Una que sabíamos todos
Caledon Nathan Hockley no había construido el Titanic, estaba ahí, en la cubierta, en sus salones fancy, halagando de forma casi lasciva a los que lo habían construido, al nivel de ubicar a su prometida Rose Dawson (en ese momento todavía no era Dawson, así se llamaría cuando su difunto amor Jack muriera en el frío mar de norte para que ella sobreviviera a la tragedia), por osar poner en cuestión a un barco. Cuando el agua gélida entraba a borbotones en la grieta del transatlántico haciéndolo hundir cada vez más rápido, Caledon Hockley desconoció su pasado apenas reciente de loas; se subió a un bote salvavidas con cualquier excusa y se salvó dejando atrás su fascinación. Esta actitud que nos dejó el cine, nos recuerda cuán ruines podemos ser los seres humanos en pos de sobrevivir.
El ex presidente Alberto Fernández tenía una guitarra en la
que sonaban clásicos de Litto Nebbia, un collie de pelo largo y rubio, una
mujer joven, también muy rubia, y un hije de género fluido que era la sensación
de las chicas que se cortan el flequillo recto y van a tomar fernet y a fumar
porro al Complejo Art Media mientras escuchan El Kuegue. Un tipo
normal, un profesor de universidad, pública, como corresponde a la gente de
bien; un moderado. También alguien bastante desconocido en general, hasta el momento
canónico en el que la Reina Cristina, a la que todos le deben pleitesía eterna
por la década ganada, lo ungió con el poder cuando puso sobre su cabeza la
espalda del poder kirchnerista y con un tweet lo hizo el candidato a presidente
de su candidatura a vicepresidente, del partido que se preparaba para volver
mejores. “Movió la reina”, aclamaban con la entrepierna mojada sus groupies. Y
la jugada le salió perfecta: el tipo normal, el típico argento buenudo, un poco
chantún, un poco mano larga, un poco creído que vive en el mejor ispa del
mundo, pasó el ser el presidente de todos los argentinos y todas las
argentinas, secundado por un emblema como Cristina, que era la que todos
querían votar, pero, “paradójicamente”, no sumaba porotos, y prometiendo que en
su gobierno venía a ponerle fin al patriarcado. En el suplemento Las 12
no disimularon ni un milímetro la algarabía. La música que salía de la guitarra
de Alberto invitaba a las feministas a armar un fogón, cantar una que sepan
todes, pero con perspectiva de género, y allí fue el feminismo mainstream a
alinearse detrás del tipo que les eligió Ella; yas queen.
Es innegable la eficiencia de la jugada: Cristina sola no
ganaba, Massa solo no ganaba, necesitaban a alguien que los pueda unir y a la
vez que pueda ser votado por gente que no quería ni a Massa ni a Cristina.
Alberto Fernández es parte del corazón fundador del kirchnerismo, el que estuvo
con Néstor desde el principio, creador y partícipe del Grupo Calafate, y
la vez se había tornado un crítico de las políticas de Cristina, del mismo modo
que Sergio Massa, el que le había robado el puesto en un algún tiempo. También
es innegable la estafa electoral que cometieron con el pobre pueblo que fue a
meter la boleta rezando el mantra “es con todos” confiados en que volvían
mejores y habiendo hecho las pases aquellos viejos adversarios y no hubo casi
tiempo para demostrar que nada de esa promesa iba a ser real.
El partido que ganó las elecciones en el 2019 venía de un
derrotero de delitos comprobados como la desidia que llevó a la muerte a
cincuenta y un personas en la tragedia de Once, la tergiversación de los datos
del INDEC para engañar a la población creyendo que vivíamos mejor que en
Alemania, de tener una financiera ilegal llamada “La Rosadita” que salió a la
luz después de ver a un funcionario puesto hasta las trancas, revoleando bolsos
llenos de verdolagas y armas de guerra, del médano de Amado Boudou, la estafa
con la máquina de imprimir billetes, de todos los atropellos al sistema
republicano por parte de Cristina y de todos sus “excesos” autoritarios. Para
volver, tenían que volver depurados, mejores, dijeron. Volver mejores implica
un cambio profundo en las prácticas de los representantes que no recuerden a
las anteriores que, aunque había mucho delito comprobado, básicamente eran
cuestiones de ética: no tomar el Estado como propio, no emborracharse de poder
y, por supuesto, no meter la mano en la lata de un país pobre. Pero el tiempo
demostró que la brillante jugada de la reina no se trataba para volver mejores,
sino para simplemente volver; volver a tener el control del Estado y sus arcas,
eso se deja entrever y no es más que solidificar el argumento de Javier Milei.
