Injusta, machista, clasista y sobre todo homofóbica
La justicia es un derecho del que
deberíamos gozar todos los habitantes del planeta sin importar quienes somos,
de dónde venimos, o qué hicimos, no debe importar género, sexualidad, color de
piel, edad, patrimonio, historia, o ideología política. Toda persona merece ser
juzgada por juicios justos, incluso aquellos que hayan cometido los actos más
aberrantes.
La justicia en nuestro país deja
mucho que desear y en estos días pareciera que muestra cada vez más esa
ineficacia e ineficiencia. Con una estructura fenomenalmente grande, partidas
presupuestarias discrecionales, funcionarios eximidos de impuestos y gozando de
excepciones por sobre cualquier ciudadano común, sigue siendo una justicia
lenta, aparatosa y en las situaciones más sensibles se caracteriza por la
impunidad. En 110 días el poder judicial no ha podido encontrar la manera de
seguir funcionando con cierta normalidad en plena pandemia, apenas están
haciendo una guardia para emergencias y pretenden discutir el movimiento de la
feria judicial para no perderse un solo día de vacaciones.
Para tomar ligeramente apenas un
puñado de ejemplos actuales podemos nombrar los 22 funcionarios detenidos sin
condena firme por la causa de escuchas ilegales, como pasó con varios
funcionarios kirchneristas durante el anterior gobierno; y la liberación o
prisión domiciliaria otorgada a Lázaro Báez luego de estar esperando preso un
juicio que nunca llegó por cuatro años (sí, ¡cuatro años!). Quitándonos todos
los velos ideológicos de los casos, es importante pensarlos conceptualmente
¿estamos hablando de una justicia justa que apresa sin condena y te hace
esperar encerrado años un juicio que nunca llega? Mi respuesta es no. Supongamos
que mañana la policía nos toca la puerta porque encontraron muerto a tu vecino
y tienen una cantidad de pruebas muy consistentes de que fuiste el asesino y
por ese motivo te meten preso. Todavía no se comprobó tu culpabilidad en un
juicio, no pudiste dar tus argumentos, no pudiste defenderte, un juez no dictó
sentencia pero ya estás preso. Supongamos que pasan los años y seguís preso
esperando que te den la posibilidad de defenderte ante un juez pero ese momento
no llega. Eso no es una justicia justa ni para nosotros, ni para Lázaro, ni
para los 22 espías y peor, esas prácticas sólo garantizan la impunidad de los
involucrados porque spoiler alert: Lázaro y los 22 espías quedarán tan impunes como
Menem de haber volado por los aires un pueblo entero para ocultar que vendió
armas ilegalmente.
A esta falencia de una justicia que
afecta sí a poderosos pero sobre todo afecta más profundamente a los más pobres
y a los ciudadanos comunes cuyos casos no salen en los medios, se le suma un
factor que nadie que aspire a hacer justicia debería tener: el prejuicio. Mucho
hemos hablado de la justicia patriarcal, el caso de Lucía Pérez dejó desnudo al
sistema judicial machista que nos juzga y se supone nos defiende; poco se habla
de la justicia de la clase y la justicia homofóbica.
El crimen de Fabián Gutiérrez
irrumpió en el debate público, no sólo por la sensibilidad del caso sino porque
aviva viejos fantasmas y alienta a profundizar las grietas existentes. No las
grietas de lógica diferenciación político partidaria sino las grietas donde los
discursos se radicalizan y terminan derivando en discursos de odio. Dejando de
lado todas las preferencias políticas, la justicia vuelve a ser injusta cuando
no cuida a testigos en causas tan sensibles, pero sobre todo no lo hace porque
no se lo piden y hoy tenemos que aceptar que una persona desaparezca y aparezca
muerta en un pueblo donde se conocen todos en plena cuarentena donde nadie
debía permanecer fuera de su casa. Además de considerar natural que quien
investigue el crimen sea alguien que está íntimamente ligada con la persona que
el asesinado denunció en una oportunidad. Los conflictos de interés los dejamos
para otras oportunidades más convenientes. Hasta aquí el normal funcionamiento
de una justicia que no sabemos si es justa pero como siempre fue así estamos
acostumbrados, y quejarse de esas malas costumbres pareciera ser un atentado a
la democracia.
