A 25 días del fin del patriarcado

El 14 de enero de 2021 el presidente Alberto Fernández en conferencia de prensa, con una gigante pantalla led a sus espaldas con el fondo verde y la leyenda “Es ley”, anunciaba que le estaba poniendo fin al patriarcado. Veinticinco días después de ese momento, Úrsula Bahillo aparece muerta con 15 puñaladas, en un paraje cerca de la localidad Rojas. A metros de su cuerpo se encontraba su ex, el mismo que ella había denunciado 18 veces, diciendo “Me mandé una cagada”. El femicidio tenía clara complicidad del Estado.

 


A esta altura de la gestión, estamos más que acostumbrados a que el gobierno haga anuncios grandilocuentes que funcionan como la profecía autocumplida exactamente opuesta; que en 10 días presentamos el proyecto de intervención voluntaria del embarazo y tardan más de 200 días; que somos el país modelo y ejemplo en el manejo de la pandemia y pasamos de ser entre el tercero al décimo peor del mundo en esa materia; que antes de fin de año vamos a tener 10 millones de personas vacunadas y promediando febrero arañamos el medio millón. Los fanáticos oficialistas, en su función de justificadores seriales podrán esgrimir algún tipo de excusa y en alguna probablemente tengan razón, lo que es innegable, es que al presidente, este “hombre sin atributos”, como llamara Thomas Mann, le falta el don de la prudencia.

El problema de anunciar que te vas a casar cuando todavía no sabes si la otra persona va a aceptar la primera cita, es que se generan expectativas, y si sos un jefe de Estado el problema es aún mayor porque la expectativa se la estas generando a toda una sociedad que está esperando de vos algún tipo de respuesta. Entonces ¿cómo es posible que si a menos de un mes de que el jefe máximo del Estado indique el fin del patriarcado, se produzca semejante femicidio ayudado por la mano del Estado? Básicamente porque los relatos y discursos, si no son expresiones de camino a recorrer, son anuncios; y los anuncios se hacen sobre hechos facticos, consumados; y si se anuncia algo que no está consumado es la navidad con imaginación de los Flanders, es hacerle creer a la gilada que son más de lo que realmente son, es el traje nuevo del emperador cuando en realidad el rey está desnudo. Es la definición explícita de la demagogia que se potencia con el populismo, es la máxima deformación de la democracia, la antipolítica. Porque los anuncios podrían ser al menos una expresión de deseo si detrás, los políticos, hicieran eso para lo que fueron puestos en ese lugar: política.

Ante el primer golpe Úrsula Bahillo hizo lo que desde el Estado dicen que debe hacer, lo denunció. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Entonces Úrsula denunció una segunda vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una tercera vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una cuarta vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una quinta vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una sexta vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una séptima vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una octava vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una novena vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una décima vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una decimoprimera vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una decimosegunda vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una decimotercera vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una decimocuarta vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una decimoquinta vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una decimosexta vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una decimoséptima vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado. Denunció una decimoctava vez. Pasó por la policía, después por un juez y no pasó nada. Falló el Estado.

¿Fue engorroso de leer? Imagínate para la víctima denunciar. Imagínate fallar tantas veces.

¿Sabes para quien no fue engorroso de leer? Para la policía que le tomó la denuncia 18 veces como si fuera la primera vez. Para el juez que leía una tras otra denuncia y las acumulaba en una causa como quien pone monedas en una alcancía.

Hace menos de un año los propulsores del Estado elefantiásico llenaban de carteles pagos con dinero público que rezaban los slogans “El Estado presente” “El Estado te cuida”. La gente que vive más de slogans que de cuestionarse los hechos reales, se hacía remeras con las frases y la usaban de latiguillo para todos sus debates de defensa acérrima al gobierno. Alguno de todos esos o algún político ¿se animaría hoy a decirle a madre de Úrsula que el Estado está presente? ¿Se animaría a decirle que el único que te cuida es el Estado? ¿Se animaría a decirle que el 14 de enero el primer presidente autodenominado feminista le puso fin al patriarcado? ¿Se animaría a decir que al menos hoy las mujeres tienen ministerio?

Los slogans pasan a ser vacuos si no hay políticas que los respalden. Los políticos y los empleados de este enorme Estado que al principio de la cuarentena dijeron, con la ayuda de sus aduladores, que no podían si quiera ajustarse de manera simbólica sus salarios en solidaridad con aquellos trabajadores como los de cine, de eventos o boliches que a la fecha no tienen permitido trabajar, argumentando que no hay nadie que trabaje tan a destajo como ellos para cuidarnos en este contexto. Dieciocho avisos y estos personajes que no vieron afectada su economía recién se dieron cuenta que había una chica por cuidar cuando llegaron las quince puñaladas ¿impredecible?

