Mujeres unidas en la diferencia
En el debate por la ley que pretende asegurar el derecho al aborto, la diputada Silvia Lospennato arranca su discurso diciendo: “Ninguna diferencia, ninguna grieta pudo separarnos. Lo que hace años no logra la política argentina lo estamos haciendo las mujeres esta noche”. Sólo hace falta mirar los números del resultado de la votación para darse cuenta que lo que dice la diputada no es más que la realidad: el tema del aborto no es potestad de uno u otro partido, en todos los bloques votaron divididos a favor o en contra sin importar su afiliación partidaria.
Es justo aclarar que hay partidos
más chicos que votaron en consonancia todo el bloque y a favor de la ley, como
el partido socialista (que sí tiene al aborto en su plataforma desde antes que
el tema fuera mainstream) y la izquierda, que a pesar de que en el medio del
debate la diputada Romina Del Plá tuvo que abandonar su banca (por su política interna
de rotación de sus dirigentes para que todos puedan participar del debate público)
quien la reemplazó, Juan Carlos Giordano, votó en la misma línea de su
antecesora. Cabe destacar también, que ninguno de todos los que se proclaman liberales
o libertarios o están en pos de la libertad, votaron a favor de que las mujeres
tengan la libertad de decidir por su propio cuerpo. Ninguno. Algo curioso
porque la filosofía liberal brega por todo lo contrario, porque cada individuo
pueda decidir su propio proyecto de vida sin que el Estado te castigue o te lo
impida. En los países más desarrollados la iniciativa del aborto siempre es
empujada por los partidos liberales. En el nuestro la palabra liberalismo tiene
una connotación meramente económica y peyorativa y quienes dicen representar
estos valores dan más que suficientes motivos para creer eso. Este es un
ejemplo bien claro.
¿Por qué Lospennato afirma que en el tema del aborto no hay grietas? Quizás porque es una injusticia que marca a todas las mujeres por igual, sin importar si en un cuarto oscuro ponen la boleta de Mauricio Macri o la de Alberto Fernández. Cuando la maternidad no es deseada abortan peronistas, macristas, radicales, socialistas, izquierdistas, liberales y católicas también. Y lo hacen en la más oscura de las clandestinidades, poniéndose en riesgo y en un profundo secretismo para evitar el juicio social. Una clara injusticia. Y cuando la injusticia cala hondo, la afiliación partidaria pasa a ser un detalle, el problema es tan grande y tan grave que es necesario unirse en la diferencia y tirar todos para el mismo lado por un mismo bien común. Lo que significa que cuando queremos, podemos hacer que el país vaya para una misma dirección en la que creemos justa sin estar signados por la grieta o por marcarnos constantemente la diferencia.
La Argentina ha dado pruebas de
que es posible hacer un país en el que todos los habitantes, independientemente
del partido político al que pertenezcan, caminen hacia un norte común o se
alejen de aquello a lo que no quieren volver. El ejemplo más claro es la vuelta
de la democracia en 1983, de la que el mismo día del debate se cumplieron 37
años. Luego de haber vivido una dictadura sangrienta que nos empobreció como
nunca y que nos llevó a la guerra, el pueblo argentino dijo nunca más; enjuició
a los responsables del Estado, a los responsables de la guerrilla y empezó a
transitar un cambio cultural que hizo que todos los que nacimos y vivimos después
de ese hito, sepamos que no hay mejor forma de vivir que en democracia. Aunque
haya diferencias, aunque haya crisis, aunque haya corrupción, la única forma de
salir es la democracia; y el 2001 es el claro ejemplo: el país estalló por los
aires, social, política y económicamente, aun así la respuesta fue institucional
y no con una dictadura.
La frase que marcaría el nuevo
paradigma cultural, fue la que dijera el entonces presidente Raúl Alfonsín que “con
la democracia se come, se cura y se educa”. Sería bueno tener este norte en
claro sin importar las grietas políticas porque vivimos en un país donde 6 de
cada 10 chicos son pobres y 2 de ellos no come; porque somos el país que se
encuentra en el ranking de más muertos por millón de habitantes a causa de la
pandemia y el segundo en manejarla peor, según Bloomberg; porque en un año
entero no se pudo asegurar la escolaridad de los chicos y más un millón de
estudiantes desertaron, menudo futuro nos espera. No importa ya quien dejó más
cantidad pobres y si fueron consecuencia de la política o la pandemia; quien
puso el SAME, equipó un hospital o inauguró tres veces el mismo; quien entregó
más computadoras o quien cerró mejores paritarias; no es momento de demostrarnos
quien es mejor dirigente político o quien fue el peor, para eso están las
campañas electorales, es momento de solucionar los problemas que nos son
urgentes. Con el tema del aborto las mujeres nos dan una enseñanza: cuando algo
urge no importa quién lo hace, importa que se haga.
Claramente existen oportunismos
políticos, es muy curioso como algunos legisladores cambiaron mágicamente de
ideales respecto del aborto porque ahora quien lo presenta es el líder de su
partido, si el actor y humorista Groucho Marx viviera diría “estos son mis principios,
si no le gustan tengo otros”. También es extremadamente vil que la oposición se
niegue a darle la aprobación a un proyecto en el que cree para no darle el rédito
político a su contrincante. Negarse a ampliar derechos porque el gobierno
actual es ineficiente para gestionar el hambre, la salud y la educación, no
habla de políticos que gobiernan para la gente, habla de políticos que
gobiernan para hacerse propaganda a ellos mismos, mostrando sus aciertos o
marcando los desaciertos de los opositores. Políticos que se miran el ombligo
mientras afuera las mujeres se mueren en una tapera por un aborto mal practicado.