Ahora bien, si analizamos las
especulaciones del caso lo único que se entiende es que a esta justicia que
funciona mal, lento y de forma injusta le tenemos que sumar los prejuicios de
clase y los homofóbicos. Supongamos por un momento qué hubiera pasado si
Gutiérrez atestiguaba en contra de un pobre, sin pensarlo hubiéramos asumido
que ese pobre fue quien lo mató o lo mandó a matar, sin vueltas ni cuestiones,
le pediríamos explicaciones por lo que hizo y por lo que no hizo también y
seguramente esa misma tarde se lo hubiera apresado por las dudas. Se pide
cautela en las especulaciones cuando los involucrados son señoras millonarias
con mucho poder como la vicepresidenta que además se mueve en un entorno rico, burgués
y con fuerte injerencia en el pueblo donde vive. Pues eso, es justicia de
clase: presuponer la inocencia hasta que se demuestre lo contrario, como
corresponde, sólo si sos rico. El 60% de la población carcelaria de nuestro
país está presa sin condena, de ellos no hay repudio en los medios, no nos
ponemos medio cartel en nuestras caras porque una cuestión simple: son pobres,
y no tiene amigos ricos y poderosos que traccionen para que sean respetados sus
derechos.
Si algo cambió con la primera
manifestación de Ni una menos en el 2015, a pesar de la invisibilización del
poder en ese momento, fue el hecho de sacar del vocabulario judicial el
concepto de “crimen pasional”. Nadie mata por ser apasionado o por amar mucho a
alguien, mata cuestiones de género. Salir a decir a horas de haber encontrado
el cadáver que se trató de un crimen pasional vuelve en retroceso todo el
camino andado, sólo que esta vez no hablamos de una mujer sino de un
homosexual. Correcta es la intervención de CHA (Comunidad homosexual argentina)
en advertir que pudo tratarse de un crimen de odio. Lo que no es correcto es
que todavía a esta altura de los acontecimientos la justicia pueda considerar
libremente que cuando en los crímenes están involucrados homosexuales podemos
hablar de extremada pasión que llevó a uno
hombre a matar con saña a otro que hubiera sido su pareja ¿Por qué?
¿Porque se pelearon y así arreglan las cosas los putos? ¿Porque los putos son
tipos tontos que caen en manos de malhechores disfrazados de novios o taxi boys
para robarle? ¿Porque los putos andamos en cosas turbias como las drogas, la
pedofilia, el SIDA y como se dice “quien mal anda, mal acaba”? Esto no implica
que alguna de todas estas cosas sea cierta, lo que no podemos permitir después
de 10 años de reconocimiento de derechos con el matrimonio igualitario es que
de antemano y sin investigación o juicio se asuma alguna de estas versiones que
resultan verosímiles en la sociedad porque eso predispone a la justicia y a la
opinión pública a investigar en un solo sentido que sólo tiene que ver con la
sexualidad de la personas. Y si hablamos de homosexuales, eso es homofobia.
Tener una justicia que no nos
juzgue basándose solamente en cuáles son nuestros genitales, con qué género nos
definimos, con quien nos acostamos, cuánta plata tenemos en nuestras cuentas
bancarias o qué amigos poderosos nos rodean, debería ser una aspiración de la
sociedad porque los abogados están más preocupados por entrar a la política y
convertirse en presidentes que en proporcionar una mejor calidad de justicia.
Porque si nos otros no exigimos
que nos juzguen como a cualquier persona con todas las garantías ¿Quién lo
hará?
Publicado por Juani Martignone
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