Ni los buenos modales

En un país donde todos los días sucede algo nuevo por lo cual podemos hacer un escándalo, plantearnos una posición y manifestarla hasta el hartazgo, la memoria tiende a ser volátil.

Fue hace casi 10 años, un 24 de marzo de 2011, en un acto en la plaza de los Congresos por el “Día de la memoria”, justamente, donde las imágenes impactaron: un grupo de niños era invitado a escupir a “los cómplices de la dictadura”. En ese “escupidero público” estaban las fotos de periodistas y celebrities con un gorro militar y un blanco en la cara, y es así que vimos como los padres llevaban a los niños a escupir a Mirtha Legrand, Mariano Grondona o Magdalena Ruiz Guiñazú por haber sido cómplices de la dictadura. Podría hacerse un análisis más profundo y decir que con ese “escupidero público” en realidad se invitaba a escupir a opositores y todo opositor al gobierno kirchnerista en esa época era considerado un cómplice de la dictadura. Sólo basta con estudiar mínimamente cual fue el rol de Magdalena durante la última dictadura, que integró la CONADEP, fue la primera periodista en invitar a Madres de Plaza de Mayo durante la dictadura en su programa del prime time de la radio y denunciar los crímenes de lesa humanidad en el diario en inglés Buenos Aires Herald.

Pero más allá de las interpretaciones que pueden hacerse sobre esa performance que fue avalada por los kirchneristas y nunca recibió un repudio oficial, lo que subyace es que el “escupidero público” era una clara incitación a la violencia por parte de un grupo de la sociedad hacia otro grupo porque se creía con el derecho moral de hacerlo. Cuando el revuelo estalló y quienes tenían las escrituras firmadas del progresismo se vieron obligados a dar una explicación, dijeron que había sido un grupo mínimo que había actuado por cuenta propia y fin del problema.

Esa memoria reciente (para alguien de mi edad 10 años es una memoria reciente) me vino a la mente el sábado pasado cuando veía las imágenes de la marcha que convocó la oposición para manifestarse por el terrible desmanejo y robo de un bien escaso mundialmente para quienes realmente correspondiente, desnudando un sistema de castas medieval. Entre carteles con argumentos válidos y gente expresando simplemente su furia para con el oficialismo, resaltó una imagen macabra: bolsas mortuorias con los nombres bien grandes de personajes asociados al oficialismo, colgadas de las rejas de la Casa Rosada. No vi diferencias con la performance del 2011, el concepto es el mismo.

 


Si quitamos lo macabro y de mal gusto que es representar una idea con bolsas mortuorias, que quizás pueda tener su golpe de efecto, y nos enfocamos en la performance, lo primero que debemos hacer, es ubicarlas en un tiempo y en un espacio. Nuestra historia reciente, no tan reciente como 10 años, pero si hace 40, nos dice que en nuestro país desde la Casa Rosada se le puso nombre y apellido a bolsas mortuorias que fueron llenadas con las personas que se atrevieron a contrariarlos (y los que también). Ver bolsas mortuorias ordenadas prolijamente en frente a la sede de gobierno central con el nombre de los opositores que las ponen, es una imagen más parecida a la masacre de la última dictadura militar que a la de un vacunatorio para los políticos que tienen el poder y sus amigos mientras los viejos y los médicos caen como moscas en el contexto de una pandemia.

Por supuesto que nada está prohibido y cada quien puede hacer el uso de su libertad de expresión como crea conveniente, pero no entender en qué lugar se elige decir tales cosas y con heridas aún abiertas, denota una falta de tacto abismal, como la de los organizadores del “escupidero público”. Un país que como ninguno en el mundo apenas terminada la dictadura puso a los responsables en el banquillo de los acusados, los condenó por crímenes de lesa humanidad y dijo “nunca más”, es justo que tenga memoria de ello y la honre y entienda que cualquier expresión en cualquier contexto no es posible por cuestiones de decoro, de respeto y de no ofender a nuestra historia y a los grupos a los que el Estado ya ofendió.

José Luis Espert calificó hace unos años al macrismo como “kirchnerismo con buenos modales”, pues ya ni los buenos modales le quedan, van camino a la radicalización, a violentarse con todo aquel que sea su oponente del mismo modo que lo hacía el furibundo kirchnerismo en el 2011. Es lamentable porque aunque no sólo se vive de las formas, tener buenos modales, es una buena manera empezar.

Las explicaciones nunca tardan en llegar y siempre apestan a excusas en vez de parar la pelota y pedir perdón. Se justifican y van un paso más. Sólo manifestar mi repudio en redes me valió recibir 429 tweets en los que primero me deseaban la muerte y luego me explicaban que mis capacidades cognitivas no me permitieron ni leer, ni entender una expresión metafórica. Nada violento. Desde el primer momento leí la letra chica que explicaba el nombre propio grande, pero como bien sabemos a esta altura, todo lo que se encuentra en letra chica es lo que no queremos que se lea, al menos en un primer golpe de vista; no hace falta ser un diseñador gráfico para saber de esto.