Es cierto que el peronismo se
caracteriza por apropiarse de banderas para darle fuerza y capital político a
sus filas y el aborto podría ser una. El hecho de presentar un proyecto
exactamente igual al que venían presentando hace 15 años las mujeres de la
campaña del aborto legal, seguro y gratuito con la única diferencia que éste lo
firma un señor, Alberto Fernández, es
repetir las prácticas que hicieron previamente cuando se apropiaron el proyecto
de Alicia Moreau de Justo del partido socialista para el voto femenino, o del
proyecto de Margarita Stolbizer y Alfredo Bravo, también del partido socialista,
para el matrimonio igualitario. La oposición toma nota que en los anales de la
historia argentina y en el inconsciente colectivo sólo queda que Evita dio el
voto femenino, Cristina el matrimonio igualitario, que puede ser Alberto el que
dé aborto legal y poco se recordará e incluso se invisibilizará toda la lucha
previa que llevó a que esa circunstancialidad se dé en ese momento. Cada
intervención que hicieron los diputados del oficialismo haciendo alusión a que
el debate se da gracias al presidente, confirma los miedos de la oposición; y
el lema que reza que “el peronismo es el único que amplía derechos”
invisibilizando a todos los colectivos que luchan detrás, también.
Lo cierto también, es que hoy
sólo depende del Senado de la Nación Argentina, que preside la vicepresidenta
Cristina Fernández, que hasta ahora demostró que ese recinto aprueba absolutamente
todo lo que pide sin peros ni modificaciones de las comas. Veremos si a pesar
de ser la primera presidenta mujer electa por el pueblo que en los 8 años de
gobierno bloqueó sistemáticamente el debate por el derecho al aborto, hoy es la
mujer deconstruida que dice ser y es capaz de mover toda la influencia que
tiene sobre su Senado, que a pesar de tener fuertes detractores como Lousteau, pero
que a fin de cuentas termina siendo adicto a la señora.
Como la llama el politólogo Andrés
Malamud, la “aplanadora argumental” Silvia Lospennato lo dijo muy claro: esta
lucha sólo le pertenece a las mujeres. Aun así se llevó críticas por aclarar
que este tema se discute hoy gracias a que Fernández cumplió su promesa
(bastante más tarde de lo prometido, pero la cumplió al fin) pero que también
el tema está en la arena publica y en las mesas familiares porque fue Macri el
primer presidente que habilitó el debate. Esto es una realidad que no debería
molestar a oficialistas ni a opositores. El 12 de febrero de 2018, yo
personalmente participé del evento que se hizo para presentar, como todos los
años, el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, y con los presentes
no logramos ni cortar una calle de la poca cantidad de gente que había. No
había medios, no había parlantes, ni banderas de ningún partido, eran unas
pocas mujeres que en soledad y hace años iban a presentar un proyecto de ley que
amplíe sus derechos, eventualmente acompañadas de algún puñado de personas que
entre esos una vez estuve yo. La marea verde, esa multitudinaria movilización
que reclama el derecho al aborto y apiña en la puerta del congreso para las
vigilias, surgió por primera vez en 2018, unos meses después, cuando por
primera en la historia un presidente habilitó el debate de este derecho. No
podemos pelearnos con la historia, ni ocultarla.
Habiendo escuchado casi todos los
discursos del debate de esta ley, a priori, puedo sacar dos conclusiones. La
primera es que hay políticos que no saben hacer política si no es ensuciando al
adversario y vanagloriándose de ellos mismos. La segunda, y quizás la más
importante, es que la mayoría de nuestros representantes no están aptos para
tener un debate, confunden argumentos con retórica, repiten sloganes que no
saben justificar, inundan de sensaciones personales las decisiones públicas,
les cuesta seguir una línea argumental y tiran frases una detrás de otra
procurando que sólo tengan punch. Lo peor es que ambas conclusiones aplican
para los que votan en contra y también a favor, lo que demuestra que nuestra
representación en el parlamento es pobre, o bien refleja nuestras carencias
como sociedad.
Pero también me encontré con muy
buenos discursos de ambos lados, entre ellos me impresionó el del diputado
socialista Enrique Estévez que sin chicanas, sin intentar sacar tajadas
partidarias, en pos de la solicitud de la gente, concreto, con argumentos bien fundamentados
y, aunque parezca menor, bien estructurado en las palabras y la oralidad pudo
esgrimir todos los argumentos que lo llevaban a votar a favor. Escucharlo me
hizo pensar que es posible esa Argentina en la que puede debatir y ponerse de
acuerdo en cuestiones fundamentales y urgentes en la diversidad y sin marcarnos
constantemente la diferencia porque lo que importa es algo más grande. Por eso,
cuando finaliza el diputado dice: “La marea verde no es una moda presidente, es
la lucha por más libertad, por igualdad y por dignidad, y estas luchas nunca
retroceden, siempre avanzan”
Me quedo con esto último. Los
derechos no son modas, no les pertenecen a ningún partido, son luchas que sólo
avanzan, nunca retroceden. A veces se dan en soledad y de a pequeños pasos, a
veces logramos que por primera nos escuchen, otras veces que otros muevan todos
sus artilugios para conseguirlo, pero siempre para adelante, siempre subiendo
un escalón. Por eso sé, que con estas mujeres unidas en sus diferencias pero
siempre a favor de sus derechos, tarde o temprano será ley.
Publicado por Juani Martignone
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