Caer en la escuela pública para no caerse del sistema educativo

Después de exactos 18 meses, o para decirlo de otra forma, un año y medio exacto, se empezaría con un cronograma que tendería a volver a las clases presenciales en casi todo el territorio argentino. Un año y medio que significó las fragmentación de la escolaridad y la pérdida de la rutina de estudios, para los más privilegiados; el pasaje directo de año sin indagar mucho sobre los conceptos aprehendidos, para los más haraganes; y el abandono de la escuela, en todos sus niveles, para aquellos menos privilegiados que no tuvieron ni los medios, ni la contención para mantenerse en el sistema educativo; aproximadamente un millón de chicos de escuelas públicas y de los deciles más pobres de la sociedad.

En un país normal, esto se llamaría “catástrofe educativa”; en el nuestro, donde lo más inverosímil puede suceder, cada uno está su posición sin moverse un solo milímetro: festejando todo lo hace el gobierno o criticando absolutamente todo lo que hace el gobierno. En el medio, se abrió esta grieta caprichosa en la que cayeron 1.000.000 de niños pobres que a lo único que podrán aspirar, es a vivir de las sobras de otros o de la beneficencia del Estado, porque ni educación les podemos dar.

Hasta el 30 de agosto, el sistema híbrido de semanas en las que se va al colegio y semanas en las que se pasan tareas por Whatsapp, convive con un sistema que arrastraba falencias como las licencias solapadas e ilimitadas, suplentes de suplentes, docentes no aptos para estar frente a un aula, salarios paupérrimos, ausencias injustificadas, y el deterioro puro y duro de la relación entre la trilogía padres, docentes y alumnos. Florecen denuncias de alumnos sin docente asignado en la semana que les tocaba presencial, por una licencia o una urgencia sin reemplazo, y otros que ya sufrieron entre cuatro y seis cambios de docente en lo que va del año. A esto se le suma que la semana que no les toca el modo presencial apenas reciben un pdf con tareas.

Por supuesto que estos inconvenientes no los tuvieron todos los alumnos. Fue mucho más sencillo para las escuelas privadas organizar la presencialidad plena, armar aulas en patios y bibliotecas para respetar el famoso metro y medio de separación, a la vez de asegurarles la continuidad del docente en el aula tras todo lo perdido en 2020. Lo que no pudo el Estado, lo resolvió el mercado, porque cuando existe la posibilidad de perder dinero, una empresa (una escuela privada es, en definitiva, una empresa) le busca siempre la vuelta, aunque implique construir 10 aulas nuevas en 15 días. La nefasta frase del ex presidente Mauricio Macri comienza a tener sentido: quien tiene dinero, puede acceder a una educación (sin importar la calidad, educación al fin); quien no tiene dinero, debe caer en la escuela pública, rogar tener una continuidad mínima del docente a cargo y que no haya pandemia para tener asegurada la presencialidad, que a esta altura ya no es discutible su importancia.

El lema de que la escuela es lo primero que abre y lo último que se cierra, duró apenas los días que se quiso demostrar interés en la educación, hoy es parte del pasado lejano. Pasó un año y medio que limpió de pobres a la escuela, y ahora, en septiembre, la presencialidad volvería casi plenamente. Los problemas de licencias, ausencias, salarios magros y gente no apta para estar frente a un aula, se mantienen como hasta ahora, como siempre.

Quedó bien claro hace unos días cuando se viralizó el video de la profesora de historia Laura Radetich, maltratando a un alumno de 16 años por expresarse en contra del kirchnerismo. Un acto que fue acusado de adoctrinamiento, aunque en realidad sea una clara muestra del nivel del debate y la violencia con la que se manifiestan algunos docentes frente a un aula.

 


En un país de educación cada vez más deficiente es necesario hacer algunas aclaraciones, porque hablar de adoctrinamiento es desconocer lo que es el adoctrinamiento en sí. Primero cuando la docente dice “esta porquería que comes te da la Estado” se contradice en su rol de defensora a ultranza del Estado porque si tan bueno es, no daría de comer porquerías. Un Estado, cuando es adoctrinador no reconoce sus puntos flacos, se presenta como el único salvador, perfecto por donde se lo mire, y eso lo hace dueño de la verdad. Esto da la pauta que la docente no quiere adoctrinar, simplemente le dicen la palabra Macri y salta como una desquiciada, diciendo frases desconexas, aunque en cierto modo revindique las ideas del ex presidente de caer en la educación pública, cuando le refriega a sus alumnos que ellos están ahí porque no pueden pagar $10000 por una escuela privada. Por otro lado, si un Estado pretende ser adoctrinador debería intentar ser eficaz, y los receptores deberían ser personas que adoptan lo que ese Estado, dueño de la verdad, les dice sin réplica alguna; cosa que no sucede porque se ve que esos alumnos enfrentan esa verdad que la profesora les dice a los gritos y con violencia.

