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Mostrando entradas de noviembre, 2023

La devaluación democrática

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Voté por primera vez año 2001, a los 18 años (en aquella época esa era la edad permitida para votar), en un país regado de nafta con chispas siempre a punto de prender; que luego de haber metido mi voto desesperanzado en la urna, una prendió, llevó a la otra y el reguero incendió por completo una ciudad, un país, una economía, un sistema político. Este bautismo de la vida electoral lacrado con fuego y muertos me marcó un límite de hasta dónde puede llegar el hartazgo cuando la política sólo gira en torno a su ombligo. A la vez, cuando se retiraron los cadáveres de Plaza de Mayo, se limpió la sangre y se estabilizó el sillón de Rivadavia, sentí un tipo de orgullo de la sociedad y Estado en el que vivía, porque ante el retumbar autoinfligido de sus propias bases, la salida elegida fue la salida democrática; el sueño de Alfonsín se mantenía vivo. A diferencia de otras crisis, no menos graves, la sociedad o la oposición no salió a golpear las puertas de los cuarteles, prendió la tele y par

Ayer un viaje, hoy una marcha, mañana una elección

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Gaspar, el gordito tucumano que te recibe en el consulado argentino en Tokio, con simpatía exagerada y hambre de hablar en argentino y contarle a quien sea que su devoción por los videojuegos lo llevó ahí, dice que Osaka es a Tokio, lo que Córdoba es a Buenos Aires; "en el fondo, no es el verdadero Japón: el de los ninjas y las geishas" decreta. Es justamente desde Osaka de dónde sale mi tren rumbo a Nara, una ciudad pequeña, en la banquina de las guías turísticas, como última opción, la que hay que hacer si hay tiempo, es una ciudad con zonas que quedaron estancadas en el año 700, rodeada de bosques, ciervos salvajes domesticados por turistas eufóricos de fotos, lagos y santuarios carcomidos por un verdín que se vuelve fluorescente cuando un rayo de sol logra atravesar la espesura de los árboles rojos de momiji; el verdadero Japón: el medieval, el que Gaspar transita en sus escenarios de juegos de Playstation, el que nos mostró, en blanco y negro, Kurosawa en su cine de pul