Privilegios de casta

El primer ministro Lars Hesselboe paga una compra personal (irrisoria a efectos prácticos) con la tarjeta del Estado y eso marca el principio de lo que sería la caída de su gobierno ante una sociedad danesa que no puede admitir que se use el dinero público en cuestiones personales porque considera que el Estado no es la propiedad del político de turno, sino de la ciudadanía y justamente ellos, los políticos, son sus servidores y quienes deben rendir cuentas a la sociedad que representan. Con estas primeras escenas arranca la formidable serie “Borgen” que hoy se encuentra en Netflix y que cuenta los entretelones de la política parlamentaria que bien podría trasladarse a nuestro país para repensar, en base a un ideal, cómo queremos que funcione nuestra política local.

En Argentina se dice que los políticos son una clase social distinta: la clase política. Para ellos corren unas reglas distintas de las que corren para la sociedad pero que, a diferencia de la serie danesa, no son para brindar el ejemplo a la sociedad, dejar en claro el Estado es algo público y no personal, que no tienen intereses personales sobre la decisiones que toman o que son los primeros en respetarlas. Por el contrario, la clase política argentina funciona como una casta, en la que sólo se obtienen privilegios indiscutibles por el mero hecho de pertenecer sin necesidad de rendir cuenta alguna.

Del mismo modo que el sistema de casta de la India, alguien nació en la Brahman no se cuestiona por qué no tiene las mismas obligaciones que alguien que nació en la Harijan, para nuestros políticos simplemente así funciona. No se cuestionan por qué son una clase llena de privilegios que no posee la ciudadanía común sino que los exponen como el curso natural de las cosas y la pandemia nos mostró cruelmente esta cara de la política. Podríamos hablar de las miles de veces que el presidente retó a la población por los encuentros sin cuidados y después lo vimos en asados con sus amigotes sindicalistas sin cuidado alguno; o de los esfuerzos económicos que debimos afrontar en cuarentena cuando ellos se negaron sistemáticamente (y con ayuda de parte de la población que los arengó) a reducirse simbólicamente sus salarios o la vasta legión de asesores que tienen; o bien, los congelamientos de jubilaciones y posterior fórmula en la que asumen que la población mayor y envejecida debe perder económicamente porque no cierran las cuestas fiscales, a la vez que se autorizó que la dos veces presidenta de la nación y actual vicepresidenta cobre varias jubilaciones acumuladas (más su actual salario, más su jubilación por los años de senadora) llegando a valores que gente que trabaja a destajo sabe que no cobrará en su vida en un país en el que la mitad de la población es pobre.

Sin embargo creo que hay dos casos que grafican este sistema de castas arcaico que en nuestro país se mantiene con total naturalidad y que nadie se cuestiona porque no es un privilegio de algún partido político por sobre otro, sino un privilegio de todos los políticos: son los casos de Carolina Píparo y Victoria Donda. Dos representantes de dos partidos antagónicos que como nos enseñara la trigonometría, si hablamos de ángulos opuestos por el vértice, los dos son exactamente iguales.

 


Sin entrar en los detalles finos de caso porque a la larga esa verdad sólo la saben ellas lo importante es analizar qué tipo de respuestas dieron cuando los hechos se hicieron de público conocimiento. A diferencia de Lars Hesselboe, no dejaron la posición de privilegio que ocupaban sino que respondieron con la conciencia de la clase y en base a dichos privilegios de los que gozan: funciona así, siempre funcionó así, hay ciudadanos que también lo hacen, por lo tanto, no hay nada que discutir.

No sabemos si Píparo atropelló intencionalmente a esas personas, o si se sintió amenazada porque detrás tiene una historia pesada que la hizo asustar, o si estaban alcoholizados, ella y su marido, y no se dieron cuenta del accidente. Lo que sabemos con certeza es que atropelló y abandonó en la calle a dos personas. Para ponerlo en las palabras correctas: una funcionaria pública, una servidora de la sociedad, atropelló a dos personas y las dejó tiradas a la buena de Dios. Por este sólo hecho, en la utopía (no tan utopía para los escandinavos, sí para nosotros) de “Borgen” esta mujer hubiese perdido su puesto público.

