A mi también los hombres me explican cosas
El termino mansplaning surgió de un
libro de nueve ensayos de Rebecca Solnit llamado “Los hombres me explican
cosas”. Utiliza este término, de modo peyorativo por supuesto, para dar cuenta
de esa actitud machista que tienen los varones de explicarle absolutamente todo
a las mujeres de forma condescendiente e infantilizada, porque claro, el macho
proveedor todo lo sabe y la mujer debe callar y aprender.
El mansplaning es súper
habitual y también súper confuso en alguno sentidos. No refiere a un varón que
en efecto sabe más de un tema que una mujer sino en la posición de superioridad
en la que se ponen para explicar lo mucho o lo poquito que saben. El mansplaning
no es una cuestión de conocimientos y estudios, es una cuestión de actitud.
Actitud que permite ubicar a un varón en la posición de privilegio que el patriarcado
le brinda gustoso.
Es tal la cuestión de actitud,
que un varón, por ejemplo, podría hacer callar a una mujer para que lo escuche
como él le explica qué sienten las mujeres cuando menstrúan. Referirá, quizás,
a que se crió con cinco hermanas mujeres que le contaron y que por eso sabe más,
porque conoce “más ejemplos” sin percatarse que con quien está hablando
menstrúa o menstruó y sin siquiera preguntarle cómo ella lo siente. El varón
todo lo sabe y por eso explica, la mujer escucha.
El mansplaning es una
actitud del opresor para con el oprimido. Sin dudas la mujer está en el lugar
de oprimida y no sólo Solnit se encargó de reflexionar sobre eso, Sontag,
Woolf, Butler, Segato, Despentes y tantas otras más lo escribieron y se
manifestaron. Sin embargo mucho menos se ha dicho o escrito del mansplaning
que hacen los varones cis para con otros varones que no lo son.
En la semana se filtraron las
fotos desnudo del actor Luciano Castro y ahí pudimos descubrir que el señor no
sólo portaba una cara bonita y un cuerpo soñado sino que además portaba un
miembro que, todos aquellos que disfrutamos de los miembros ajenos
consideramos, es al menos interesante, para ser elegante.
Decir esto en una sociedad
machista es imperdonable, para las mujeres, por supuesto, y para los varones
homosexuales también.
En un grupo de whatsapp al que
pertenezco y que está integrado por todos varones heterosexuales y yo, un varón
homosexual, arrancó la charla con una frase que cuyo subtexto decía “Qué
pesadas las minas con el pito de Luciano Castro” para lo cual, en defensa de
quienes disfrutamos de ver la foto, aclaré el placer que me generaba ver
aquellas bondades y que por esa razón consideraba lógico estar pesado. Llegó
entonces la catarata de adjetivos que no querían decirme otra cosa más que
libidinoso.
Las mujeres y los homosexuales no
tenemos derecho a ser libidinosos. Si ellas o nosotros lo somos, somos pesados.
Ellos jamás fueron pesados cuando durante semanas pasaron una y otra vez en
varios grupos de varones cis en los que estoy, el video de Florencia Peña
teniendo sexo, acá no se nos tolera siquiera que lleguemos al fin de semana
porque ya somos densos. Incluso comentarle a un varón cis que Flor Peña trabaja
en alguna obra de teatro no trae su pregunta de cómo actúa, trae a la conversación,
una vez más, el video de ella en cuatro patas y marido haciéndola gozar. Pero
claro eso no es libidinoso porque son varones cis y el macho tiene el derecho
al placer, los demás somos escandalosos y si insistimos, a los homosexuales ya
nos dieron el SIDA para castigarnos por nuestras pulsiones sexuales. O si no
queremos ir tan al mango debemos escuchar una y otra vez a los tipos diciendo
“Todo bien que sean putos, no tengo drama, pero si son buscones me da asco”.
Bueno señores entonces entenderán que cuando le dicen cosas una mina en la
calle o se ponen densos en un boliche para que les den bola son tan buscones
como un puto que los mira en la calle, sólo que en ustedes se permite ser
buscones, en nosotros, piña.
Ahora bien, luego de castigar a
aquel que expresa su deseo en una sociedad que no le permite expresarlo por su
condición sexual o su género, viene el mansplaning. Si luego de exudar
sexualidad por los poros al expresar lo que te provoca la foto de Luciano
Castro en bolas llegas a acotar que el tamaño del miembro es superlativo, ya no
molesta tus expresiones de deseo sexual, ahora heriste lo más importante que
tiene un varón: el tamaño del pene. O sea, su ego.
Herir ese punto tan sensible se
paga de alguna forma, la mejor es el mansplaning. “Vos no entendés nada,
para que te explico, eso que vos ves es re normal, depende del ángulo de la foto,
del cuerpo, de la luz, de lo erecta que esté, etc. Lo hacen para que los tontos
como vos caigan y ahora se estén baboseando como gata en celo, pero es re normal”
podría ser el subtexto de todo el mansplaning que me ligué por decir que Castro
portaba un gran tamaño.
Del mismo modo que yo no emití
comentarios sobre la vulva o los pechos de la Peña cuando rodó aquel mítico
video, creí que en un grupo de varones heterosexuales quien más experiencia
tenía en tamaños de penes, usos y colores era yo. Pues me equivoqué, la verdad
es potestad del macho, del proveedor. Basta con haber visto unas cuantas monstercocks
en películas porno o varios penes de refilón en los vestuarios del “doparti” para
saber más que alguien que hace veinte años está viendo pitos de varones porque
se acuesta con ellos. Ni siquiera importa quedar como heterocurioso, hay que
poner al oprimido en su lugar, hay que mansplanearlo. Porque mansplanear es una
forma de mantener a raya a los oprimidos y no herir el ego de los opresores.
Ahora sí importa la cosificación,
la viralización de la imagen, el qué pensaran los hijos si ven esa foto y el
derecho a la intimidad, porque la foto de Luciano Castro les llegó
oportunamente a sus celulares “cuando ya estaban deconstruidos”. Si tocan a
uno, los tocan a todos, y el tamaño del pene de uno los tocó a todos y ante lo
evidente sólo queda el mansplaning. “No estás viendo lo que
crees que estás viendo”. De alguna manera hay que parar esto y entonces linkean
todas las explicaciones: no tenés derecho a excitarte porque no sabes lo que
estás viendo, incluso habiendo visto un montón en tu vida.
Con todo esto también nos están
diciendo algo más al minimizar al otro (tanto a Castro como al que le
explican): que ellos la tiene más grande que todos los que conociste en tu
vida. O sea, que tenemos que bancarnos que un panzón, pelado con pelos en la
espalda nos diga que nos excitamos con poca cosa porque ellos son mucho más.
Pero por qué no te corres, Raúl y me dejar cosificar tranquilo.
Por supuesto que podríamos abrir
miles de debates sobre la intimidad, la cosificación, las redes y la venganza
feminista pero una pequeña anécdota (pequeña en comparación con la cantidad de
anécdotas que se han vivido de este estilo pero con mujeres) nos demuestra una
vez más que los machos siguen ahí, agazapados esperando la ocasión para
explicarnos cosas y así ponernos en nuestro lugar.
Ese es el precio que debemos
pagar quienes no somos varones cis en esta sociedad patriarcal.
Por eso seguiremos luchando para
hacerla caer.
Publicado por Juani Martignone
Todo el contenido, como las responsabilidades derivadas es
propiedad de quien firma.
Comentarios
Publicar un comentario