El Eguillor que vive en mí
Hace unas semanas el nombre de
Rodrigo Eguillor sonaba en Twitter bajo la acusación de violación pero
realmente adquirió magnitud cuando Milton Del Moral decide publicar toda la
recopilación de los comentarios en redes en Infobae. Las reacciones fueron
negativas, no hubo quien no haya sentido repulsión a todos los comentarios
cargados de sexismo, clasismo y misoginia en los 16 minutos del primer vivo
de Instagram y en los 5 minutos del segundo. Ahora la pregunta que me hago es
¿Es acaso Eguillor un alien que bajó a nuestra tierra a esparcir misoginia?
¿Existen más Eguillores en el mundo? ¿Es común la raza Eguillor?
Como en estos días venía muy
consternado por el fallo de la justicia del caso Lucía Pérez porque no había tenido
ni un gramo de perspectiva de género (si, consternado porque los que dicen que
somos hiper sensibles nos consternamos ante la injusticia y la cosificación) me
pregunté si Facundo Gómez Urso, Pablo Viñas y Aldo Carnevale, los jueces del
caso, no eran también unos Eguillores más, sólo que a diferencia de Rodrigo
éstos no usaban ese tono cheto y clasista sino un lenguaje técnico y judicial.
Si podemos pensar de manera
conceptual ¿qué diferencia encontramos en un Rodrigo Eguillor que para adjudicarse
la inocencia de la acusación por la que se lo imputa arremete contra la víctima
diciendo que es con sólo ver su perfil se sabe que es un “gato” “floja de tanga”
porque va al gimnasio y muestra fotos de su orto, con un tribunal de jueces que
para justificar la inocencia de Matías Farias ante la acusación de femicidio
aludieron en más de 60 páginas que Lucía “tenía sexo con personas que apenas
conocía” y mantenía relaciones “con quien y cuando quería”? En ambos casos
cargan las tintas sobre la mujer casi casi como queriéndonos decir que quien
mantiene sexo libre o disfruta de él debe asumir que puede terminar así:
violada o muerta. Porque vivimos en una sociedad donde el varón es una bestia
animal que no puede controlar un puto instinto y si un “gatito” pasa ronroneándole
en frente va a tener que atenerse a las consecuencias.
Si seguimos comparando con el
mismo caso y vemos el tratamiento que se le da a los posibles victimarios
pensemos qué diferencia hay entre un Rodrigo Eguillor que se autopercibe “héroe”
por el hecho de sacar del balcón a una chica desesperada por salir de ahí y un
tribunal de justicia que considera que alguien pierde culpabilidad por tener la
diferencia de llevar a una muerta o casi muerta a una salita de primeros
auxilios donde no podrán salvarle la vida ¿Alguno se pregunta cómo llegaron
hasta ahí? ¿Alguno se pregunta qué responsabilidad tiene la última persona que
estuvo con una chica que se quiere tirar por el balcón y otra que cae casi
muerta?
Y hay más, Eguillor aclara todo
el tiempo que ella se quiso ir con él, que tiene los mensajes en los que acepta
la invitación a su casa en San Telmo, de la misma forma que el tribunal
marplatense aclara y recontra aclara que la relación entre Lucía y Farias fue
consentida. O sea que si lo pensamos en concepto lo que ambos nos quieren decir
es que si uno acepta algo, de antemano sabe cuál es el riesgo al que se somete,
incluso el riesgo de ser violado o asesinado, es por eso que las “personas bien”
vamos por la vida desconfiando hasta de nuestra propia sombra porque como le
decía Frolo al Cuasimodo el mundo es cruel, el mundo malo, es mejor encerrarse
en un campanario para protegerse de todo mal.
Cuando hablamos de “perspectiva
de género” hablamos de considerar que hoy en nuestra sociedad existe una relación
de desigualdad entre los géneros, es un título que no me gusta usar porque enseguida
algunos dejan de escucharte diciendo “Uh ya le saltó lo feminazi” por eso voy a
utilizar estos ejemplos para hacer más claro este concepto al que nos
referimos: Rodrigo Eguillor dice “Ni siquiera se murió” ¿Acaso solamente alguien
debe morirse para considerar que hubo un daño? ¿Acaso si hablamos de una mujer
somos machistas sólo si la matamos y todo lo demás está permitido? Y a “lo
demás” me refiero con cosas que van desde gritarle por la calle guarangadas
hasta violarla ¿Eso no es machista? El tribunal que juzgó del caso de Lucía Pérez
se esforzó en aclarar que hubo consentimiento en la relación por lo tanto sólo
era culpables de venderle un porro y en ningún momento consideran la
cosificación de la mujer, esa práctica que lleva a alguien a tratar como una
cosa al otro, en la que por ejemplo puedo sentar a una mujer en frente mío y
empezar a meterle merca para ver hasta dónde llega y mientras la penetro y le
vuelvo a meter merca y la vuelvo a penetrar y así como un juego hasta que ya
casi no tenga pulso y cuando eso pase la tire en un sucucho donde sé que no la
van a revivir a pesar de estar en una de la ciudades con más cantidad de
hospitales de alta complejidad. Y así como éste hay muchos juegos más, por
ejemplo, prender fuego viva a una mujer como cuando prendemos fuego ese cajón
de manzanas para hacer el asado o violarla y tirarla dentro de una bolsa de
residuos en el Ceamse como tiramos ese chicle que ya no tiene sabor. Así de
diversa es la cosificación. Pero no, esta práctica no se consideró, si el
cuerpo dice que no ejerció resistencia no hay violación por más que la hayan
penetrado inconsciente, si los chats dicen que quería ir a la casa hay
consentimiento, debe cuidarse mejor ¿Esto no es machista? Pude que sea
misoginia o sexismo, o sea, falta de perspectiva de género.
