Proscripción autopercibida
En la época que yo atravesaba el colegio primario, pero durante el secundario también, la historia era la única ciencia social que no podía ser discutida: lo que sucedió, sucedió. Luego vinieron otras corrientes y a esas maestras que discutían la historia como un objeto monolítico, como una sucesión de hechos que no pueden modificarse, les empezó a soplar en el oído la canción de Lito Nebbia que decía que “si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia”, entonces, tal como sucedió con los medios de comunicación, los hechos sucedidos en el pasado, pasaron a ser una mera interpretación del interlocutor y cada quien puede elegir al interlocutor con el que más se siente cómodo, de la misma forma que con los medios. Por lo tanto, no existe una realidad, sino alguien que te cuenta la realidad que ve, del mismo modo que no existe una historia que nos trajo hasta acá sino alguien que cuenta cómo él (o ella, por supuesto) cree que llegamos hasta acá. O sea, nada es real, todo es relativo, todo depende del lente con el que se mire.
No creo que la
historia es como me decían mis maestras de primario, que no debía discutirse,
pero si creo en la realidad de los hechos irrefutables que van conformando un
collar de hitos que de alguna forma nos van moldeando. Claramente ese hecho
puede tener una multiplicidad de miradas, tantas como personas participen del
mismo, pero hay algo que lo transforma en un hecho real: las circunstancias y
las características particulares de ese hecho. Si el 25 de mayo de 1810 llovió
no hay mirada que lo borre, algunos dirán que hasta el cielo estaba triste por
la expulsión del virrey y otros que del cielo cayó el agua que purgó de la
monarquía a nuestro país, pero ninguno desconoce el hecho de lluvia.
Hoy la cosa se ha
puesto un poquito distinta porque vivimos en la era de la autopercepción. Cada
realidad es acorde a como el protagonista se percibe, no hay una realidad ni un
deseo de transformarla en aquello que nos hace felices, sino un lente con el
cual uno se percibe. La tiranía absoluta del yo en el país más psicoanalizado
del planeta. Es una cuestión netamente de miradas. Florencia de V puede cambiar
su partida de nacimiento para que diga que nació hembra, no porque su deseo,
valioso por cierto, haya sido transformar su genética masculina en la mujer
hecha y derecha que siempre soñó ser, sino porque ella se ve a sí misma como
una mujer. La autopercepción es más importante que el deseo personal. Yo podría
discutir con ahínco qué es lo que uno ve cuando lo tiene frente a los ojos (si
tiene cuatro patas, ladra y mueve la cola es un perro y no es una paloma) ahora
bien, bajo ningún punto de vista podría discutir los deseos personalísimos de
cada uno y hasta celebro los esfuerzos que hacen por cumplirlos, no hay nada
más motivador que la fuerza que mueve el deseo; y también creo que no hay nada
más ramplón que todo un sistema se acomode a mí por el simple hecho de que YO
lo veo así, es mi autopercepción. Quizás es una prueba más de la degradación
intelectual de la época, o bien un derecho del que pueden gozar sólo algunos,
porque nadie le perdona a Tini que se autoperciba como una cumbiera de Villa
Caraza que agarra un viajero antes de salir, por el simple hecho de haber
nacido en una familia rica, o sea, no importa cómo ella se vea al espejo, debe
comportarse como una cheta porque así nació, así vive y piensa y así morirá.
Los ricos ya tienen suficiente dinero para que el espejo les devuelva imágenes
antojadizas como al resto de los mortales. En este mundo cada uno puede tener
sólo un privilegio, no más. Nacer blanco de clase media media/trabajadora ya es
suficiente privilegio para además autopercibirte músico africano, ahí nos
ponemos estrictos y le damos a cada uno lo que la fortuna le dio al nacer, sino,
la obligación progre es denunciarlos por apropiación cultural, porque la
cultura es algo que le pertenece sólo a quienes nacieron en ella
¿contradicción? Claro, por eso, creo profundamente que la autopercepción se
trata más de un nuevo capítulo de estupidez humana que un avance en derechos
humanos.