Tampoco sabemos si es cierto que la empleada doméstica boliviana que tenía Donda en su casa, en efecto, empezó a trabajar menos horas de modo tal que durante 3 años consecutivos en los cuales la inflación llegó casi a 200%, su salario quedó estancado en $5000, o sea que si nos fijamos en lo que debería cobrar por ley nos indica que la señora pasó de trabajar 5 horas por día en 2018 a aproximadamente 45 minutos por día en 2020. Tampoco sabremos si es cierto si le había hecho o no los aportes previsionales y si aprovechó la cuarentena para no pagarle o para terminar la relación laboral por un eventual problema personal de la empleada. Lo que sabemos con certeza es que para salir de todo este embrollo, Vicky, le ofreció un plan y un puesto en la oficina estatal que ella dirige. Para ponerlo en las palabras correctas: una funcionaria pública, una servidora de la sociedad, usó la ventaja de dirigir un ente estatal para poner a dedo a una persona que tenía un conflicto con ella a modo de compensación. Por este sólo hecho, en la utopía de “Borgen” esta mujer hubiese perdido su puesto público.

Pero como ser político no es dejar de ser también una persona común y corriente es justo que ambas gocen de la posibilidad de la defensa, y eso se hizo, se les dió derecho a réplica, y ante toda la enmarañada situación de la que debían salir, pronunciaron frases que demostraron que eran seres más despreciables de lo que hasta el momento podíamos deducir por sus actos, incluso, teniendo un poco de humanidad, amor propio o vergüenza ajena muchos sentimos que era mejor que se quedasen calladas porque no queríamos enterarnos que esa es la clase de gente a la que le pagamos un salario entre todos para que nos gobierne.

Píparo atropelló porque las personas que estaban muy cerca de ella “tenían aspecto de ladrones”. Donda se arrepiente de haberle ofrecido un puesto a dedo a una empleada que a las claras negreó durante 3 años y que luego la denunció “porque no hay que confiar en esa gente”. Tengamos en cuenta lo siguiente: si andamos en moto muy cerca de una funcionaria pública tratemos de no vestirnos como gedes o guachines porque la señora va a pensar que somos chorros y nos atropellar y dejar tirados en la calle porque puede; y si somos bolivianos y trabajamos para una funcionaria pública debemos saber que no podemos exigir los aportes correspondientes o nos tenemos que conformar con tongo del Estado porque si no, nos acusará en TV abierta que no somos dignos de su caridad, porque la funcionaria puede hacerlo.

Es tan fuerte el desprecio de clase que ambas hacen que es digno de denunciar en el INADI, pero ahí  tenemos un problema, porque ese ente es dirigido por una de la implicadas que ya nos demostró que en ese lugar se hace lo que ella dice, se contrata a quien ella quiere, se ayuda a los que ella conoce y se apela en las causas que a ella le tocan, básicamente porque no es un ente público, sino de ella. Así lo defendió como si fuera el normal funcionamiento de una institución del Estado. Todo esto con el aval del mismísimo presidente. No más preguntas señor juez, estas señoras no pueden ser juzgadas, son de la casta que no debe rendir cuentas como los demás mortales y que pueden discriminar o basar sus actos en odios raciales arraigados porque a ellas no les pesa la misma ley que a los que decimos “negro” en la calle en nos denuncian por discriminación.

Seguramente “Borgen” es una utopía porque para nosotros los políticos no deben dar ejemplos, tener una conducta intachable o reproducir patrones y estereotipos que nos matan. Para un argentino, entrar en la política es un espacio de impunidad que no goza ni el empresario más millonario del país (Recordemos que el ex presidente Menem mandó a explotar un pueblo entero para tapar pruebas de la corrupción y hoy sigue cobrando un sueldo de senador y no va preso por sus fueros).

 


Lo que más me gustó de haber visto la serie “Borgen” no fue tanto la rosca política entre partidos, que de por sí es muy interesante, sino que me dejó como conclusión que de la única manera que la política se acerque a lo que soñamos de ella, es teniendo la térmica muy sensible ante estos casos: si para los daneses no hubiese sido un escándalo que un funcionario pague una cartera con dinero público, ese funcionario no hubiera sido destituido y la política no se hubiera depurado.

A veces creo que nos falta escandalizarnos más con los abusos que los políticos cometen para con la sociedad, parar la pelota y no dejar pasar nada por más mínimo que sea. No querer ver las vejaciones que nos hacen porque tenemos simpatía por uno u otro partido político sólo hará que sigamos alimentando los privilegios de esta casta que no tiene intenciones de depurarse. Cuando pase el tiempo y entreguemos el país a las generaciones venideras, me gustaría tener la respuesta cuando nos pregunten “¿y vos qué hiciste para detenerlo?”        

 

Publicado por Juani Martignone

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