Está en todos lados, pero atiende en…

Una nota en El cohete a la luna planteó la necesidad de que todos los argentinos voten cuál será el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ya que es la ciudad de todos. Vuelven 30 años en el tiempo y plantean una etapa superada en la Argentina: que la ciudad de Buenos Aires sea un territorio federal. Después de algunas explicaciones históricas inconducentes llegan a la conclusión que no es posible que los habitantes de la ciudad más poblada del país decidan quienes serán sus propios gobernantes, los deben elegir también los formoseños, los riojanos, los santiagueños, los santacruceños, ya que quienes nacieron en ese territorio o viven en él, le “robaron” (sic) la ciudad a todos los argentinos. Esto denota que en Argentina sólo importa una única ciudad en todo el territorio, porque como dice el dicho popular “Dios está en todas partes, pero atiene en Buenos Aires”

 

https://www.elcohetealaluna.com/la-ciudad-que-nos-robaron/

 

Todos los problemas que están a lo largo y a lo ancho del país se ven invisibilizados cuando un porteño reclama que necesita un árbol en la vereda de su casa porque está harto de ver tanto cemento. La educación, la salud, la seguridad, las elecciones, la traza urbana y la cultura, entre otras cosas, sólo importa cuando está circunscripta entre el Riachuelo, la General Paz y el Río de La Plata. Recordemos cómo, en tiempos de pandemia, todos los ojos se pusieron en los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires a los que se les permitió salir a correr y se los acusó de poner en riesgo la situación epidemiológica de todo un país. O cómo la política del gobierno nacional de cerrar escuelas como una prioridad fue pensada para las situaciones que se dan en ciudades o grandes ciudades mientras que en pueblos chiquitos o escuelas rurales, de aulas de no más de 10 alumnos, fueron cerradas por dos años, a pesar de poder cumplir con el distanciamiento, todo, debido a que la política se diseñó pensando en colegios como el Nacional Buenos Aires.

Casos como el de Lucas González, el chico que fue baleado por la policía de la Ciudad de Buenos Aires, en un claro caso de gatillo fácil, tuvo la difusión y la indignación que otros casos, igual de importantes, no tienen o no tuvieron. Personajes como Sabrina Cantarbia, la abogada feminista estrella, o María Esperanza Casullo, la politóloga defensora del populismo, que habían desaparecido de las redes sociales porque consideraban que no tenían nada interesante por decir o apuntar, después de estar en los 4 años de Macri twitteando a 10 tweets por segundo, volvieron a aparecer envueltas en un manto de indignación furibunda. Esta vez había algo por decir sobre el gatillo fácil, básicamente porque había pasado dentro de la Ciudad de Buenos Aires.

Más de 4 meses llevó que el caso de Facundo Astudillo Castro aparezca en los medios, a pesar de haber sido desaparecido en situaciones extrañas con la policía bonaerense por haber incumplido la cuarentena. Podría enmarcarse claramente en un caso de abuso policial, pero como sucedió fuera de los límites de la Ciudad de Buenos Aires todo se hace más cuesta arriba: la madre de Facundo tuvo que protestar para que la escuchen, que una radio local se haga eco, que armen una tras otra pueblada, que arroben en las redes a algún periodista de Buenos Aires, que ese periodista les dé pelota, y recién ahí llegue a los oídos de la opinión pública. El viaje que debe hacer un caso para la visibilización siempre tiene como destino final la Ciudad de Buenos Aires. Esto se muestra muy bien en el libro “Muertes que importan” de Gabriel Kessler y Sandra Gayol, donde cuentan los derroteros que deben hacer quienes viven en el interior para que una muerte brutal pase a tener importancia, desde las mil puebladas que organizó la hermana Marta Peloni en Catamarca para denunciar el caso de María Soledad Morales, hasta el diario rionegrino que se animó a publicar la desaparición del soldado Omar Carrasco.

A la fecha, hay medios, y por lo tanto hay funcionarios públicos, que ni siquiera tomaron nota de los casos de abusos policial que se dieron en cuarentena, como el de Luis Espinoza en Tucumán o el de las personas que aparecieron ahocadas en cárceles puntanas, o cualquiera de los 200 casos que se registraron. Es un problema de territorio.

En una de mis caminatas por la Ciudad de Buenos Aires, en la que siempre debo atravesar algún punto habitual de reclamo, como el congreso o la legislatura porteña, me encuentro con carteles de una agrupación política de Quilmes que se opone taxativamente al proyecto de la construcción del Parque Salguero, que incluye un desarrollo inmobiliario. Uno, de primera reacción, podría pensar qué le importaría un quilmeño la traza urbana de otro distrito para salir a hacer una marcha expresando su opinión, por qué primero no se ocupa del territorio en el que vive, vota y tributa. Pues no, el interés de en un quilmeño por la ciudad de Buenos Aires, como cualquier otra persona del conurbano bonaerense, reside en que, a diferencia del distrito en el que vive, el de la Ciudad de Buenos Aires es el que le otorga las oportunidades de trabajo, de educación, la oferta cultural más variada, las posibilidades de esparcimiento y el entretenimiento que le interesan.

