El despecho como combustible
¿Qué lleva a alguien a sentarse a escribir algo con la necesidad de que el mundo lo lea? Podríamos decir que algo fuerte, una sensación intensa que sobrepasa el cuerpo del escribiente y se ve obligado a hacerlo letra, libro, canción. Pocos escriben sobre nimiedades, historias tan pequeñas que da lo mismo ser escuchadas o leídas, que no hacerlo. Por lo general, cuando alguien se sienta frente a un texto escrito por otro, está esperando sentir un amor grande, uno de película, o espera odiar, odiar profundamente a un personaje o despreciar o sentir el peso que le provoca a cada interviniente de la historia el derrotero que tiene atravesar hasta el final. Básicamente quien se sienta a leer o escuchar una historia está esperando sentirse identificado de algún modo: todos amamos con locura, odiamos con las entrañas, nos decepcionamos profundamente. Quien escribe e intenta tener algo de éxito debe apuntar a los sentimientos que son universales, a esas historias, que si le cambiamos los personajes y los escenarios, todos vivimos. Ahora, y con el perdón de todos los románticos, las historias que más pegan en el público siempre son las de venganza, las de resiliencia, las de los personajes principales que odian u odiaron, que estan heridos y deben levantarse, o aquellos a los que algo los indigna profundamente que los lleva cometer actos que intentan buscar algún tipo de justicia que los calme, de hecho, este blog nació de la indignación de no poder explicar un punto de vista en 280 caracteres. Desde las tragedias de Shakespeare hasta session 53 de Bizarrap con Shakira, pasando por todas las historias de la pelicula Relatos Salvajes, el público está buscando identificarse con la bronca de personajes que fueron heridos. El despecho es de los combustibles más eficientes para sentarse a tomar la pluma o golpear las teclas con bronca y también para sentarse a leerla o escucharla.
En un mundo que, en teoría, se
está deconstruyendo y está intentando ver a las otredades como pares, vuelven a
la palestra, como una reacción más potente, discusiones que ya estaban saldadas
o al menos que demuestran la baja calidad educativa y de sensibilidad al arte
que tiene la sociedad actual. Shakira lanza una canción en la que le tira, a
sangre fría, todo el despecho posible a su ex marido (que le fue infiel, la
humilló en público, la dejó con una deuda fenomenal y todo esto mientras ella
atravesaba la enfermedad de su padre) y la respuesta primera que le viene al
tipo que uno se cruza en la calle o en un taxi, que bien podría ser el
estereotipo de nuestro presidente actual hablando de brasileros como monos y
mexicanos como indios, es que el despecho es típico de las minitas; y que a
nosotros, los putos, nos gusta porque en el fondo también somos minitas.
La primera conclusión es que el machismo no retrocedió ni un solo paso, si la mujer es la despechada, es lo típico, lo que esperamos, lo normal y eso nos conforma. Volviendo a Relatos Salvajes (spoiler alert), pega mucho más el personaje de Érica Rivas recontra despechada arruinando su fiesta de casamiento tras descubrir la infidelidad de su reciente marido, que el despecho del personaje de Leonardo Sbaraglia y el del camionero “devolviéndose favores” en medio de la ruta. El sentimiento es el mismo, pero lo asociamos siempre como una cosa de mujeres. Deconstrucción cero.
Como segunda conclusión de la
session más comentada de Bizarrap en las últimas semanas, es que parece que
quienes cargan las tintas en el despecho que Shakira exuda en cada beef que
tira, desconocen la carrera musical de Shakira, la historia de las sesiones de
Bizarrap e incluso la historia de la música en la cual el despecho es el
combustible por excelencia que nos ha dado productos que son inolvidables y
entrañables.
Quien haya escuchado al menos una
o dos canciones de toda la discografía de Shakira sabe bien que el despecho es
parte de su música, podemos escuchar algunas en las que van más por el lado
melancólico como “No se puede vivir con veneno” (No, del disco Fijación
Oral Vol.1) a otras más sacadas como “Si te marchas con esa bruja, pedazo de
cuero, no vuelvas nunca más que no estaré aquí” (Si te vas, del disco Donde
están los ladrones). Siempre le tira munición gruesa a los tipos
apuntando a su infantilización, a su estupidez y a su cordón umbilical
irresuelto con madres cuando dice “Y que a tu edad sepas bien lo que es
romperle el corazón a alguien así” (No, del disco Fijación Oral Vol.1); “No
pienso quedarme a tu lado mirando la tele y oyendo disculpas” (La
Loba, del disco She Wolf); “Que el cielo y tu madre
cuiden de ti, me voy, será mejor así” (Te aviso, te anuncio, del disco Laundry
service). Incluso ha dicho en cuanto idioma se le ocurrió cantar que no
les cree a los tipos, cuando dice “And loose those pounds, and learn about
football if it made you stay, but you won´t” (Don´t bother, del disco Oral
fixation Vol.2) y siempre se mofado de la falta de cerebro de los
hombres “Feed your empty brain with hydroponic pot” (Poem to a horse, del
disco Laundry Service). Lo que sucedió en la session 53 de Bizarrap
con Shakira era de lo más esperable viniendo de una artista que hizo su carrera
a base de tirarle mierda a los tipos. Es cierto que últimamente estaba muy
aplacada, cantando canciones pomposas y felices, pero a nadie se le ocurrió
pensar que era parte de los arreglos tácitos con los maridos, altamente
machistas, en el cual no se debe hablar mal de los tipos.