Si no les interesaba solo volver por las cajas y los tongos, de mínima se
hubiesen renovado para volver, efectivamente, mejores.
De todas las excusas que escupen al aire mientras fingen
demencia y se suben al bote salvavidas como Cal Hockley, la que realmente tiene
asidero y es justamente una de por las que el feminismo lucha, es que nadie
sabe quién, puertas adentro, puede ser un abusador, un violento, un homicida,
incluso; aun con guitarra y perro collie en mano. Aunque antes de las
elecciones había circulando varios indicios que mostraban esta realidad, que
hoy a muchos les resulta sorpresiva, tales como el video en el caga a trompadas
limpia a un viejo en un restaurant y varios tweets en los respondía de forma
chabacana con una violencia intrínseca como la que podemos encontrar en varios
tipos rancios; viejo meado y tachero no fueron apodos casuales, algo se
percibía en su accionar. Pero percepciones no son hechos.
Cuando los hechos aparecieron, ninguno prendió fuego al
ídolo que les puso Cristina para que veneren. “Mi querida Fabiola” no incurrió
en un acto de violencia de género al deslindarse por completo de la culpa y
poner a la mujer, a la tonta, la boluda que no se quería perder de festejar su
cumple, como la única responsable de lo que, quizás, fue el hecho sin retorno
para una sociedad harta y hambreada, deje de creer en el gobierno de los
Fernández. Simplemente fue una torpeza, una forrada, dijeron ellos de sí mismos.
Pero cuando volvió a destratar esa forma misógina contra Cristina Pérez en una
entrevista en la TV, disminuyéndola, queriéndole explicar lo que hoy, a todas
luces, no tenía explicación lógica más que su inoperancia y su procrastinación,
no hubo comunicado de la sección de mujeres de La Cámpora, ni de Actrices
Argentinas a pesar de que Cristina Pérez no es actriz, aunque actuó en una
obra de teatro, pero Fabiola tampoco lo es y si recibió su comunicado
solidarizándose.
Siempre es injusto preguntarse “¿Dónde están las
feministas?” porque siempre están las que repudian, las que lo expresan sin
importar de dónde vengan, pero hay algo que es el mainstream. De la misma forma
que en la TV de aire uno puede encontrar un programa interesante que le deje
algo productivo, en general está plagado de chimentos baratos, realitys vacuos
y enlatados turcos; lo que nos hace decir que la TV de aire, es básicamente TV
basura. Con el feminismo pasa algo parecido, el feminismo mainstream, el que
más alza su voz y los dedos acusadores para decir que son ellas, y solo ellas,
el feminismo que vale es al que se llama El feminismo, al que se les reclama
dónde están cuando el peronismo viola mujeres y las esconde en chiqueros de
chanchos. Esta actitud, que lo único que hace es darle más y más leña a todos
argumentos contra el feminismo al nuevo gobierno, puede verse clarísima en los
comentarios que tuvo en el programa de streaming que participa en Blender,
Galia Moldavsky. Ella, desde su micrófono diario, uno de los más escuchados en
lo que a streaming respecta, habló en nombre del feminismo, del progresismo,
agregó, diciendo que entre todas las ofertas electorales habían decidido (todo
el feminismo y el progresismo) votar por Alberto Fernández, y aclaró, como lo
hicieron varios, que sólo fue votar, o sea, poner la boleta en la urna. Un acto
que, el politólogo Guillermo O’donnell llamó “democracia delegativa” entre unos
de los tipos de “democracia de baja intensidad”. Votar y después no hacerse
cargo de ese voto como reclamar, exigir, controlar; lo que debería suceder en
una democracia activa. Creer que la democracia es sólo votar, es el concepto
con el cual Hugo Chávez pudo sostener que su gobierno siempre fue democrático.
