Nueva temporada de “Látigo y Billetera”
Al inicio de la pandemia el filósofo italiano Giorgio Agamben, adorado por la izquierda internacional, advirtió que en estos tiempos en los que el terrorismo se ha agotado, las epidemias son la excusa perfecta para crear un estado de excepción y con esto atropellar todo tipo derechos y garantías, ponderando como único valor a la supervivencia.
En nuestro país es bien claro:
hasta el momento medio año de nuestras vidas lo vivimos en estado de excepción.
Los protofascista se animan a hablar de “la nueva normalidad”, ergo, en
adelante la normalidad será lo que hasta ayer era una excepción que duraría lo
que dura una cuarentena: la educación sólo para quien tenga conectividad y
voluntad; el movimiento por las ciudades sólo para quienes tengan vehículo
propio; cada salida que no sea netamente de supervivencia deberá ser informada
al Estado (como ojo de Gran Hermano que todo lo ve) en
forma de permiso de circulación; y las fuerzas de seguridad se encontraran
dispuestas a ejecutar ante la mínima sospecha de violación de la excepción. La
idea del filósofo romano que muchos, al principio, nos pareció muy loca, va en
vías de transformarse en una profecía cumplida en nuestro país.
El problema de las fuerzas del
Estado no es una excepción surgida de la pandemia, es un problema estructural
que con la pandemia se exacerbó y mostró su lado más crudo. Crudo porque nos
mostró que cuando se quiere la fuerzas policiales pueden transformarse en
dignas fuerzas que imparten terror cometiendo todo tipo de abusos, vale la pena
recordar que según la CORREPI (coordinadora contra la
represión policial e institucional) en lo que va de esta cuarentena, o estado
de excepción, van 102 muertos/desaparecidos en manos de la policía, o sea, una
víctima de abuso policial cada 48 horas. Crudo también porque quedó al
descubierto lo que todos sabemos pero nos hacemos los tontos para eludir el
tema: policías y delincuentes provienen del mismo extracto social. La policía
argentina está muy lejos de tener el status social de una elite privilegiada,
culturalmente aceptada y económicamente reconocida. La mayoría de los agentes
de las fuerzas del Estado viven en los mismo barrios que viven aquellos
delincuentes a los que se supone deben combatir. Un policía honesto que sólo
vive de su salario está debajo de la línea de la pobreza, es una persona pobre
pero con un arma y un permiso para ser utilizada en nombre del Estado. En
muchos casos la marginalidad a la que se los somete explica los abusos, pero
sobre todas las cosas explica la fenomenal tendencia a la coima, el garroneo y
todos los negocios que van por las vías en negro. Un problema realmente
complejo.
El sentido común indica que los
problemas complejos requieren de soluciones complejas, todas las respuestas
sencillas, intempestivas y rápidas suelen funcionar como un parche, y si algo
tenemos claro en este país es que los parches no son temporales, duran hasta
que todo vuelva a explotar, algo así como una curita tapando la fisura de una
represa. Admiro el optimismo en quienes ven que en este gobierno la capacidad
de tratar los parches como parches y no como el famoso término bien argento
“provisiempre” o los autoengaños que nos hacemos cuando decimos “Después vemos”
o “Vamos viendo”. A mí la historia me hace ser más pesimista: el parche del 96 llamado
“Fondo del conurbano” recién se volvió a ver en 2016 (20 años después); el
parche llamado “Impuesto al cheque” que nació en los 2000 con fecha de
caducidad a 365 días, lleva 7300 días y todavía no le jodió demasiado a nadie
para que se vuelva a discutir; el parche que llamó “Congelamiento de tarifas”
también nació por un año allá por el 2004 y llevó 12 años volver a sentarse a
discutirlo y explotó como represa con una curita, todos lo sentimos fuerte en
nuestro bolsillo; el parche del 2018 llamado “Deuda con el FMI” todavía nos tiene
con el culo entre las manos. Los parches son rápidos y efectivos, permiten
respirar en el momento pero a la larga las salidas son complejas, dolorosas y
desastrosas, qué mejor ejemplo que la cuarentena que nació como un pedido de
buena voluntad de la gente para que se quede en sus casas para preparar el
sistema de salud y a 6 meses de no haber propuesto nada distinto a que la gente
se quede en su casa (las mismas medidas que se adoptaban en el medioevo,
desconociendo que hoy tenemos tecnología suficiente para rastrear, testear y
aislar) todavía no sabemos cómo salir, si es que los chicos perdieron un año de
educación, si habrá efectos colaterales fenomenales, empobrecidos en niveles
escandalosos y con un sistema de salud agotado y a punto de estallar.
