
llamó uno a uno a los votantes del “no” para revertirlos como así también la
astucia de la presidenta Cristina Fernández en llevarse en su comitiva a China
a 10 legisladores de su bloque que iban a votar negativamente. Y fue entonces
que con un resultado de 33 a 27 se obtuvo la llamada ley de matrimonio
igualitario.
Para quienes lo seguimos minuto a
minuto cada esfuerzo individual de cada uno era una gota más que llenaba el
vaso, fue una pelea voto a voto, en ningún momento sentimos que llegara alguien
todopoderoso a darnos la certeza que la ley salía. Sufrimos muertos de frío en
la plaza del Congreso mientras Kevin Johansen cantaba en el escenario, sufrimos
porque la posibilidad que no salga era alta. Y cuando salió, festejamos porque
obtener ese derecho fue una real conquista.
Con esto no quiero desmerecer
ningún trabajo, fue importante el trabajo de la ex presidenta pero no fue el
único trabajo importante porque a pesar de que ella hoy no crea en la división
de poderes esta ley es un ejemplo del ejercicio democrático. Creer que un
presidente te otorga un derecho cual monarca que decide sobre los derechos de
la sociedad es desconocer cuál el sistema en el que vivimos ¿Acaso si la ley de
aborto se hubiese aprobado íbamos a salir a decir que Macri nos dio el derecho
a abortar después de ver como un grupo de legisladoras mujeres que se llamaron
a sí mismas “Las sororas” y que sus pertenecías políticas iban del PRO
(Silvia Lospennato) a Unidad Ciudadana (Gabriela Cerruti)
pasando por Libres del Sur (Vicky Donda) y el Frente Renovador (Malena
Galmarini) lucho voto a voto e incluso se abrazaron en un llanto cuando se
obtuvo la media sanción de diputados? ¿Acaso cada vez que nos divorciamos o
hacemos el ejercicio de la patria potestad tanto padres como madres, besamos la
estampita de San Alfonsin?
Lo peligroso de adjudicarle sólo
a una persona la obtención de un derecho no es desconocer el proceso de lucha
social sino desconocer que para obtenerlo es necesaria una lucha social.
Reconocer sólo en una persona la obtención de un derecho automáticamente
invisibiliza a todos los demás actores. Por eso cuando creemos que las mujeres
votan gracias a Evita estamos invisibilizando a alguien muy importante en el
voto femenino como Alicia Moreau de Justo y a todo el colectivo de mujeres auto
convocadas que luchó por ese derecho.
Y ahí está la cuestión, cuando le
ponemos un nombre propio a un derecho dejamos de ver cuán importante es una
sociedad que lucha y exige. Perdemos la noción de que los derechos son una
conquista para creer que son meros regalos. Entonces así cometeremos el error
de ir por la vida poniendo el voto a aquel que nos prometa regalarnos ese derecho
que tanto nos falta.
Publicado por Juani Martignone
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