El feminista menos pensado


Sería necio negar que el feminismo está de moda. Sería necio negar que asumirte públicamente como feminista te envuelve automáticamente en un halo cool. Sería necio creer que uno se las sabe todas respecto del feminismo cuando todos estamos en plena construcción (o deconstrucción) de un movimiento que nos interpela. Pero sería justo, o al menos sincero, que si nos vamos a asumir como tales, ponerse en una posición de aprendizaje, de corrección de nuestra habitualidad pero también de revisión de aquello que hicimos con otra conciencia y hoy sabemos que no estuvo bien para poder darle lugar a la disculpa.
Hace un tiempo todos nos sorprendimos con el ingreso al feminismo del inefable Jorge Rial y que lo hizo por la puerta grande, muchas feministas de renombre se volvieron locas por estar sentadas en su programa, lo abrazaron y le agradecieron por haber hecho por el movimiento más que la mismísima Virginia Woolf. Y Jorge que tiene un brillante manejo de los medios lo supo aprovechar a su conveniencia: en un mundo donde las vedettes están en vías de extinción un programa de espectáculos empieza a dialogar con standuperas feministas. Su audiencia no cae, sino que muta al ritmo que muta el mundo.



Algunos no compramos de inmediato, no celebramos tan apresuradamente porque si hay una ventaja que te dan los años, es que tenemos memoria, hemos visto a varios en distintas parcelas y los hemos visto construir sus éticas. Entonces cuando un cambio aparece en alguna persona no podemos comprarlo así sin más, necesitamos garantías.
Yo mismo he cambiado. Quien me conoce desde aquella joven adolescencia en la que soñaba con Cuba y con tatuajes del Che Guevara y me ve hoy soñando con Noruega, con tatuajes de Antoine de Saint-exupéry y mantras de Harper Lee, sabe que he cambiado. He cambiado mucho. Pero mi pasado no me condena. Primero porque no lo niego ni lo oculto, en cuanto tengo oportunidad soy yo quien lo recuerda para que se vea desde donde fue el punto de partida de este camino. Segundo porque no lo anulo ni cancelo, entiendo que conocer aquellos terrenos en el pasado me fortalecen más cuando los critico y aunque quizás no mantenga pura la ideología algo ha dejado en mí, tal vez el lugar desde donde me paro a ver las cosas hoy. Tercero porque entiendo que la construcción de un pensamiento es un camino que se hace recorriéndolo en el tiempo, para poder hoy darme cuenta que algo está mal a veces es necesario haberlo hecho mal. Por eso podrán encontrar en mi pasado férreas posturas anti aborto o una relación de amor/odio con la iglesia católica que aún está en vaivenes.
En el momento en el que alguien tiene una epifanía es muy normal que lo primero que haga es revisar su pasado. “¿Cómo venía haciendo las cosas antes que nunca me di cuenta de esto?” solemos pensar cuando nos sucede. Cuando alguien público las tiene necesitamos que estas revisiones también sean públicas, esas son las garantías que debemos exigir para creer.
Cuando Rial tuvo su revelación feminista lo vi con buenos ojos porque a todos nos llega alguna revelación pero antes de celebrarlo lo observé, esperé esas garantías, esperé esa revisión de su pasado ultra machista, esperé aunque sea algún comentario sobre cómo denigró a Tamara Paganini por bailar en un caño, algún comentario sobre la cámara oculta que le puso a Marcelo Coraza para develar que era gay (¿?), algún comentario para con la madre de sus hijas a la que le arrastró su dignidad por los medios, algún comentario para quien fuera su amante Marianela Mirra a la llamó “zorra tucumana” y después la desapareció de los medios, algún comentario sobre el modus operandi que tuvo con la Niña Loly a la que llevó meteóricamente a la fama y a ocupar todo mientras fue su pareja y la desapareció de un plumazo cuando dejó de serlo. Esperé y nunca llegó.
Lo bueno que tienen estos tiempos de redes sociales es que las figuras públicas ya no son semi dioses inalcanzables, hoy con 280 caracteres podemos interpelarlos. Si hay algo que tiene Twitter en Argentina es que tiene memoria y exige respuestas, muy distinto al común de la sociedad, razón por la cual es una red social de nicho. Por eso ante la muerte de la actriz Beatriz Salomón los twitteros le exigimos a Rial esas reflexiones, esas garantías que nos aseguren que es realmente “un feminista en construcción” como se autoproclama.
