Feminista no, femenina

“Todos los días millares de mujeres abandonan el campo femenino y empiezan a vivir como hombres. Trabajan casi como ellos. Prefieren, como ellos, la calle a la casa. No se resignan a ser madres, ni esposas. Sustituyen al hombre en todas partes. ¿Eso es “feminismo”? Yo pienso que debe ser masculinización de nuestro sexo. (…) Cada día es mayor el número de mujeres jóvenes convencidas de que el peor negocio para ellas es formar un hogar. Y sin embargo para eso nacimos. (…) En la puertas del hogar termina la nación entera y comienzan otras leyes y otros derechos (…) Por eso cada día hay menos mujeres para formar hogares (…) Nacimos para construir hogares. No para la calle. (…) Por eso necesitaba mujeres así, infatigables, fervientes fanáticas. Era indispensable ante todo “censar” a todas las mujeres que a lo largo y a lo ancho del país sentían nuestra fe peronista” Aunque hoy este discurso puede asociarse más a las ideas de José Gómez Centurión, corresponden a la tercera parte “Las mujeres y mi misión” de las memorias de Eva Duarte de Perón, Evita, titulada “La razón de mi vida”.

Sería extremadamente injusto y descontextualizado juzgar a una dirigente política de otra época por sus dichos en 1951, si se traen a colación, es porque hoy, 70 años después, pareciera ser que estas ideas persisten. El problema surge cuando se quiere armar un relato épico de historia que, como todas las historias, tiene falencias, errores y visiones contrapuestas pero que a la larga nos llevaron a esta actualidad. Porque la influencia de Eva Perón, incluso con ideas que hoy calificaríamos bien machistas, llevó a que sea su partido sea el que nos dió las dos únicas mujeres presidentas de la Argentina: la primera, Estela Martínez de Perón, llegó por las vicisitudes de la vida de la mano de su esposo (sin él probablemente no hubiese tenido un lugar en la historia); la segunda, sin embargo, Cristina Fernández de Kirchner, a pesar de ser la mujer de un político, siempre fue una mujer dedicada a la política, con carrera y antecedentes en la misma, de hecho a nivel nacional y previo a los kirchneratos, la figura de Cristina senadora era muchísimo más conocida que la figura del Néstor gobernador.

Tener el optimismo histórico como lo tiene el historiador Felipe Pigna al considerar que hoy Evita sería quien lidera el movimiento feminista es un acto de revisionismo de magnitudes colosales o al menos está bastante descontextualizado. Para cuando Evita surgió como figura política, el movimiento feminista ya existía casi tal como lo conocemos hoy. Figuras como Alicia Moreau de Justo, Cecilia Grierson, Julieta Lanteri y hasta la mismísima Lola Mora integraron movimientos feministas de distintas pertenecías partidarias pero todas unidas en el objetivo de acortar la brecha de género que produjo, entre otras cosas, la incorporación del aborto no punible, legal y asegurado con ciertas causales en el código civil, 30 años antes de la aparición del peronismo y un siglo antes de que existan los pañuelos verdes colgados en las mochilas.

Eva no le quitó importancia al rol de la mujer, reformuló la visión feminista por una femenina en la que la mujer no ocupe lugares de importancia en las calles sino como la formadora de futuras generaciones capaces de votar al peronismo, siempre desde los hogares. Una gran estratega política pero lejos de los preceptos del feminismo de la época que proponía la liberación de mujer para escoger su destino sea la calle o el hogar, y del feminismo actual que aboga por romper el llamado “techo de cristal” que no le permite a las mujeres ocupar cargos de importancia. Eva no quería mujeres feminista (en todo su libro hace hincapié en que no se la reconozca como tal) sino que quería mujeres femeninas y que fueran peronistas, el resto de las mujeres no contaban, incluso en algunos casos (y por cuestiones de contexto histórico) las despreciaba.

Esta idea de que el feminismo o el “movimiento femenino” es un derecho que pueden gozar sólo aquellas personas que comulgan con las ciertas ideas partidarias, hoy no se han abandonado. No hubo siquiera un mínima reformulación de las bases planteadas por los líderes. Subordinación y valor, como en un servicio militar.

La terna planteada, ya en el año 2019, para ocupar el puesto vacante en la Cámara Nacional Electoral por primera vez en la historia de la Argentina llevó una mujer, Alejandra Lazzaro, a la cabeza en la orden de mérito, o sea que, por conocimientos, por lo exámenes que debió rendir, por su trayectoria como jueza, es la más calificada para ocupar ese puesto. Previo a esto debió pasar por un concurso en el que de los 50 candidatos que se presentaron sólo 9 fueron mujeres. Durante los años que duró el concurso se sometió a constantes entrevistas, impugnaciones y varios cambios en la forma de calificar. Aun así obtuvo el primer puesto. Saldada la cuestión de calificación ahora debía saldar la cuestión de género: compartía la terna con dos varones. El ex presidente Macri, fiel a su estilo enajenado, decidió no elegir y que la bomba le explote al próximo. El próximo, el actual presidente Alberto Fernández, sin acudir a la hipocresía que su antecesor, decidió por el segundo mejor calificado: un varón.