Las discusiones vuelven a girar en torno a la cantidad y nunca en la calidad. Más Estado no es mejor Estado. Más Estado es fundar un flamante Ministerio de la mujer, asignarle un edificio, una partida presupuestaria, una ministra, llenarla de asesores, de empleados, dotarlos de salarios que una persona trabajadora jamás cobrará en su vida y que nunca se reducirán, pantalla, cámara, shows espectaculares, cánticos y mucho papel picado. Tener un mejor Estado es de un año para el otro los femicidios no pasen de ser 1 cada 33 horas a 1 cada 22 horas, sino todo lo contrario. Tener un mejor Estado es que la estadística de cuantos femicidios se producen por hora no tengamos que ir a buscarla a la ONG La casa del encuentro porque en 14 meses todo un ministerio no pudo elaborar al menos una. Cuando hay un mejor Estado, los responsables no responden con frases que podría escribir yo en un acto de furia en Twitter, sino responder como lo que son: responsables; porque como bien dijo Mercedes Funes la indignación no es un política pública, la indignación es algo que sentimos quienes vivimos la injusticia a diario y no podemos hacer mucho para pararla.

Hasta ahora, la forma de hacer política feminista del gobierno es llenar a los medios de gacetillas; impulsar frases para remeras; pintar bancos de plaza de color rojo; o sentarla a Luciana Peker en conferencia gubernamental para decir que nuestro país llevó la cuarentena con perspectiva de género cuando enceró a las mujeres en el mismo techo que su agresor durante meses, cuando en el contexto de encierro afianzó más aún la brecha de género asignando en la mujer los cuidados de los niños y el hogar, cuando a las madres solteras no le dieron otra opción que estar un año entero frente al zoom de la escuela de su hijo, cuando las niñas siguieron siendo violadas por sus familiares y no tuvieron maestra o escuela que pueda detectar esa situación. Apoyaron una ley de aborto que no escribieron y que impulsaron sobre todo miles de chicas en las calles de todo tipo de afiliación política, y que a la fecha no sabemos cómo se implementará porque por ejemplo, provincias como Chaco la puede derogar sin más y nadie les podrá una objeción. Alperovich podrá seguir gozando de su licencia con goce de sueldo de legislador pero nadie impulsará la denuncia de su sobrina de haberla violado, porque tenemos ministerio pero si entre los gobernadores hacen un pacto de caballeros, las mujeres se callan.

“Al menos hay ministerio” repetirán y volveré a preguntar ¿y cuando es el momento de los resultados? Porque un edificio con una ministra, muchos asesores, grandes salarios, mucho presupuesto, sin un mínimo resultado, es eso: un edificio, una ministra, grandes salarios y mucho presupuesto, nada más. Si realmente quieren que no haya ni una menos, se deben hacer esfuerzos desde el Estado con políticas públicas, interviniendo en todas las áreas afectadas, y no me refiero a un curso de dos horas donde le dicen a un tipo que está mal pegarle a una mina o comunicados en lenguaje inclusivo para comprender las otredades. Reducir los femicidios y los crímenes de odio debe ser el norte, la política la tendrán que diseñar quienes dicen saber de política y lo que tendrán que presentar no son anuncios, slogans o mostrar indignación, sino resultados. Una vez que esto suceda podemos discutir si el rango es secretaria, ministra o su excelencia.

El Estado no es hacer ministerios, es hacer que los distintos estamentos funcionen con un norte. Decir desde el Estado que el problema es de un estamento del Estado es el meme de spiderman que se señala a sí mismo.

Si la culpa es de la maldita policía que encubre a los agresores con carpetas psiquiátricas o avisándoles que tienen una nueva denuncia, o cerrando la comisaria de la mujer los fines de semana, el Estado no lo arregla en un acto con un ministro de seguridad que va calzado hasta la verdulería, que en un digo acto de “The Berni horror show” dio la voz de “firmes” a una formación policial frente a un gobernador impávido, un día después que alguien consideró que la misma policía que le tomó 18 denuncias a Úrsula debía reprimir con balas de goma a la amigas que reclamaban respuestas. Tampoco la respuesta es blindar mediáticamente a la ministra de seguridad que es mujer y que cree que lo que hacen falta son más cursos de Foucault para la policía.

Si la culpa es de la justicia que no actúa en tiempo y forma, el Estado no lo arregla pidiendo desde el mismo Estado indultos o amnistías para amigos políticos. Tampoco se arregla dudando de la justicia cuando 16 jueces consideran que Amado Boudou es culpable o cuando la cortes supremas provincial y nacional ratifican las condenas contra Milagro Sala.

Si el Estado le quiere poner fin al patriarcado como dice querer hacer, debe actuar en consecuencia. Porque mientras ponen pantallas gigantes, frases elocuentes, papeles de colores llenando de ilusión a las chicas que creer que de verdad se va a caer, cada 22 horas una de ellas aparece muerta por el simple hecho de haber nacido mujer.

Dicen que “volvieron mujeres”, roguemos porque no hayan vuelto mujeres muertas.                

 

Publicado por Juani Martignone

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