Ganó el discurso provida
Desde la semana pasada en la ciudad de Buenos Aires pasamos de ASPO (aislamiento social preventivo obligatorio) a DISPO (distanciamiento social preventivo obligatorio). Después de casi 9 nueves meses, nada menos que el tiempo que dura un embarazo, la sociedad pasó por un tiempo de gestación suficiente bajo la tutela y supervisión paternal, y hoy se encuentra madura para afrontar los riesgos de una pandemia solamente con la herramienta de la información para la prevención y un Estado que se hará presente sólo en caso de “desgracia”.
Algunos podrán decir que 9 meses
fue demasiado para preparar un sistema de salud erosionado y educar a la gente
en prevención, o que debió manejarse de otra manera, sinceramente no lo sé, pero entiendo que todos
tendrán sus motivos válidos. Lo que sí creo, es que 9 meses fueron más que
suficientes para instalar los conceptos del discurso provida. Esta idea de
hacer esfuerzos denodados para mantener la vida biológica de los seres
vivientes prohibiendo y coartando decisiones sin importar qué calidad de vida
es la que estamos manteniendo. No importa qué queremos, qué necesitamos o
cuáles son nuestros alcances, nos atan de pies y manos y nos obligan a mantener
esa vida ¿qué hacer con esa vida? Eso sí, ya es una decisión personal.
Está más que claro que ante una
pandemia de rápida propagación un presidente no puede quedarse de brazos
cruzados y dejar que una población entera decida sobre su vida provocando así
un desastre sanitario y un posterior reclamo a las autoridades, y hoy en día es
contrafáctico pensar qué hubiera pasado si una vez fortalecido el sistema de
salud, se hubieran empeñado en promover campañas de concientización en vez de
prohibir para cuidarnos. Quizás alguien con suficientes herramientas no hubiera
“salido a buscar el virus” como afirmaron desde el gobierno, algo así como esa
idea de que hay mujeres que se embarazan para cobrar un plan social. Lo cierto
es que con tan poca información y con estrategias mundiales cambiando minuto a
minuto, toda decisión pudo estar correcta o errada, sólo el tiempo lo dirá. Lo
que si podemos decir es que desde el momento cero la estrategia comunicacional
estuvo basada en ponderar los mismo conceptos que ponderan los grupos anti
aborto que se autoproclaman “provida”.
Si pensamos en el discurso de los
anti aborto, ellos pretenden prohibir una práctica y cercenar el poder de
decisión, incluso amenazar con la cárcel a quien lo hiciere, para defender por
sobre todas las cosas una vida que ellos consideran una persona con derechos;
en cambio, no dan respuestas a qué harán para que sobreviva una vez salvada de
la malas manos del aborto si esa vida en efecto se mantiene. El discurso pro
cuarentena eterna pretende prohibir una práctica y cercenar el poder de
decisión, incluso amenazar con la cárcel a quien lo hiciere, para defender por
sobre todas las cosas la vida, el presidente Alberto Fernández dijo en una de
sus mil millones de intervenciones públicas “Estamos enamorados de la vida, por
eso los cuidamos tanto”; en cambio, no dan respuestas a qué harán para una
persona sobreviva una vez que es salvada de las malas manos del coronavirus. Se
trata solo de vida porque en lo que respecta calidad de vida no podemos hablar
de sociabilización, de angustias, de educación, de seguridad, de jubilaciones
que pauperizan, de al menos tener un plato de comida asegurado, o de tener la
certidumbre que no vamos a estar viviendo aferrados con las uñas a un estándar
de vida porque la pobreza nos respira cada vez más cerca de la nuca. No, no es
calidad de vida, es vida a secas, como la que proponen los provida.