Los parches si no se acompañan
con políticas activas para sacar ese parche a futuro y reestructurar, sólo
posponen en el tiempo la debacle. Y la solución brindada a la policía
bonaerense no es más que eso: una curita en la fisura de una represa a punto de
estallar. Creer que esta vez será distinto a 40 años de historia democrática es
un ejercicio de optimismo que ni el mismísimo Deepak Chopra se
atrevería a realizar.
Los temas complejos deben
tratarse con la complejidad que requieren, desde la solución pero desde el
reclamo también. Apuesto a que muy poca gente y sobre todo que a un policía no le
caen en gracia las prácticas mafiosas que tiene algunos sindicalistas cuando
rodean una fábrica para exigir y extorsionar a los empleados a que se afilien a
su sindicato. Podrán decir que los motivos no son los mismos, pero las formas
si lo son: el grupo de policías bonaerenses que rodeo la residencia
presidencial con los patrulleros y las armas reglamentaria, adoptó la forma
mafiosa y extorsiva que toma el más mafioso de los sindicatos. Por más que un
empleado crea que está mal pago, nadie va a pedirle a su jefe un aumento
salarial con un arma en la cintura, por más no la vaya a usar, eso es
amedrentar, asustar y extorsionar, pero sobre todo desconocer por completo la
función y la responsabilidad que le infiere ser las fuerzas del Estado, ser un
engranaje del mismo sistema. Medirse internamente mostrando armas fuego
claramente genera tensión en un sistema democrático joven que tiene una
historia sangrienta detrás a la que le dijimos Nunca más.
En el medio queda un mar de dudas
que se enmarcan en un gris que nadie se siente con la obligación de explicar y
deja librado al azar millones de teorías conspirativas: ¿Por qué después de 4
años de congelamiento de salarios de la mano de María Eugenia Vidal recién la
protesta surge ahora? ¿Por qué quien fuera el político referente y más
emparentado con la policía bonaerense como Eduardo Duhalde días antes se animó
a vaticinar en público un proyecto desestabilizador de las fuerzas de seguridad
al que todos subestimamos? ¿Por qué el reclamo fue directamente al presidente
de la Nación saltando todas las jerarquías y no se incluyó al real responsable
de la fuerza, Axel Kicillof? ¿Por qué si es las fuerzas policiales tienen un
servicio de inteligencia interno el súper ministro Sergio Berni no se enteró de
lo que se estaba gestando? ¿Por qué se blindo y desapareció de la escena de
conflicto el ministro Berni que hasta ayer estaba subiendo videos de
autopromoción, acusando al Movimiento Evita de tomar tierras, y
que siempre que pudo bajó en un helicóptero a resolver hasta atascamiento de
tránsito aun cuando no era la jurisdicción que le correspondía? No hay siquiera
indicios en el discurso público para resolver estos interrogantes.
A todo esto el gobierno que
arroga la facultad de ser el quien le viene a solucionar los problemas a la
gente y a mantener la Argentina unida tomó una decisión que rompió con el diálogo y
consenso que venía llevando hasta ahora con los actores del oficialismo y la
oposición en el manejo de la pandemia. La imagen de los 3 porteños jefes de los
distritos más importantes del país (Nación, Ciudad de Buenos Aires y provincia
de Buenos Aires) se vio quebrantada por un anuncio del presidente entre gallos
y medianoche donde reinó el oscurantismo, con intendentes opositores que fueron
llevados engañados, con la alusión al diálogo con un jefe de gobierno que no
estaba presente para darle legitimidad a sus dichos, con un gobernador que fue
quien debió resolver el conflicto que no tomó la palabra y nuevamente con sus
famosas filminas que tantos problemas nos trajeron con todos los países del
mundo con datos erróneos y sesgados. Sólo que esta vez el malo no es externo sino
interno y está entre el Río de la Plata y La General Paz, reeditando un
conflicto histórico e infantil: el anti porteñismo. Con tan poco tacto político
que lo único que hizo fue pavimentarle el camino y dejarle el arco libre para que
Horacio Rodríguez Larreta haga el gol que sus votantes estaban esperando:
responder con altura, sin golpes bajos, apostando al diálogo pero firme en
defender los derechos del pueblo que gobierna: lo erigieron como el jefe real
de la oposición.