Está claro, porque lo dijo en varias oportunidades, que el presidente desprecia el mérito. A los puestos de importancia no se llega siendo el mejor, sino teniendo cualidades que aún no ha dejado en claro. Por esa razón es lógico que se cuelen teorías de que el eligió a un varón segundo mejor calificado, el juez Bejas, por ser íntimo amigo del gobernador Manzur de Tucumán y ex apoderado del partido justicialista tucumano. La senadora Anabel Fernández Sagasti en su defensa acérrima de un varón menos calificado asociado a una dinastía de machos de una provincia que cercena derechos de las mujeres, por encima de una mujer mejor calificada, fue más concreta y dijo “No estamos discutiendo una cuestión de género, estamos discutiendo un interés partidario particular sobre la Cámara Nacional Electoral de la Argentina” aludiendo a la afinidad con el partido radical de la jueza Alejandra Lazzaro. Afinidad que como sucede con Bejas y Manzur es apenas una suposición porque ni ella, ni su marido y ni siquiera su suegro, el mismísimo nieto de Arturo Fondizi, están afiliados al partido radical. Y aun así, si lo fuera ¿Cuál sería el problema? Ya lo dijo Eva Perón 70 años antes, para gozar de los beneficios del movimiento femenino primero se debe “censar” a las mujeres para corroborar que tengan verdadero fanatismo peronista, sino mierda.

Por lo tanto para que una mujer pueda romper el famoso “techo de cristal” primero debe demostrar que su condición de mujer no es un impedimento, que está muy calificada para ocupar el puesto, incluso demostrando antecedentes en un país donde es difícil para una mujer armarse un curriculum en puestos de importancia, y por último, que coincida políticamente con el presidente de turno. A Lazzaro primero le tocó un presidente que de política no entendía nada y se abstuvo y después le tocó otro que si no le podes demostrar verdadera lealtad peronista no te considera por más calificación que tengas o por más que ese mismo presidente se haya adjudicado el mote de ser el primer presidente feminista que venía a acortar la brecha de género. No explicó que sólo la acortaría con las feministas de su partido.

Sagasti también dijo que el pliego en total contiene un 50 % de mujeres en otros puestos judiciales y que eso debería considerarse verdadera política de género, reproduciendo una vez más, la lógica de dar muchas pequeñeces para mostrar número pero cuando los puestos son esos que realmente importan, las mujeres quedan afuera. También aludió que no es ilegal elegir uno de los 3 postulantes, y claramente no lo es, el tema es que teniendo la oportunidad histórica de equilibrar la balanza en pos del género más desvalido se elige perpetuar una vez más con un cargo de por vida a una persona que cumple con la lógica patriarcal. Algo así como apoyar las políticas de género siempre y cuando vengan de su partido político (el mismo concepto que el proyecto de ley de aborto) sino es así, prefieren seguir incentivando estructural de violencia patriarcal que ellos mismos dijeron que venían a destronar.

El problema de que los discursos no se traduzcan en actos efectivos es que todo un movimiento de reclamo de derechos se vuelve un mero relato. Ser un gobierno feminista ya no es aprovechar las oportunidades que se nos presentan por primera vez en la historia con una mujer mejor calificada que cualquier varón para equilibrar en cuestión de género una Cámara que hasta la fecha nunca tuvo una sola mujer y no la tendrá, al menos, hasta que alguno de los 3 integrantes muera, sino decir que apoyas la paridad. Tampoco lo es presentar un proyecto de aborto legal en las fechas prometidas en el discurso del comienzo de sesiones ordinarias, sino decir que estás comprometido con la causa.

El feminismo está dejando de ser actos concretos para ser una sobre exposición de pañuelos verdes, lenguaje inclusivo, y oficinas del Estado con mujeres que festejan cada palabra que dice el cacique del partido, las beneficie o las perjudique. Un relato.

Los relatos son importantes para la construcción de una historia, de un panteón, siempre y cuando no sean mentirosos, porque en ese caso pasan a ser operaciones ridículas que sólo tienen como fin un adoctrinamiento en vez de la promoción del debate púbico, incluso sobre nuestra historia pasada, como nos pasa cuando asumimos a Eva Perón como un estandarte del feminismo, que no lo fue, y desconocemos otros hitos importantes que legó. Del mismo modo que en el aniversario de la muestre de Néstor Kirchner se haga circular una estampita asociándolo a él con el aborto legal, cuando fue uno de los presidentes que bloqueó el debate de la ley y el que fue su partido, a la fecha, hizo menos por el tema el presidente liberal Mauricio Macri.

 

 

Estamos maduros como sociedad para mentirnos a nosotros y permitir que la historia se escriba con la visión de lo pretendemos que sea en detrimento de lo que realmente es. En nosotros está la oportunidad de no dejar que el movimiento feminista se reduzca a un mero relato partidario y se vuelva una real política de Estado, seas del partido político que seas.          

 

Publicado por Juani Martignone

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