Votar, votan en Venezuela, votan en Cuba, votan en China; difícil es considerar
a esos regímenes como sistemas democráticos.
https://www.youtube.com/shorts/RBcG4uZBjDM
(El short oficial
sintetiza bastante bien, pero siempre recomiendo que lo vean completo)
En esta toma de posesión del mando del feminismo y el
progresismo, Galia, como también así Nancy Pazos o la escritora Claudia
Piñeiro, determinaron, como dueñas que son del movimiento, que sólo pueden
salir a repudiar los hechos de violencia de género provocados, en principio,
por el ex presidente Alberto Fernández, sólo aquellos que ya repudiaron antes,
sino son oportunistas. Este argumento simple asume que todos los que repudiaron
antes los casos de violencia de género, no serán tan duros con sus comunicados
con la persona, ni contra el partido que acoge al ex presidente; suponen, en su
arrogancia de matronas de la estancia donde se cosechan pañuelos verdes, que
quien antes repudió hoy tratará de fijarse en las tapas de Clarín, de
enfocarse en las políticas de género de Javier Milei, en aflojar el dedo
señalando a Alberto para señalarnos a todos como una sociedad enferma. Yo, por
ejemplo, que sí señalé los casos de violencia de género anteriores (incluso lo
de la chica violada en Colegio Nacional Buenos Aires que los padres decidieron
acallar para no manchar “el proyecto” como los de los militantes de La Cámpora
que violaron en gang a una chica en un auto en Palermo, o los de Alperovich o
Espinoza, sendos funcionarios de altos rango del peronismo) debo culparme a mí
mismo y a todos como sociedad y no puedo ser tan duro con el partido político
al que el feminismo y el progresismo, según palabras de Galia, decidió votar.
En el argumento de no juzgar por color político, para
acusar a todos por igual, se encubre al partido que tiene, por escándalo, la
mayor cantidad de casos de abusos y de violencia género. Se acusa de querer
usar políticamente un caso de violencia contra las mujeres para dañar a un
partido político. Podría ser, pero cuando la mayoría de los casos vienen de un
mismo lado, es justo preguntarse qué está pasando con ese partido, más aún, si
es ese partido el que más se vanagloria de las causas que puertas adentro no
cumple, sino todo lo contrario. ¿O es preferible ser una población que no hace
preguntas y que culpa a todos por igual? Quizás, que cambien esta doble vara,
era algo del reclamo social que les pedías para que vuelvan mejores. Y si se
habla de usar las causas del feminismo para beneficiar o perjudicar a un
partido político, todos vimos las fotos de cuando el ex presidente Alberto
Fernández se apersonó en la presentación del libro “Somos Belén” que contaba la
detención injusta de una mujer por el mero hecho de ser mujer. Todas las
feministas que hoy piden que no se partidice la causa, posaron sonrientes en
esa foto que alimentaba la autoproclamación del ser el primer presidente
feminista.
Si hay algo que nos ha dejado esta última ola de feminismo,
tan potente en nuestro país, es que a la mujer le cuesta denunciar. Primero
porque no le creen, segundo porque tiene mucho que perder. El caso que denuncia
la ex primera dama Fabiola Yáñez tiene ambos condimentos: le pasó las fotos de
la golpiza recibida a otra mujer y no le creyó, el yo te creo hermana se
aplicaba en casos que perjudique a la oposición o a algún actor o famoso de la
farándula; y por ser la mujer de un hombre tan poderoso como el mismísimo
presidente de la Nación no tuvo la red de contención necesaria para poder
denunciar, ergo, toda la política de género, todo el ministerio de la mujer no
fue suficiente porque aun en el primer gobierno feminista, una mujer tuvo miedo
de denunciar a un hombre, al presidente; las condiciones no estaban dadas. Más
alimento para el gobierno actual que pretende erradicar con todas las políticas
de género, en vez de mejorarlas o hacer que funcionen esas que decía
implementar el gobierno anterior con éxito.