Quitar el punto de
coparticipación, que según la apreciación del presidente le sobra, es un
atropello que nada tiene que ver ni siquiera con poner un parche a un conflicto
con la policía de la provincia y mucho menos con brindar igualdad a los
distritos, sino más bien parece el lanzamiento de la nueva temporada de aquella
práctica tan afamada que hacía Cristina Fernández de Kirchner con las
provincias opositoras que el periodismo llamó “Látigo y billetera”: quitarle
fondos a los gobernadores que no son de su partido para repartirlo con los que
sí son de su partido. El caso de la provincia de Córdoba fue emblemático porque
durante años les negó los fondos de coparticipación que le correspondían para
dárselos a las provincias que le respondían como la que gobierna Gildo Insfrán
hace 30 años transformando a Formosa en el distrito en el que el 94% de su
gasto público proviene de lo que generan otras provincias y distritos. Aun así
a Gildo todavía le falta tiempo y plata para que su provincia deje de ser una
de las más pobres de la Argentina.
La única explicación que se
encuentra a esta solución es la amedrentar a los distritos que no se repliegan
a la voz del mandamás del país, ya que ese punto de coparticipación no
soluciona los problemas estructurales de la provincia pero si afecta gravemente
a la CABA. Es cierto que la provincia de Buenos Aires no recibe los fondos que
le corresponde, de los 36 puntos que aporta al PBI del país recibe 22, está
retrasada en 8 puntos, 1 punto, sólo la va a hacer estar retrasada 7 puntos,
pero seguirá retrasada. Y más aún si sucede lo que el gobernador prometió de
ampliar a 10.000 efectivos más con ese presupuesto, exactamente el problema que
creó Daniel Scioli al aumentar de 40.000 efectivos a 90.000 efectivos en 6
meses con el mismo presupuesto y casi sin capacitación, pasó lo que iba a pasar:
la plata no alcanzó para todos.
En cambio para CABA la cosa es
muy diferente porque de los 20 puntos que aporta al PBI del país sólo recibe 3,
es por lejos, lejísimos, el distrito más solidario y que más aporta para el
sostenimiento de la Nación y de todas las provincias. Quitarle 1 punto la deja
en 2, antes perdía 17 puntos, hoy pierde 18. Es injusto, es sectario y
netamente político, sigue afianzando la desigualdad y no fomenta la solidaridad
entre distritos, obliga a ser “solidario”, o sea se viola el principio
fundamental de solidaridad: la voluntad. Cuando hay obligación no hay voluntad.
La retórica y la imagen que se
quiere dar es la de la opulencia, en algún momento hasta se dijo que los
helechos tenían luz y agua, y es lógico que se vea de esa manera porque quienes
lo dijeron son dirigentes que viven en Puerto Madero y en Recoleta
respectivamente, en CABA también hay barrios como Pompeya, Villa Luro,
Mataderos, Lugano o Villa Soldati por nombrar algunos en los que no ve pobreza
pero tampoco la opulencia que pretenden graficar. De la misma forma que sería
injusto llamar opulento a La Matanza por los caserones de Villa Luzuriaga o
decir que Itunzangó es un partido de ricos al juzgar por la fastuosas casa
quintas que hay en Parque Leloir. Decir que la ciudad gasta en el Mundial de
asado como algo negativo está al nivel de decir que gasta en murgas y corsos
como si la cultura popular fuera un lujo. Apuntar al arreglo de veredas como un
despropósito muestra el desconocimiento que tienen los políticos en tema de
urbanismo porque el plan de pasar todos los servicios como luz, agua o fibra
óptica bajo tierra mejora, por ejemplo, la posibilidad de que un helicóptero
sanitario pueda bajar en medio de una avenida para rescatar a las víctimas de
la tragedia de Once provocada por el defalco y la desinversión que provocó el
gobierno nacional. Pero sobre todas es importantísimo que los políticos que
hablan del tema de manera sencilla cual cuento de Robin Hood en el que se
roba a los ricos para darle a los pobres, desconoce que todo el presupuesto de
la ciudad que cubre responsabilidades de provincia como salud, educación y
seguridad, pero también responsabilidades de municipio como recolección de
basura, veredas y plazas pasa previamente por la aprobación de un congreso en
el que la oposición tiene su representación.