La historia, según
una serie de características y circunstancias estudiadas, documentadas y por
algunos recordada, cuenta que, tras el golpe de Estado de 1955, un decreto prohibió
al partido peronista volviéndolo ilegal, como también sus ideas, toda su
simbología y hasta quien nombrase a Perón o a Evita; hacer alguna de estas cosas
era un delito, algo parecido a lo que sucede hoy en Cuba o Nicaragua, aunque no
se diga mucho en voz alta en el partido peronista. Esta anomalía política que
desenfundó un sentimiento de persecución constante que dura hasta de hoy, 50
años después del levantamiento de dicha proscripción y habiendo gobernado el
70% de estos últimos 40 años de democracia, no volvió a suceder nunca más ni
con el peronismo ni con otro partido político argentino. Más bien, no sucedió cuando
la historia se calculaba con hechos factibles y comprobables, hoy, en la era de
la autopercepción se mide en función de lo que cada uno de los protagonistas
siente. La segunda persona más importante, en cuanto a responsabilidad, del
gobierno actual, Cristina Fernández de Kirchner, se autopercibe como proscrita
y por supuesto no podemos decirle que está loca aunque todos veamos que nada prohíbe
a su partido, a sus ideas, a sus símbolos, sus seguidores, su nombre, incluso
nada le prohíbe presentarse a elecciones libres ya que su condena, que pide la inhabilitación
no la proscripción, aun no está firme y hasta que eso sucede pueden pasar años,
décadas; recordemos el caso Menem que se murió sin condena firme y ocupando un
puesto político con fueros aunque ya se lo había encontrado culpable de delitos
varios. Pero la señora ve en su reflejo una política proscrita porque si hay algo
que tiene es la inteligencia suficiente (esto no quiere decir que sea una
persona inteligente alguien con tan pocos recursos éticos, estéticos y culturales)
para escribir la historia que se contará en el futuro, la historia que, según
ella, en un acto de su profundo desprecio por los valores republicanos, es la
única que la puede juzgar tal como se lo merece. ¿Qué dirá la historia? Que el
próximo presidente argentino del periodo 2023-2027 será un presidente ilegitimo
porque no se dejó participar a Cristina en las elecciones debido a su
proscripción. Una autopercepción bastante conveniente.
De la misma manera que los libertarios, incels criollos, creen que la cuestión trans es una avivada de algunos (¿tendría que decir algunes?) para pasarla mejor, como el señor que llegado a sus 60 años se autopercibió mujer y pudo jubilarle 5 años antes de lo que debería haberle tocado si mantenía su género, este tipo de jugarretas que hace la vicepresidenta al autopercibirse proscrita para evitar el bochorno de no sacar los votos que asegura tener, que la gente joven no tiene recuerdos de un gobierno que pasó hace casi una década atrás y sobre todo, que los argentinos, a pesar de nuestros problemas de lecto comprensión debido a la degradación de la educación, todavía nos damos cuenta que este gobierno chamullero, hambreador y de despilfarros aristocráticos que no pudo solucionar uno solo de los problemas que aseguró que venía a arreglar, también es el gobierno de ella, es el gobierno que armó ella, que fue ella quien puso como presidente a este botarate, que es ella quien fue sacando a todos los funcionarios que no funcionaban y fue poniendo a los que le gustaba para no funcionen tampoco, pero al menos ubicó a unos cuantos amiguis y que es ella la que no se da por aludida como si viviera en una negación eterna en la que el problema más grave que tiene hoy la Argentina no es la inflación del casi 100% ni la pobreza del 50% ni el 70% de niños pobres, ni la decadencia de todos los sistemas estatales que algunas vez fueron los superiores, al menos, en Latinoamérica, sino que el tema que nos va a cambiar la vida a todos, es el juicio a la Corte Suprema, como si la mayoría de la población tuviera causas en los que fueron acusados injustamente y su legajo llegó, o está por llegar, a la instancia máxima de la Corte Suprema. La enajenación es total; Narnia.
El hecho de
considerar sólo como valido aquello que puedo percibir de mi mismo, sin
importar todo un entorno, una ciencia, un estudio, no sólo es un acto hedonista
y misántropo, sino que además anula ideas como las del deseo personal y las
reemplaza por el destino que uno percibe de si mismo sin contar el alrededor,
pero a su vez, se presta para la banalización de causas realmente justas como
el derecho de alguien a ser trans o la injusticia de la proscripción. Esta es
la batalla cultural que juega hoy La Jefa.
Publicado por Juani
Martignone
Todo el contenido, como las responsabilidades derivadas
es propiedad de quien firma.
Comentarios
Publicar un comentario