Para quien no lo sabe y para dejar bien claro qué se exige es bueno recordar lo sucedido y separar muy bien la paja del trigo. En el año 2004 un programa de investigación llamado puntodoc puso al aire un informe realizado con una cámara oculta al cirujano plástico Alberto Ferriols, en ese momento marido de Beatriz Salomón, en la que se denunciaba que el médico ofrecía operaciones estéticas a travestis a cambio de favores sexuales. Hasta acá no hay nada de qué disculparse porque se denunció un delito grave que nada tiene que ver con las preferencias sexuales de Ferriols ni con quien estaba casado. Quien cobra con sexo por alguna prestación debe ser denunciado sea quien sea, tenga las preferencias que tenga porque a pesar de lo que haya dicho Salomón, excede el ámbito de lo privado cuando hay terceros que se ven violentados en esta práctica.
En otra vía corre lo que Rial y Ventura le hicieron. Mientras el programa se emitía al país entero invitaron a Beatriz Salomón y Alberto Ferriols a verlo en los estudios de Intrusos a la noche (el programa que ambos tenían) para filmar sus reacciones. Apenas terminado el programa de investigación siguieron ellos en vivo para preguntarles qué sentían ante la denuncia. En realidad qué sentía Beatriz al enterarse en vivo por TV que su marido se acostaba con otras personas y además cometía ilícitos. Gracias a Rial todos vimos como la actriz se enteró con quien estaba casada y la vimos buscar de alguna manera una respuesta cual manotazo de ahogado intentando ejercer algún tipo de defensa.
Una humillación pública y con saña a las que nos tenía acostumbrados este nuevo feminista. Pero atención, esta humillación no se la ha hecho vivir a cualquiera, se la ha hecho vivir a mujeres como Beatriz, a homosexuales como Marcelo Coraza o a chicas trans como Malena Candelmo. Al Bambino Veira nunca lo sentó en su programa para que viera en vivo en lo que se había transformado el niño que el violó y preguntarle que piensa mientras toda la audiencia está expectante. Porque si algo hace el patriarcado es que entre varones seamos sororos, que no expongamos al “Bambi” a eso que es “un tema de su vida personal”, o no expongamos a Mario Pergolini a que se encuentre en la puerta del canal con una Salomón furiosa en busca de respuestas, le facilitamos una salida alternativa.
Ambas cosas hizo este digno hijo del patriarcado llamado Jorge Rial por eso exigimos garantías para creerle su epifanía feminista. Por eso y después de trending topics mundiales habló. Utilizó la técnica conocida de “la culpa es del otro” porque quien hizo la cámara oculta no fue él. No claro, él la expuso a que veamos su reacción en vivo, eso le preguntamos y de eso no habló. O sí, dijo que ella pidió ir a verlo en vivo, versión que se contradice a la de Salomón y quizás quede asentada porque Rial decidió a hablar en público del tema una vez que ella estuvo muerta, nunca lo hizo antes.


Suena extraño que ella misma pida ir a ver en vivo una acusación sobre su marido incluso cuando ellos mismos lo vendieron como “un esfuerzo de producción” el hecho de que Beatriz estuviera allí con él. Y aunque fuera cierto, una vez ocurrido el hecho, su programa Intrusos e Intrusos a la noche no se cansaron de repetir y repetir durante meses su reacción por cadena nacional. Pues de eso tampoco tuvo una reflexión. Veinte minutos habló culpando a otros y haciéndose autobombo porque consiguió que le dieran 50 mil dólares para subsanar el escarnio público que él mismo había provocado. Veinte minutos y en ningún momento se escuchó la palabra “perdón”. No se registró el más mínimo tono de culpa ni arrepentimiento.


Jorge Rial explica con machismo su pasado machista, pide que juzguen su feminismo desde el momento que se colgó el pañuelo verde, no antes. No comprende que el pasado y la memoria deben estar vivos para modificarse, construirse, revisarse, juzgarse y fortalecer al yo del presente.
Para Rial el pasado es un compartimento estanco pero lo más graves que para las feministas que lo abrazan y evitan interpelarlo, también.

Publicado por Juani Martignone
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