El feminismo falopa que se
circunscribe en las márgenes de Palermo con epicentro en Futurock y que se dio
por criticar a Shakira por hablar de facturar con el dolor como un acto de
capitalismo y neoliberalismo puro y duro, habla como si el resto de los
mortales desconociéramos que para llegar a los niveles socioeconómicos que
llegan esas chicas dispuestas a deshilachar cada frase para decirnos que hay
machismo encubierto o que no son lo suficientemente comunistas, que es lo que
para ellas está bien y es el ideal a perseguir, contrariando toda la teoría de
Susan Sontag cuando escribió el ensayo Against interpretation, primero hay
tener dinero, para tener las cuatro comidas y poder estudiar, para poder fundar
una radio con toda plata de tu bolsillo (altamente dudoso) y para pasarse el
día debatiendo sobre pequeños discursos cuando las mujeres están viendo cómo
salen a laburar y criar a sus hijos sin que se las coman los piojos en un país
en crisis gracias a un gobierno fracasado al que ellas mismas le hicieron la
campaña porque odiaban a Macri por sus orígenes ricos (el mismo origen que
Mengolini y Señorita Bimbo).
Las críticas de fomentar el
estereotipo femenino de mujer despechada que también vino de señoras acomodadas
de Palermo que toman Cynar en el centro Cultural Matienzo, se enfocan
nuevamente en la mujer; le ponen la vara alta a las mujeres para que sean lo
suficientemente feministas o políticamente correctas, sin darle el espacio de
ser mediocres, lloronas si así lo desean. Lo peor es que al enfocar la mira
siempre en la mujer, por detrás se les pasan todos los hombres que lloriquean
en sus canciones. Si vamos para atrás en las sesiones de Bizarrap podemos
encontrar a Paulo Londra despechadísimo tirando beef con un ex productor por un
contrato por todos sus derecho que él nunca leyó y firmó sin mirar, o podemos
encontrar también a René, ex residente de Calle 13, que mostró lo que es ser un
tipo despechado con un J Balvin que le dijo algo que no le gustaba y a él lo
hirió; no se me ocurre nada más llorón que eso, pero la que sangra por la
herida siempre es Shakira, la mina; será que Residente defiende los valores y
las bondades de la izquierda desde su mansión en Los Ángeles como Mengolini en
su PH de Palermo, entonces lo pasan desapercibido, por ser “uno los propios”.
No puedo dejar de recordar de recordar al escritor cubano exiliado, Reinado
Arenas, cuando dijo que “Hay una posición muy ventajosa en escritores de
izquierda que viven en países capitalistas, disfrutan de las ventajas de la
democracia y además disfrutan de la rentabilidad que da atacar a las
democracias viviendo en un país democrático”. Bien gráfico.
El problema no es el despecho, el
problema es que la esté despechada sea una mujer, y más aún si esa mujer hace
pop, porque el pop es una música percibida como tonta, pasatista, capitalista,
insulsa, “música de chicas”. Quienes se jactan de ser nacionales y populares
cantan con ahínco “Con la misma moneda te pagué infeliz” de Karina La
princesita porque cantar cumbia los acerca a clases que dicen defender y desconocen
profundamente. Tampoco nadie va a hablar que el mejor disco de Alanis
Morissette, Jagged Little pill, fue el producto del más furibundo de los
despechos cuando cantaba cosas “And you´re thinking in me when you fuck her”.
Despechado y crudo, pero rock, por eso se lo perdonamos. Mucho más vamos a
perdonar el despecho rockero si vine del lado de un varón; cuenta el mito toda
la canción Devolvé la bolsa, de Bersuit Vergarabat, está escrita para la Mona
Jiménez porque les robó una bolsa de merca y ellos quedaron tan despechados que
lo hicieron canción.
Creer que el pop es una música
menor, de chicas despechadas, mientras todo alrededor el mundo cultural
masculino y del rock (que te da un baño de masculinidad) está parado bajo los
pilares del despecho, es el acto más machista que están haciendo, incluso esas
feministas a las que les gusta contar costillas ajenas; de mujeres, obvio. Listo. Chau.
Publicado por Juani Martignone
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