Si queremos hablar de escuelas que adoctrinan, tenemos que hablar de las escuelas religiosas que pretenden adoctrinar en la religión, con más o menos efectividad, pero sin discusión. Pero los que acusan de adoctrinamiento a la docente no están dispuestos a dar esta discusión porque las matriculas de las escuelas religiosas desde el 2005 sólo crece, o sea, que hay unos adoctrinamientos que la gente prefiere más que otros.

Las voces que ansían una nueva noche de los lápices al pretender que se escrachen las caras de los alumnos que filmaron a la docente, porque eso que hicieron está mal, desconocen o se hacen las zonzas, que se están refiriendo a menores de edad. Quienes creen que un menor de edad que hace algo que está mal debe ser escrachado, está a dos pasos de pedir la baja de inimputabilidad, porque creen que un chico de 16 años debe pagar y/o sufrir lo mismo que paga y/o sufre una docente de 50 años.

Imaginemos por un segundo a un grupo de alumnos que hace, al menos un año, que no se ven todos dentro de un aula, a pesar de que desde el año pasado vienen haciendo manifestaciones para volver, pero sólo se escuchó a los docentes adultos que decían tener miedo de contagiarse en un aula mientras revoleaban nombres de docentes muertos en la cara de Larreta, y tienen que soportar todos los días a una señora que grita en contra de Macri, la única herramienta que tienen para defenderse, para mostrar como prueba de lo que tienen  que vivir en el aula, es filmarla. No escuchar a los alumnos es un gran problema de la escuela y de la sociedad, pero filmar no es la solución, porque filmar a alguien a escondidas está mal. Es muy posible que un chico de 16 años haga muchas cosas que están mal y para eso está la escuela, para educarlo, para hacerlo discernir entre el bien y el mal, para respetar a sus pares, para reflexionar sobre las consecuencias de sus actos; no para ser escrachados.  

Si la escuela está para educar a los más jóvenes, una buena forma es enseñarles a debatir, mostrarles que lo que hace esa señora llena de magister no es un debate, como tampoco lo es repetir una y otra vez que Cristina es chorra. Debatir no implica renunciar a lo que uno piensa, sino a enseñar a argumentar esa idea que uno sostiene, que no se hace ni levantando la voz, ni pasando de un título a otro hacía esta docente

Ahora bien ¿Quieren los docentes dar debates en el aula? Mi última experiencia fue en un profesorado público durante el año 2016, allí los únicos docentes que hablaban de política, despotricaban contra Macri a modo de catarsis desde que llegaban al estilo la docente del video viral, por eso el video no me resultó un caso aislado, me resulta verosímil porque a diario vemos a kirchneristas debatir en esos términos, porque durante la cuarentena se han viralizado imágenes de gente desquiciada en defensa del kirchnerismo y porque seguramente todos vivimos alguna situación con alguien de ese estilo, cosa que también vemos en los seguidores de Milei y compañía que pretenden mantener un debate en base a términos violentos y fomentando el odio a Macri o a algún otro. Los kirchneristas que saben hablar y debatir son grandes amigos a quienes les tengo real cariño porque sé que no abundan.

Con la explosión del video, las redes se llenaron de testimonios de docentes que no quieren a las salas de profesores porque se encuentras con gente como la profesora desquiciada y de alumnos que tienen profesores tal como la señora viralizada. Entonces la pregunta sería ¿Cuántas Lauras hay en el sistema educativo? ¿Acaso la experiencia que yo tuve y la que se ve en el video y los testimonios de las redes es suficiente para decir que todos los docentes son iguales? No lo sé, porque lo que sucede dentro de la puerta del aula es una caja negra, nadie sabe que sucede y los docentes se niegan a abrir ese espacio, como si ocultaran algo (salvando las distancias lógicas). Por lo tanto, no tenemos estadísticas, números, o cuales son los contenidos que efectivamente se dan en un aula.

La pandemia nos demostró que la bandera de la educación se ha perdido definitivamente, no tiene ningún partido político (a pesar de que algunos le pongan épica a un recuerdo que no demostró un solo resultado) tampoco padres, docentes o alumnos. Reconstruirla para no creer que se “cae” en una escuela pública o peor aún, para no “caerse” del sistema educativo es un trabajo que solo se puede hacer si todos estamos involucrados de verdad. Y no me refiero a que sea un campo de batalla de ideas como lo planteó la profesora de historia del video viral.

 

Publicado por Juani Martignone

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