Tres millones de personas que no viven en la ciudad de Buenos Aires ingresan a ella para trabajar, estudiar o esparcirse, por lo tanto tienen intereses sobre ella, porque además indirectamente tributan en ella. Allí reside el interés de El cohete a la luna de que todos los argentinos voten al gobierno porteño. Un niño pampeano que tenga una complicación de salud compleja sí o sí deberá viajar a la Ciudad de Buenos Aires para internarse en el Garraham o el Ricardo Gutiérrez porque su provincia no tiene un hospital pediátrico de alta complejidad.

Como Dios atiende en Buenos Aires, discutimos sólo Buenos Aires y no nos atrevemos a increpar a la intendenta de Quilmes o al gobernador de la Pampa, tan sólo para poner el ejemplo porque bien podría traspolarse a otros distritos, por qué los Estados de Quilmes o La Pampa, para los cuales tributan y votan, no pueden ofrecer los bienes y servicios que sí ofrece la Ciudad de Buenos Aires. En otras palabras, si Dios está en todos lados, por qué no puede atender en todos lados. Quizás porque los que viven en esos otros lados están ocupados en reclamar para que Dios, que atiende en Buenos Aires, atienda de manera cada vez más eficiente, pero eso sí, siempre en Buenos Aires.

Aunque está claro que hay construcciones que se hacen desde las masas organizadas hasta llegar a la cúspide de la pirámide estatal, como la lucha por el aborto legal, por ejemplo, es bueno siempre recordar que las masas siempre se guían por aquello que sus dirigentes bajan como línea. Cuando tuvimos un presidenta que vivía crispada, vivimos en una sociedad crispada, una sociedad que se quebrantó hasta en lo más íntimo de las familias por cuestiones político partidarias. Cuando tuvimos un presidente ignorante, apático e individualista, vivimos en una sociedad más embrutecida y más apática que sólo pensó de manera individual. Hoy tenemos un presidente porteño, porteñísimo. Todas las figuras de renombre que hoy pululan en política son porteños, porteñísimos: Kicillof, Larreta, Lousteau. Hoy las credenciales de la política requieren haber cursado en Nacional Buenos Aires y en haber ido a la UBA (como los políticos de todos los ejemplos anteriores), ya no hay lugar para lo que se llamó un caudillo provinciano.

Ante las elecciones de medio término el debate electoral que se dio y se trasmitió de forma nacional, fue el de la Ciudad de Buenos Aires y el de la provincia de Buenos Aires, como si no existieran más distritos importantes o más populosos que esos. Al menos no lo hubo para el gobierno actual, que sólo se contentó con haber achicado la brecha de pérdida en la provincia y haber sacado más votos en la Ciudad, lo demás, lo que no es no es Buenos Aires son los 13 ranchos, tal como se decía de forma peyorativa antes de Justo José de Urquiza (sí, a ese punto retrocedimos).

El tema es que mientras Dios está ocupado atendiendo en Buenos Aires, el Diablo mete cola y empieza a tomar todo lo que Dios no ve. Ver el mapa de cómo se votó en la últimas elecciones lo clarifica. El desafío está en el Diablo pueda ofrecer lo mismo que Dios entrega en Buenos Aires y los 13 ranchos nunca querrán dejar ese infierno, después de todo, todos nosotros hemos dejado de soñar con el paraíso.

 


Cuando la mirada apunta a un solo lado nos perdemos de ver todo lo que sucede alrededor, que muchas veces puede peor o bien, simplemente sucede lo que sucede cuando hay libre albedrío. Mirar sólo a la Ciudad de Buenos Aires le pone una vara altísima de calidad que la ciudad se ve obligada a cumplir, lo cual en principio es bueno, pero trae otros problemas: que todo el mundo se quiera ir a vivir a Buenos Aires por ser una Ciudad que funciona bien, genera un problema habitacional que de alguna forma hay que cubrir, lo que obliga a más emprendimientos inmobiliarios, más servicios, más seguridad, más educación; y eso tiene un costo ¿estamos dispuestos a hacerlo?

No tiene sentido vivir en una ciudad que levanta cada vez más su vara mientras todo alrededor baja, sabemos que la desigualdad a veces es peor que la pobreza. Las maldiciones judías son engañosas porque te desean algo lindo que encubre una desgracia, una de mis favoritas dice “Que sea rico, muy rico, el único rico de la familia”. Como ciudadano de la Ciudad de Buenos Aires no me conforma vivir en una ciudad rica cuando somos los únicos ricos del país; cuando a 15 minutos del obelisco la gente debe cagar en un balde, porque a la larga o a la corta, va a generar que todo el mundo quiera cagar en nuestro baño con cloacas y no va a haber inodoro que aguante. Tenemos siglos de historia universal que lo comprueba.

Está bueno mirar qué hace con su plata la opulenta Buenos Aires y contarle todas las costillas para levantarle el nivel, pero quizás, si empezamos a mirar a los 13 ranchos, capaz nos damos cuenta que hoy son un poco más que 13 y que con los recursos que tienen podrían empezar a hacer casas para que Dios pase a atender por ahí también.                   

 

Publicado por Juani Martignone

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