Para vender una performance macabra como una metáfora se tiene que al menos comprender lo que es una metáfora y entender que la imágenes (y mucho más si son imágenes de impacto) valen más que mil palabras en arial 8 a modo de explicación. Si necesitas 429 personas que le expliquen a un nadie qué significa lo que quisiste hacer, algo está muy claro: no surtió el efecto que querías.

Imaginemos por un momento que estamos en Berlín y entramos a La topografía de terror, deambulamos por ese mar de grandes cubos de hormigón que te hacen sentir la pequeñez extrema. No existe un subtítulo que te dice que lo que estas sintiendo es la incomodidad de vivir apresado, asfixiado y dentro de un laberinto como fue el Tercer Reich. O pensemos sino que viajamos a Madrid, entramos al museo Reina Sofía y nos topamos con metros y metros de un lienzo donde gente grita, hay explosiones, otros se ocultan, madres lloran a sus hijos y en piso hay un reguero de cadáveres. Triste sería que Picasso tuviera que explicar qué significa El Guernica, que aunque no sepamos del hecho histórico puntual podemos ver con una sola imagen y entender el terror que se vive. Ahí residen las diferencias, las grandes expresiones metafóricas como La topografía del terror o las grandes expresiones artísticas que repudian una acción gubernamental como El Guernica no requieren letra chica, impactan con lo que son en sí y es difícil leerles dobles intenciones.

Del mismo modo que el kirchnerismo se exculpó en el 2011, la oposición también se lo adjudicó a un grupo mínimo que había actuado por cuenta propia y quiso ponerle fin al tema. Podría comprender que tratándose de un grupo de jóvenes, quizás, desconocen la historia o carecen del sentido artístico al que pretenden invocar con sus actos políticos. Lo que me cuesta un poco más de entender, en cuanto a expresión política, es por qué, del mismo modo que lo hacía el kirchnerismo, toman de blanco de sus dardos a la sociedad civil y no al poder real. El problema no es que el hijo de Moyano de 20 años se vacune, el problema es que hay un sistema que lo permite. De ninguna manera se me ocurriría ir a pedirle explicaciones a Moyano jr de por qué hizo lo que hizo, esas son cuestiones que debe resolver él mismo con la almohada, si es que puede dormir con ese peso; quien nos debe una explicación es el presidente y todos los organizadores de la vacunación VIP que a la fecha no tuvieron la delicadeza de pedir perdón.

Del mismo modo que los organizadores de las bolsas mortuorias, ningún representante se siente en la obligación de disculparse ante la sociedad civil entera. La lógica está en justificar y elevar la apuesta. El punto está en que si el acto fue violento, terminan justificando la violencia y terminan arremetiendo con más violencia aún, un “vamos por todo” reloaded. Las explicaciones del Jefe de gabinete Santiago Cafiero respecto de las facciones sindicalistas que reprimieron violentamente a los viejos que reclamaban en la puerta de la quinta de Olivos por el vacunatorio VIP fue que “Ellos llegaron primero”, como si la violencia aplicara según el orden de llegada. Algo así como que si un viejo que estaba primero en la lista de prioridades de una vacunas no la recibió porque se la robaron para vacunar al clan Duhalde, se justifica que le pongan una bolsa mortuoria con nombre en plaza de mayo, porque el viejo había llegado primero a vacunarse.

Las explicaciones en letra chica el tiempo se encarga de borrarlas, las imágenes quedan por siempre. Del mismo modo que algunos todavía tenemos clavado a ese chico escupiendo a Mirtha Legrand, o se nos clava una bolsa negra con el nombre en grande de Estela de Carloto colgada de la reja de la Casa Rosada.

Las sociedades violentas no nacen de un repollo, se constituyen violentas porque hay una serie de referentes que se muestran violentos, justifican su violencia y no reflexionan sobre ella. Pensar un país en donde se incluya al otro, al que piensa distinto a nosotros mismos, requiere pensar en no ofenderlo gratuitamente porque si no la expresión de una opinión o un reclamo justo pasa a convertirse en una declaración de guerra. Declararse la guerra entre dos grupos sociales cual “Teoría de los dos demonios” es la encerrona en la que estamos desde hace más de una década y que nada mejoró.

Porque es sabido que aunque se proclamen vencedores y vencidos, en una guerra siempre se pierde. El 49% de la población que hoy vive bajo la pobreza se los puede explicar mejor.          

 

Publicado por Juani Martignone

Todo el contenido, como las responsabilidades derivadas es propiedad de quien firma.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El alrededor florece; mi cuerpo perece

Ayer un viaje, hoy una marcha, mañana una elección

La devaluación democrática