Si pensamos en las respuestas que
nos da este discurso provida, vamos a encontrar que en ambos está esta idea de
solución mágica que todo lo resuelve de la noche a la mañana. En un caso es
darlo en adopción y en otro, es una vacuna. Nada dicen de los procesos que
ambas “soluciones” conllevan, de los tiempos que tardan y que, aunque podrían
dar soluciones con cierto grado de efectividad, no resuelven el problema de
base que es tener conciencia de que, con o sin solución mágica, debemos cuidarnos
para tener justamente una mejor calidad de vida. De hecho, ambos discursos
enfocan sus propagandas en reforzar la importancia de la prohibición, nunca en
la importancia de los cuidados para no caer en uno u otro. En ambos, la muerte
es el motivo que tiñe de oscurantismo todo: “es esto o la muerte”.
Como sucede en todos los casos de
prohibiciones férreas en las que se intenta persuadir bajo amenaza de cárcel y
muerte pero no se da información efectiva de los riesgos a los que uno está
expuesto, surgen algunos descreídos que inventan teorías alocadas y
conspirativas en las que una mente única y perversa tiene un plan masivo de
aniquilación de personas (o de fetos). Y como los descreídos o poco informados
(o informados por páginas falopa) están también los que se hartan de esperar un
Estado que comprenda sus necesidades y recurren esas prácticas que les prohíben
pero de forma clandestina: de la misma manera que se hacen abortos
clandestinos, se hacen fiestas clandestinas en cuarentena o jardines de
infantes clandestinos, que duelen mucho más por el punto de enajenación del
gobierno.
El discurso provida ya ganó. Ganó
cuando a la fecha seguimos teniendo gente aterrada encerrada en sus casas
porque afuera los encuentra la muerte y como están enamorados de la vida
esperan esa solución mágica sin saber que sólo los salvará tener más
información que no se encargan de divulgar efectivamente.
Pero este discurso no se asentó
mágicamente producto de la cuarentena y los comunicados oficiales enamorados de
la vida, ya venía tomando fuerzas de la mano de los grupos veganos que también
hacen esfuerzos denodados por mantener la vida animal sin pretender educarnos
en la alimentación, solo queriendo prohibir, sin querer apuntar a la calidad de
vida sino a mantener la vida por la vida en sí y acusando a todo aquel que no
se una a sus filas de pro muerte. No se admiten discusiones sobre el sentido
que tiene o no mantener algo con vida (llámese feto, llámese animal) y en
relación al sentido tendría su “muerte”. El objetivo es la vida a secas, y como
sucede con los anteriores ejemplos se vuelve a dar la misma matriz de
defensores informándose en páginas falopa sobre teorías conspiranoicas y mercados
clandestinos de animales en vías de extinción porque ante la prohibición sin
información y concientización surge el camino furtivo de los que se creen
rebeldes y plantean todo un sistema invisibles a los ojos del Estado.
Prohibir y amenazar con cárcel en
pos de la vida, retacear información y por consecuencia dejar librado al azar
el florecimiento de teorías infundadas, promover indirectamente la
clandestinidad, acusar a los demás de moverse en pos de la muerte, defender
conceptos a secas sin incorporar las complejidades que estos conceptos conllevan,
es el discurso provida que cada vez cala más profundo y cada vez lo vemos más
natural y acertado.
Amar la vida parece ser amar un
concepto porque para amar la vida primero hay que nacer, luego hay que tener
motivos suficientes para poder amarla y no odiarla, además debemos ser
conscientes de la finitud de la vida y de lo azarosa que puede ser puede ser,
entonces poder plantearnos qué es lo que vamos a hacer con esa vida que tenemos
para que luego cuando indefectiblemente esa muerte llegue, irnos sabiendo que
realmente hemos tenido una vida.
En 1980 Eladia Blázquez nos
hablaba de honrar la vida, para no caer en el discurso de apenas vivir sin que
esa vida valga la pena, lo que hoy llamamos discurso provida. Porque según ella
permanecer, existir, callar, consentir, durar, transcurrir, vivir, no es lo
mismo que honrar la vida. Quizás sea ese un buen punto para empezar a debatir.
https://www.youtube.com/watch?v=e9bi1aW98Uo
Publicado por Juani Martignone
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