Este progresismo y feminismo que su acto democrático sólo
llega hasta el momento de poner el voto en las urnas, dice hoy, con el diario
del lunes, que, en seguida, a los dos meses (sic), les dejó de gustar Alberto
Fernández como presidente. Algo curioso, porque durante su primer año de
gestión tuvo un 80% de imagen positiva. Están todas las declaraciones públicas
de amor fraternal al Capitán Beto, las viñetas de Tute, los saludos simil
felación que hacían Iván Noble, Migue Granados, Nati Jota, y todo el arco
político femenino; están los dibujitos que le mandaron los nenes y que los
padres se emocionaban cuando los hacían y los compartían en las redes y
sociólogos hicieron papers de eso; está el vasto grupo de científicos que apoyó
y justificó que la cuarentena sea estricta al punto de fundir a todos y de
hacer que enfermedades graves no puedan ser detectadas; están las personas que
dijeron “Alberto con corbata verde abortero, amo mil” y los que le pedían vía
Twitter que duerma y descanse bien para seguir salvando a la Argentina de la
“pandemia mundial”. Todas las loas masturbatorias están a dos golpes de tecla
de distancia de cualquier ser humano con conexión a internet, no es justo que
ahora nos digan que nunca les gustó, que nunca lo apoyaron, aun sabiendo que
había medidas criminales como el cierre de escuelas durante dos años que nos
dejó más de una generación que no entiende lo que lee. Ahí no estuvo el
feminismo de Galia y compañía para cuestionar que el peso de la escuela virtual
caía, especialmente, en las mujeres. Esa se la olvidaron, aunque ya no lo
querían a Alberto.
Hoy que el cuarto kirchnerismo fue un proyecto fallido de
proporciones bíblicas, aunque nunca lo reconozcan en su total magnitud porque
dejaría chiquito al fantasma del 2001, es fácil hacer leña del árbol caído. El
no feminismo que aludió tener Cristina Fernández de Kirchner se une que el
feminismo que lidera Galia Moldavsky cuando entre los argumentos que usan para
repudiar a la violencia que Alberto Fernández es que ambas dijeron, en algún
momento, que había sido un pésimo presidente, que no había podido cumplir
ninguna de sus promesas por las cuales ambas lo pusieron en ese puesto. ¿Acaso
el haber sido malo en su función tiene alguna relación con ser un violento? ¿Si
hubiera sido el presidente héroe que, epopeya mediante, nos sacaba de la
crisis, la violencia de género no habría sido tema? ¿Si alguien es bueno en su
profesión todo lo demás es accesorio, pero si es malo todo tiene que ver con
todo? ¿O para cuestionar es necesario haber militado antes en el movimiento
feminista?
Como si fuera poco, en este país inverosímil, donde vivir
es más cambiante que vivir en guerra, como dijo la ucraniana que entrevistaron
en la calle aquella vez, de todo lo que sacaron del celular de la secretaria
histórica de Alberto, no sólo encontraron la corruptela que venía a eliminar
con su moderación, afanándose la guita de los seguros de importaciones, sino
también los mensajes de Fabiola que decían que le pegaba y las fotos y videos
que lo demuestran fehacientemente. Como si esto fuera el mundo de Casi
Ángeles, se desató un escándalo colosal en el cual la ex primera dama
terminó denunciándolo y automáticamente se empezaron a filtrar imágenes y
videos de otras fechorías del tachero Alberto. Algunos dicen que no hay poder
más destructor que el de una mujer despechada, pero suponer que es la mismísima
Fabiola la que filtra los videos de los gatitos de Alberto de fiesta en Olivos
en plena pandemia, es un acto de violencia de género y como no queremos que
Galia y Nancy Pazos nos obturen la posibilidad de opinar, no lo voy ni a
sugerir como posible.
El primer video que vimos fue el de una Tamara Pettinato
cachonda que le calienta la pava a un Alberto Fernández querendón que la filma
en su despacho en la Casa Rosada mientras era presidente durante el año 2023.
Pero es sabido, por el escándalo de la fiesta de Olivos, la del cumpleaños de
su “querida Fabiola”, que Tamara ingresó durante la cuarentena estricta en
horas de la noche e incluso pasó la noche. En la participación que tuvo en el
programa de Andy Kusnetzoff, PH Podemos hablar, la mismísima Pettinato
cuenta que tiene una causa penal por esos ingresos y que prefiere no contar a
qué fue a la quinta de Olivos, que se lo reserva. Y aquí, el feminismo que
decidió votar en tándem al presidente débil que ahora acusan de violento, se
pone del lado de Tamara para despegar a la mujer del hombre que hoy, todo lo
que toca, lo mancha. Para esto utilizan la técnica de estirar un concepto al
extremo que les sirve para diluir en un mar de todoeslomismo y exonerar
a quienes les interesan.
