Estado ausente y patriarcal

Todavía recuerdo con gracia y sorna el postureo “El Estado presente” para agradecer, militar, que el Estado argentino estaba vacunando a su población contra el COVID-19 como si antes ese mismo Estado no hubiera permitido que se gestione un vacunatorio VIP en el que, cual rata que escapa primera de una embarcación hundiéndose, vacunaron primero a los suyos y después a los contribuyentes; como si no hubiera sido el mismísimo Estado presente el que destruyó todo atisbo de economía, escolaridad para los más pobre y un sistema de salud que dejó de controlar a viejos y de hacer las rutinas que evitan enfermedades que, tomadas a tiempo, se evitan; como si, ante la pandemia de COVID-19, haya existido algún Estado en el mundo, incluso el más vil, que le negó sistemáticamente a su población el acceso a la vacuna por mero negocio o maldad. Es tan baja la vara de los adalides del Estado presente que pretendían que se los felicitara por hacer bien una de las cosas por las cuales se los puso ahí con el compromiso, promesa mediante, que la iban a hacer bien, esperando que, cual niño de jardín, se les pegue una estrella dorada en la frente por aprender a comer solos, una de las cosas por las cuales se los manda al jardín; bueno, para eso también los votamos ¿quieren la estrellita en la frente?

Los muertos se contabilizan cuando termina la guerra y ahí vemos cuan ganador fuiste. Festejar cada baby step como a un hijo idiota que necesita incentivos constantes para hacer aquello que nos prometió que haría si le poníamos el voto, es una manera ramplona de condescendencia, pero sobre todo es un vil Cherry picking o lo como se solía decir “Ver el árbol y no ver el bosque”. Creer que porque un Estado invierte en vacunar a su población es estar presente, en realidad es un branding berreta que usa a la gente cooptada como difusores. Pero como sabemos que para muestras sólo hace falta un botón, nos basta para poner los ojos en un caso, un único caso, para ver que nuestro Estado si hay algo de lo que carece, es de la una presencia activa y eficiente para con la sociedad de la que se nutre, sin importar cuantas dosis de vacuna tenga tu sistema inmune.

Quizás porque se hizo resonante, porque a los medios les rinde vender morbo, o porque necesitamos poner en otros nuestra frustración de vivir en un país en decadencia y escupirles la mierda que llevamos dentro, el caso del asesinato de Lucio Dupuy en manos de su madre y su pareja, mujer (dato no menor para entender el tratamiento y a difusión del caso) es un compendio ajustadísimo del racimo de ineficiencias del Estado Nacional que nos insta a creer que está presente. Lejos de todo lo dicho, acerca de la sexualidad, el feminismo y las perversiones, claramente ineludibles, lo que suele pasarse por alto es el rosario de puntos de control que, en un Estado mediocre, medianamente eficiente, con algún grado de presencia, podría haber advertido la situación de violencia intrafamiliar y haberle evitado la muerte al pequeño Lucio.

 

 

Vivimos un picadero de bocho con la importancia de que la ESI en las escuelas. La Pampa no es un distrito proclive a Milei ni al movimiento “Con mis hijos no”, y sin embargo, con ESI en las escuelas (al menos en teoría) ninguna docente pudo identificar lo que pasaba puertas adentro de la casa Lucio, aun con los dibujos que hacía y que todos vimos en cualquier película pedorra que un hace un niño abusado. No hubo docentes, no hubo preparación de docentes, no hubo gabinete psicopedagógico, no hubo directivos, personal no docente, activación de protocolo, nada. El chico llegaba violado y golpeado y nadie en todo el sistema educativo pudo detectarlo. Nadie. Si este es el destino que les espera a chicos completamente insertados al sistema escolar, qué les espera a quienes no lo están, que, en este país, en las últimas mediciones, arrojó que son el 50%, o sea, que la mitad de los niños del país están en peores condiciones que Lucio porque ni siquiera van a una escuela que pueda llegar a detectar, aunque sea remotamente el calvario que viven indoor. Cuando se discute ESI, etiquetado frontal, extractivismo, cuencas salmoníferas y todas las discusiones finlandesas que pretendemos tener, primero debemos preguntarnos si tenemos un Estado eficiente que pueda llevarlas a cabo, en otras palabras, si tenemos un Estado presente. La respuesta se lee sola: el Estado no pudo preparar a un solo docente que detecte una situación de violencia. Quizás si funciona en Palermo, que es la cuna de los panzallena que eligen tener estos debates sin consciencia del quien lo va a llevar a cabo. Discusiones platónicas. Mientras tanto, en el resto del país, una institución tan importante y tan representativa del Estado como es la escuela, está completamente ausente de los flagelos que vive una sociedad. Una de sus funciones.

La primera, la escuela, falló. Después de todo, es posible que alguno de los puntos de control falle, nada es infalible. Pero Lucio, con golpes y con el ano destrozado, fue ingresado a un hospital del servicio de salud público, al menos, en cinco oportunidades, y como pasó con el sistema educativo y las docentes, ni uno solo pudo detectar qué le estaba pasando a ese niño y actuar en consecuencia, como su potestad se lo permite. Nadie. Ni médicos, ni asistentes sociales, ni enfermeras, ni personal no médico. Ninguno estuvo preparado lo suficiente para detectar la situación y alertarlo. Segundo punto de control que falló. Segunda institución del Estado ciega y ausente.