Ahora ya está, confirmamos que
estos especímenes son parte de una raza de anormales que se mueven en la
oscuridad y que pueden estar en todos lados ya sea en forma de tarjetero de un
boliche cheto o en forma de un juez. Yo me sentaré en el umbral de mi casa a
ver desde afuera cómo son estos bichos raros, intentaré esbozar alguna teoría
psicológica y diré que la culpa de todo son los padres o sus infancias pero
siempre trataré de atomizar el problema, son ellos y no soy yo, en ningún momento
me veré reflejado en los “tres jueces machistas” o en el “Tincho violín”. Yo
nunca diría semejantes barbaridades, yo nunca fallaría como ellos, yo no me voy
a hacer cargo de una enfermedad de otros, no nos metan a todos en la misma
bolsa, porque todos los varones no somos así.
¿No somos así? Que levante la
mano quien nunca vio correr en sus grupos de whatsapp fotos como se garchan a
una mina y nunca preguntó quién era para alimentar su morbo. Que levante la
mano quien no pensó “que se joda por puta” cuando vimos algún video de los que
compartimos en el que tipo encuentra con otro a la mina y caga a trompadas. Que
levante la mano quien al ver las fotos en las redes de una piba con poca ropa
nunca le mostró la pantalla a sus amigos y dijo “esta piba está buscando pija”.
Que levante la mano quien nunca después de haber invitado a comer a alguien a
un lugar re jugado y le haga el “entre” con dedicación no esté esperando que se
entregue por completo y sin peros. Yo sí. Pero cuando descubrí el Eguillor que
habita en mí comencé a trabajar para eliminarlo ¿cuesta? Si, un montón ¿Da
culpa? Si, un montón.
Cuando uno va descubriendo algún
detalle más de la sociedad patriarcal en la vive es lógico hacer una revisión
de todos sus recuerdos y encuentra muchas cosas de las que hoy se arrepiente y/o
se avergüenza. Pero está en un camino, lo que se llama el camino de la
deconstrucción. Y para comenzar a transitar ese camino lo primero que debe
hacer es no creer que es un problema de ajenos sino un problema de todos,
investigar que tengo yo en mí de ese personaje desagradable que menosprecia a
las mujeres, cuánto de Eguillor habita en mí. La tele no va a ayudar porque va
a transformar a estos seres comunes en personajes como lo hizo con el Bambino
Veira o con El Gigoló. Algunas redes se lo tomarán con más respeto, por algún
motivo Mónica Gutierrez tuvo que cerrar su cuenta de Twitter asediada por los
insultos tras utilizar la palabra “influencer” cuando en realidad estaba hablando,
ahora sí, de un comprobado violador. Algunas personas harán lo posible por no
viajar en un mismo tren que un violador y se lo dejaran en claro marcando cual
es la puesta de valores que pretendemos. Pero como no podemos siempre buscar la
culpa en el patio del vecino tampoco podemos esperar que desde afuera nos
vengan a deconstruir, ni la tele, ni Twitter, ni un vagón de tren. Esos sólo
serán los disparadores en nuestra búsqueda personal.
Vivimos en una sociedad donde
Eguillor es la regla. Eguillor está en nuestros padres, en nuestros docentes,
en el policía de esquina, en el que te quiere afanar el celular, en los jueces
que nos juzgan, en los que arman las leyes para que vivamos mejor, en los que
nos gobiernan y nos gobernaron, por eso estamos así, en todos los medios,
tradicionales y digitales, en nuestros jefes, en nuestros subordinados, en
nuestra forma de movernos dentro de la sociedad, en las publicidades, en las
instituciones, en los que nos informan, en los que nos divierten, en los que
nos forman.
Por eso es obvio que Eguillor no
es un bicho raro de Instagram. Eguillor está en cada uno de nosotros y el
primer paso para erradicarlo es asumirlo.
Publicado por Juani Martignone
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