Un tweet de diciembre de 2015


Finaliza el año y sin dudas uno de los sucesos políticos y sociales que nos dejó el 2019 a los argentinos fue el cambio de gobierno con todo lo que implica: elecciones libres y justas, una transición respetuosa y ordenada; y el primer gobierno no peronista desde Marcelo Torcuato de Alvear que finaliza su mandato como la ley lo indica.
(Sé que con esto último hay controversias ya que el peronismo en sí nació en 1946 y luego, desde en 1955 vivió una larga proscripción pero hay elementos para considerarlo de este modo ya que Juan Domingo Perón participó activamente del golpe de Estado que derrocara a Hipólito Yrigoyen y durante dicha proscripción la inhabilitación fue electoral, no así de hacer política como se hizo, ya sea con los mensajes que el general enviaba desde Puerta de hierro, como con las agrupaciones armadas y no armadas que se reconocían peronistas se tendía a alentar el quiebre institucional tanto democrático como de facto. Con esto digo que el peronismo proscripto no fue un peronismo muerto, fue un peronismo bien activo)
Si quisiéramos hacer una mirada retrospectiva de los cuatro macristas algunos dirán que fue una decepción, otros que estaba cantado y otros que se estaba “haciendo lo que había que hacer”. Sacando las grandes diferencias como el cambio de proteccionismo extremo a liberalismo extremo (económicamente hablando, en lo social ambos, tanto macrismo como kirchnerismo, demostraron ser conservadores) yo, por mi parte, considero lo mismo que consideré a menos de 15 días de iniciado el gobierno: que vivíamos una continuidad en la forma de hacer política y que lo único que habían eran las formas.
El 23 de diciembre de 2015 escribí en Twitter “El macrismo hace todo lo que criticó. El kirchnerismo critica todo lo que hizo”. No estaba vaticinando nada genial ni visionario, para ese entonces la diputada Victoria Donda había dicho del macrismo que era “kirchnerismo con buenos modales” sólo le agregaba una oposición que hoy se comportaba del mismo modo que se habían comportado con ellos, irracionalmente, con la marca registrada del peronismo como opositor: la desestabilización.



El intento de publicación de esta frase en otras redes como Facebook fue más bien fallido. La extensión en los textos que permite esta red me regaló largo argumentos con largos logros y largos errores de unos y otros, con sus correspondientes enojos, cuando en realidad la frase no era un manifiesto, sino un concepto, eso que aprendimos a hacer los que twitteamos a diario con la limitación de los 280 caracteres.
Aun así, hoy a cuatro años de aquel suceso y habiendo pasado tanta agua debajo del puente podría justificar la idea ya que lo envalentonados macristas están más tranquilos porque pase lo que pase ya no son gobierno y los envalentonados kirchneristas ya obtuvieron el poder deseado y hoy ya no están preocupados por jubilados, pobres, FMI o por la habilitación a la megaminería a cielo abierto.
Como si fuera siempre la misma novela en el cual los personajes rotan a sus opuestos, el sainete macrita y el sainete kirchnerista tienen argumentos idénticos.
Si tomamos desde el comienzo de los procesos podemos encontrar la primera similitud: en su mayoría quienes votaron a Macri y en su mayoría quienes votaron a Scioli no estaban convencidos de la persona, votaron como se llama “a la negativa”. Votaron “para no continúe el kirchnerismo” y “para que no avance el macrismo”. Hoy mismo, incluso podríamos volver a comprobarlo, luego del desastre económico ¿todos los anti kirchneristas estaban convencidos de que Macri era la mejor opción? ¿Qué hubiese pasado si la candidata hubiese sido María Eugenia Vidal? En la misma dirección ¿Acaso quienes votaron al frente de Todos conocían a Alberto Fernández y estaban convencidos de él? Como en 2015, el oficialismo “necesitaba más tiempo” y la oposición quería que los que están, se vayan.
De la misma manera que durante 12 años el kirchnerismo construyó su gobernabilidad con el relato de no volver al pasado, tanto aquel pasado oscuro de la dictadura como el pasado de experiencia “neoliberal” de los 10 años de Menem, el macrismo se hizo fuerte instaurando el relato de no volver al pasado, el pasado de corrupción y atropellos del kirchnerismo. Parece más evidente cuando vemos ambas campañas electorales en las que ambos partidos con diferencias de cuatro años en donde ambos plantearon la disyuntiva continuidad o cambio.
¿Qué podríamos decir del ego del kirchnerismo cuando tuvimos una presidenta que cortaba la programación habitual para retarnos y hacerse autobombo de los bien que hacía su trabajo con preguntas retóricas (“¿Quién les dio AUH? ¿Margarita Sanchez de Thompson o esta presidenta?”) o enumerando logros que no podían ser contrastados en el momento? Ahora bien ¿Qué podríamos decir del ego del macrismo que se presentó como “el mejor equipo de los últimos 50 años” y que pretendió darnos lecciones cómo vivir en nuestras casas respecto de nuestros consumos invocando a su superioridad moral de millonarios para justificar su brutal ajuste?
Como oposición ninguno de los dos movimientos fueron respetuosos de la gobernabilidad, la superioridad moral del macrismo nos daba construcciones del tipo “Renuncie montonera” y la superioridad intelectual del kirchnerismo nos dio el famoso “Club del helicóptero”. Y si de oposición se trata, nos hemos cansado de escuchar el sensato argumento de que gobernar una ciudad no es lo mismo que presidir un club de fútbol por clara alusión a Macri, sin embargo al momento de proponer un candidato a jefe de gobierno, propusieron a un presidente de club de fútbol: Matías Lammens.
Lo que sin dudas es un escollo difícil de sortear para cualquier movimiento político es la pobreza, que en este país, casi desde la dictadura, tenemos un porcentaje altísimo que es estructural y que la democracia con casi 40 años de distintos gobiernos aun no pudo saldar. Lo curioso es como ambos, kirchnerismo y macrismo, buscaron excusarse de ella y esconderla debajo de la alfombra para no tener que afrontarla. Todos recordamos como Cristina Fernández en el discurso de las FAO dijo que dejaba una pobreza de 5% luego de años de haber intervenido el INDEC y truchar todo tipo de estadísticas. También vimos a un macrismo furibundo al mostrarles la realidad de la gente que duerme en las calles con fríos bajo cero que llegó a decir que los indigentes que acobijó el estadio de River eran actores pagos ya que en el país no había tantos pobres.
Y así podríamos pasar por la corrupción que va desde las novelas de Andrea del Boca hasta los programas de TV de Andahazi, por los conflictos de interés que van de alquilarles tu hotel a los empleados de la aerolínea estatal a lidiar con un conflicto entre el Estado y una empresa de correos familiar, por el uso de información privilegiada que hace todos los presidentes obtengan bonos de la pública previo a medidas de devaluación, y por verticalidad institucional que va desde bloquear un debate del aborto por creencias personales a anular un protocolo por el mismo motivo.
De la misma manera que cuando somos adolescentes odiamos a nuestros padres y luego cuando nos toca cumplir ese rol nos vemos exactamente iguales a eso que repudiamos en la juventud, a veces siento que la llamada grieta es eso: odiarse al verse en el espejo cómo seríamos si estuviéramos en la posición opuesta.
Feliz año nuevo. Hoy tampoco la casa está en orden.

Publicado por Juani Martignone
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