De la misma manera que antes hicieron con el concepto de
“Empoderar” te terminó justificando incluso hasta la grosería y la violencia,
hoy se estira el concepto de “Revictimizacion” para evitar hablar de ciertas
cosas. Las dueñas del feminismo nos instan a no nombrar a Tamara Pettinato
porque se la revictimiza. Considerando en esa premisa quedan encerradas varias
pautas: Tamara es simplemente una víctima; en las relaciones de a dos, hay uno
que siempre es más culpable que el otro; ocultar datos, protege. La idea de que
si no se dice no sucede pretende que podamos analizar un caso sin conocer a todos
los actores del mismo, o sea, que nos direcciona la mirada a un solo lado; si
no podemos ver quién es la mujer, entonces el culpable siempre será el hombre.
Feminismo debería ser igualdad, no desigual para los hombres. El cierto,
también, que son distintas las responsabilidades de un presidente a una
ciudadana común aunque fuera una famosa, pero, aunque es un tema de moral de la
investidura presidencial, que trate con semejante frivolidad su puesto para
convertir la casa de gobierno o la quinta de Olivos, que no le pertenece a
ningún presidente, en un espacio para saciar sus impulsos sexuales o sus
relaciones amorosas, lo grave no es todo aquello que corresponde a la vida
privada de ambos, aun el presidente es alguien que merece que nadie se meta sus
sábanas si es que no incurre en un delito o algo que ponga en riesgo su
gobierno. En este caso, si se violó la cuarentena estricta para recibir a su
amante o a su novia en la casa que todos le pagamos al presidente, es un
delito, uno que se comete de a dos, entre el que propone violar la ley y el que
la viola, y entonces, Tamara es tan culpable como Alberto. No tendré el calibre
del feminismo de Nancy Pazos, pero me rehúso a creer que una mujer como Tamara
Pettinato, como cualquier otra mujer, sea tan idiota que no pueda reflexionar
sobre si lo que está cometiendo es un delito o no; me niego a creer que las
mujeres se mueven sólo por impulsos sexuales, que responden sin chistar a lo
que el hombre les pide. ¿Podríamos perdonar a Tamara Pettinato para salvar a
una mujer haciéndola pasar por víctima cuando en realidad es culpable de ser
una periodista que todas las mañanas les decía a la gente que se fundía que no
salgan de su casa y pongan en peligro a los demás mientras ella se iba todas
las noches a ver a su amante o novio poderoso?
Entiendo la decepción; entiendo la necesidad de salvar algo
del fuego que arde en un incendio que parece arrasar con todo el gobierno
2019-23 y llevarse consigo a quienes lo apoyaron sin condiciones, sin
cuestiones; y entiendo también que sacrifiquen un único mártir para rescatar a
todo el partido, sacar la única manzana podrida, pero Alberto Fernández no es
el único presidente, ni el único político, que le pegó a su mujer, y el
peronismo no es único partido con machirulos, quizás es el que más tiene,
quizás es el que más nota porque su discurso es contrario a lo que practican.
Sacrifican a Alberto Fernández, lo entregan a una masa iracunda que necesita
descargarse las frustraciones que les dejó uno de los peores gobiernos de la
vuelta de la democracia, el suyo, porque Alberto Fernández hoy es un hombre sin
poder. De esta manera se salva Cristina que fue la que lo eligió, la que fue su
vicepresidenta, la que obstruyó cuanto pudo, la que se quedó con más
ministerios; salva también a todos los que, decepcionados del desastre de Mauricio
Macri, salieron a votar a lo primero que se les cruzó por en frente que, como
sucede cuando te deja un ex tóxico, siempre la primera opción rápida es la
peor. Pero lamentablemente va a volver a pasar, lo dijeron los kirchneristas
pura cepa como Juan Grabois en un extensísimo tweet que vota lo que el partido
le pida; lo dijo Galia Moldavsky que votó a Scioli, a Alberto y a Massa porque
eran las únicas opciones que tenía, asumiendo que el feminismo/progresismo sólo
vota peronismo; lo dijo Alejandro Bercovich que si el que defiende el proyecto
es un cínico que mata a la madre de forma espantosa lo vota igual, porque al
menos no gobierna la derecha. Y van a volver a votar lo que les pida Cristina,
aunque no los conozcan, aunque sepan que son malos; y los van a idolatrar por
el mero hecho de ser el elegido de Cristina, y están en todo su derecho de
hacerlo, pero si lo van hacer, cuando la cosa se ponga peluda, sería bueno que
hagan los que les pidió una vez Marcos Peña en el congreso: háganse cargo.
Publicado por Juani Martignone.
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las responsabilidades derivadas es propiedad de quien firma.
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