Los 8 puntos que se le quitan a
la provincia de Buenos Aires son injustos y los 17 puntos que se le quitan a la
CABA también son injustos pero lo que le falta a uno no lo tiene el otro, lo
tiene la Nación y provincias que reciben entre el 400% y 700% más de lo que
producen como Tucumán, Catamarca o Formosa, la plata que le falta a los
policías bonaerenses está en los 2000 empleados que tiene una dependencia
municipal de un pueblo de 2500 habitantes en el desierto catamarqueño o en el
hospitales que le niegan un aborto legal a una nena violada en Tucumán. Esto no
significa que las provincias más pobres no requieran de la solidaridad de los
distritos más productivos, pero debemos plantearnos como es que con los 3
puntos que recibe CABA (dividido por cada habitante serían $46 por cada uno)
tenemos una ciudad próspera; con los 22 puntos que recibe la provincia de
Buenos Aires ($36 por habitante) tenemos una provincia sostenida por alfileres;
y con los 4 puntos que recibe Formosa ($100 por habitante) tenemos una
provincia extremadamente pobre. El problema no es solamente de fondos sino de
eficacia en el uso de esos fondos.
Pelearse entre ciudad y provincia
de Buenos de Aires es desconocer un concepto que parecía que con la pandemia lo
habíamos aprendido: a la provincia y a la ciudad no las separa una calle son un
conglomerado urbano, el AMBA. CABA no tendría tantos recursos propios si no
fuera que todo los días duplica sus habitantes con gente que viene del
conurbano para trabajar y dejar su dinero aquí y la provincia no podría
solventar sus falencias en salud y educación si el 10% de los chicos no
pudieran estudiar en la ciudad y el 50% de las personas atenderse en el sistema
de salud porteño. Es no comprender esa unidad que trabaja solidariamente.
Por último, mucho se discute si a
CABA se le dio 1 punto de más de los 3 que recibe en total, o no y es una
discusión atendible, si se da con el diálogo que no hubo, que no se puede
enmarcar con un mensaje de texto un minuto antes de anunciarlo. Poner a Wado de
Pedro a dar un discurso, al margen de la crueldad de mandar al tartamudo pero
coacheado para que no se note, a decir que como Macri entregó 2 puntos por DNU
(Sí, antes de Macri presidente CABA aportaba 20 puntos y se quedaba sólo con 1)
entonces eso ahora los habilita a sacar un 1 punto por DNU unilateralmente, es
la misma técnica que utiliza el kirchnerismo desde siempre: no le podemos decir
que hacen las cosas mal porque hay otros que también lo hacen mal. Nunca marcar
la diferencia, nunca levantar la vara, siempre pelear en la mediocridad. Como
fuera, los 2 puntos otorgados por Macri no se los sacaron a ningún distrito,
eran puntos que le correspondían a la Nación y que eran lo que gastaba
(bastante discutible) en mantener a la policía federal luego devenida en
policía metropolitana. Lo que es cierto es que los fondos que se otorgaron en
2016, hoy en 2020 después del 50% de inflación que dejó Macri al menos están
desactualizados, lo mismo que no entendió en kirchnerismo cuando no actualizó
el valor del “Fondo de conurbano” porque no había tal inflación. Más lógica
tienen los gobernadores oportunistas que desde el año 1994 no quieren sentarse
a discutir una ley de coparticipación más justa porque “otras cosas urgen”
cuando apoyaron la medida creyendo que “el punto de más” que otorgó la Nación a
CABA volvería a la Nación y por ende debía dividirse en partes iguales a todas
las provincias y no beneficiar a una sola.
La función del Estado también es
ser pedagógico, con esta decisión se da a entender que cualquier trabajador
puede extorsionar a un presidente rodeando la residencia de Olivos y él
responderá, que los fondos coparticipables se otorgan a los que caen bien y se
quitan a los que caen mal, que el presidente es el padre de todos los
argentinos al que se pide plata y entrega sin presentarle un plan, que cuando
se aduce a que hubo un dialogo entre dos personas pueden no estar ambos presentes
para legitimar esa decisión, que cuando un distrito de Estado acude a la
justicia para resolver un conflicto con otro distrito del Estado es porque
siente que hubo injusticia internamente.
Con esta nueva temporada de
“Látigo y billetera” sobre todo se nos enseña que no está en los planes del
presidente tener a la Argentina unida o cerrar una grieta sino ahondarla cada
vez más y construir diferencias insalvables. Quienes votaron al Alberto
moderado, recibieron a la Cristina más enojada.
Publicado por Juani Martignone
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