Ignorantes o antiderechos, es lo mismo


El pasado 23 de marzo mientras el teatro Cervantes se llenaba hasta el gallinero sólo para escuchar las reflexiones de la antropóloga repatriada de fama internacional Rita Segato, otras miles de personas salieron a las calles de las grandes ciudades de la Argentina. Multitudinarias marchas salieron a reclamar por “las dos vidas” en alusión a la posible ley del aborto.
Pero en esta vez para sorpresa de muchos (y no tanto de muchos otros que venimos advirtiendo la peligrosidad de esta gente) agregaron más consignas que son las que le dan base a su pensamiento. Invitaron a los presentes a firmar una solicitada para derogar “todo el plexo normativo de género”, a saber, piden derogar la ley de educación sexual integral (ESI), la ley de identidad de género, la ley de protección integral de mujeres, la ley “Micaela” (ley de capacitación obligatoria en temática de género a los servicios estatales) y la ley de matrimonio igualitario, además pidieron el cierre del INADI. Porque a su entender todas estas leyes “atentan contra la vida”, la vida de los fetos, por supuesto, porque una vez que nazcan no tendrán derecho a educación sexual, ni a identificarse con un género distinto al genital, ni serán protegidas si son mujeres, ni se podrán casar con alguien que aman aunque sea de su mismo sexo y deberán soportar las vejaciones de empleados estatales que ignoran como tratar a la gente distinta.



O sea, juntan multitudes para marchar por la vida de los fetos (o niños por nacer, para apuntar a la emotividad) pero una vez que nazcan le quitaran todos los derechos y después se enojan cuando se los llama antiderechos.
Para intentar descubrir cómo grupos multitudinarios pueden aunarse para reclamar menos derechos es importante conocerlos un poco de cerca. Y cuando uno acerca comprueba lo que ya suponía pero lo ve de maneras tan explícitas que es imposible entender que nos encontramos entrando en la tercera década del segundo milenio (desde que nació Jesús, por supuesto). Te das cuenta que son un grupo de ignorantes. Ignorantes que desconocen información que está al alcance de la mano de cualquiera y que está comprobadísima pero eligen no verla, porque parece que para ellos el conocimiento no es una cuestión científica sino una cuestión de fe.
Con lo primero que uno se encuentra es con el libro base del marco teórico de la ideología pro-vida fue escrito nada más que por dos de los militantes más conocidos de la causa: Agustín Laje y Nicolás Márquez. El libro se llama “El libro negro de la nueva izquierda” en donde plantean que la llamada “ideología de género” es un intento de la izquierda (el comunismo) de conquistar el mundo.



Podríamos esgrimir un millón de argumentos que refutan pero lo vamos a hacer muy pero muy simple. En cualquier buscador ponemos comunismo en el mundo y probablemente nos traigan tres o cuatro grandes países comunistas, Cuba, China, Venezuela y eventualmente Rusia. En ninguno de esos países la mujer tiene un rol protagónico, por el contrario, es el más relegado de la sociedad, mucho más que la nuestra. Si hablamos de homosexualidad, salvo en Cuba y Venezuela, en los demás países comunistas es delito y podríamos decir también de los campos de concentración de homosexuales en Cuba y en Rusia, de la persecución de KGB a los homosexuales y de los 10.000 homosexuales ejecutados al año en China por ser homosexuales. A partir de ahí nadie podría pensar en derechos de personas trans, o educación sexual que incorpore otras sexualidades o darle a la mujer un espacio distinto al de ser “la señora de”
Otros de los rasgos de este grupo pro-vida es el típico rasgo de los grupos que creen en las conspiraciones globales: el antisemitismo. Los fanáticos de las teorías conspirativas siempre creen que detrás de todo están los judíos, desde la segunda Guerra Mundial hasta las muertes de Alberto Nisman y Natacha Jaitt. Por supuesto la legalización de aborto es también una conspiración mundial “sionista”. En este caso, en los días anteriores a la marcha “por la vida” hicieron circular una “lista negra” (recordemos la implicancia de estas listas en nuestro país) con nombres de judíos que luchan por el aborto legal, dando a entender que todos ellos siguen las directivas de una conspiración mundial judía.



Culpar a los judíos de todo los males primero es un acto profundo de discriminación irracional porque uno podría vivir toda la vida al lado de alguien sin saber la religión que profesa o la que heredó de sus padres y a veces no alcanza con saber el apellido para darse cuenta de esto ni tampoco verle el pene circunciso ya que muchos no judíos lo tenemos. Segundo es un acto de profunda ignorancia, basta estudiar con una leve profundidad la historia del holocausto para entender que esas ideas conspirativas mundiales son la que llevaron a Hitler a llevarse puesto 6 millones de judíos. Porque el odio al judío comenzó a generarse cuando algunos empezaron a implantar la idea de conspiración mundial, de dueños de todo el dinero del mundo y otras tantas cosas que nunca se pudieron comprobar pero que existen en el imaginario colectivo sólo como motivo suficiente para odiar y se te animas a ser más osado como aquel tal Adolf, a arrasar con ellos.
Quien hoy cree que en conspiraciones judías internacionales tiene el mismo pensamiento que tenían los nazis, entonces pasa a ser una paradoja en todo sentido (tanto en el sentido histórico como el gramatical: es un oxímoron) que se les diga “feminazis” a mujeres financiadas por una conspiración judía mundial para obtener derechos de igualdad. Denota la profunda ignorancia en el tema y se expresan y acusan livianamente.
Una anécdota mucho más banal tuvo gran trascendencia pero cuenta grafica esos errores a los que, por ejemplo, un político de trayectoria cae en acusaciones infundadas por el simple hecho de ignorar por completo aquello a lo que tiene acceso de conocer. Pino Solanas se ofuscó con un producto nuevo en el mercado (y lo peor es que muchos lo siguieron detrás de su indignación) que son rebanadas de budín individuales. Enojado por cómo el mercado milita en la crisis, en este nuevo mundo digital donde cualquiera te puede interpelar, la empresa que hace el producto salió a responderle que eran una pyme argentina que lo hacían con esfuerzo y que lo planteaban como alternativa al alfajor. Datos que Solana ni siquiera googleó, y que si los hubiera hecho se habría dado cuenta que la idea tampoco es original de los argentinos, es un producto que hace años se vende en el exterior y que se creó cuando el mercado comenzó a darse cuenta que las familias no siempre son de 4 personas, y que existe un público soltero que no compra productos perecederos tan grandes porque no llega consumirlos, en esa lógica Coca Cola saca su lata individual para una sola persona y una sola comida, y los que tomamos leche sólo para cortar el café a la mañana estamos esperando los envases de menos de un litro porque estamos hartos de tirar leche cortada.





Pino se llevó marketing a marzo pero mientras tanto acusa, acusa desde su ignorancia, como los pro-vida acusan al judaísmo y al comunismo. Creer en estas acusaciones y repetirlas nos vuelve tan ignorantes como el que las genera, y lo peor, nos puede llevar a extremos como creer que la tierra es plana, querer erradicar a todos los judíos de la tierra o eliminar todos los derechos conseguidos.


    
Hoy en día el acceso a la información es muy simple, por supuesto que podemos debatir cómo adquirimos esa información y cómo la contrastamos para no caer en fake news o noticias que confirman nuestras ideas preconcebidas, pero la información está ahí a dos golpes de tecla en cualquier teléfono lista para ser consumida, tenemos que trabajar en informarnos.
Porque la ignorancia a veces es inofensiva pero otras veces bordea los peligros del retroceso.          

Publicado por Juani Martignone
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