Pero podemos ir más atrás en la historia, preguntarnos cómo es que un niño como Lucio Dupuy cayó en las manos de perversas y psicópatas y de nuevo, la respuesta es el Estado, intermediando: a esas madres las consideró aptas, no sólo aptas sino las mejores personas con las que un niño podía estar, una jueza, una miembro del poder judicial, una representante de una institución del Estado como lo es La Justicia. El primer filtro, los primeros ojos del Estado que debieron estar presentes para detectar lo que ocurría, fallaron y de ahí se dio una sucesión de instituciones estatales fallando, la escuela, el sistema de salud, que terminaron con un niño muerto y violado por dos mujeres adultas, que una, además, resulta ser su madre.

Tres instituciones del Estado, tres instancias en las que se podría haber evitado que un niño caiga en las manos de perversas que violen y lo maten y en las tres instancias fallaron sin ton ni son. Otro de los postureos famosos, convertido hasta remera rezaba que “No te salva es mercado, te salva el Estado” y aunque es claro que el mercado no salva niños de violencia infantil, en este caso, en este país, tampoco lo hace el Estado.

Técnicamente el Estado no está ausente, vivimos en un país con una fuerte presencia estatal, sólo que esa presencia no implica necesariamente estar presente en tiempo y en lugar. Como ese amigo, pareja, que está a nuestro lado, podemos verlo, tocarlo, hablarle, pero en realidad está ausente, no escucha como debiera, no responde como esperamos. Hay gente que vive años al lado de otra gente que siempre estuvo ausente. Así es nuestro Estado, está lleno de edificios, de instituciones, de estamentos, que, aunque todos los vemos ahí, en realidad no están presentes como deberían, están idos, responden automáticamente respuestas predeterminadas para todos por igual. Como los ausentes de las parejas o como el vil mercado.

El problema está en cómo forman esas respuestas predeterminadas, porque esa va a ser la única forma en la que nuestro Estado ausente y autómata va a responder. En el caso de Lucio, la respuesta que dio el Estado está basada en una idea profundamente patriarcal que brega porque cada niño esté siempre con su madre, porque no va estar mejor en ningún otro lugar que no sea con ella. No hay idea más machista y patriarcal que creer que la mujer nació para ser madre, que con ella viene un instinto maternal congénito que no lo puede suplir ningún varón o ninguna otra persona. La jueza que le dio la tenencia la madre de Lucio respondió como responde el 99% de la sociedad machista y patriarcal en la que vivimos, de forma automática: un niño necesita estar con su madre. Casi no existen casos en la Argentina de tenencias de niños menores de edad que las tengan los padres varones, porque el patriarcado nos enseñó que la que cría bien es la mujer, el varón está afuera, trabajando y si alguien, en algún caso, violara o le pegara a un niño, ese sería el varón, porque es el varón ese animal que no sabe controlar sus instintos sexuales y violentos. Todos escuchamos historias de tíos toquetones y abuelitos mano larga, nunca escuchamos eso de mujeres porque en el fondo tenemos un preconcepto machista que la mujer es esa hada angelical que cuida y protege a los niños como nadie en este mundo. Por eso shokea cuando vemos a mujeres violentas con niños o abusadoras, porque algo se rompe en nuestra matrix. Si quienes violaron y mataron a Lucio hubiesen sido una pareja de varones homosexuales hubiese indignado, pero no asombrado, porque claro, los varones son así, y los putos siempre fueron perversos. Todos conceptos modelados por el machismo y la sociedad patriarcal.

La definición de feminismo que más me gusta es la que da la política radical Carla Carrizo que dice que vamos a vivir en una sociedad realmente feminista el día que se le permita a una mujer ser tan mediocre como se le permite ser a un varón. Y agrego, el día que se le permita también ser tan mala y tan perversa como se lo permitimos a los hombres. Las mujeres pueden ser tan violentas como pueden ser los varones y tan perversas como pueden ser los putos, no existe nada en nuestro género que indique nuestros comportamientos.

Varones, mujeres, homosexuales, heterosexuales, pueden ser buenos, mediocres, violentos o perversos, sólo hay que tener la capacidad de analizar a cada persona como un individuo con capacidades y habilidades distintas unas de otros. Eso es lo que debió hacer el Estado en primera instancia, no creer que un niño siempre debe estar con su madre, sino hacer un estudio de las personas que reclaman la tenencia y otorgársela a quien mejor esté preparado, madre, padre o abuelos o quienes dispongan que sea la persona más idónea; es eso lo que se reclama a un Estado que decimos que necesitamos que esté presente.

La discusión no es tener más o menos Estado, sino tener un Estado que sea más eficiente, porque sino vamos a tener uno en el que las personas pasan una, dos, tres veces y terminan en manos de psicópatas porque ese Estado que en las banderitas dice que está presente responde como autómatas y patriarcales, entonces sólo se metió en el medio con su recontra burocracia para no hacer exactamente nada, simplemente para verla pasar.               

 

Publicado por Juani Martignone

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