Las marchas de las que me gusta participar
Eran casi las cuatro de la mañana
de ese 15 de julio de 2010 cuando los festejos confirmaban los rumores: el
matrimonio entre personas del mismo sexo era legal. Yo tenía 28 años, era mi
primera marcha y en esa plaza repleta de gente de todas las edades, ideologías
políticas, sexos, cuerpos, colores e
historias, hacía un frío que calaba los huesos. Pero a ninguno pareció
importarnos, de hecho por momentos sentí que era un viernes más en la Plop de
aquel viejo teatro de Flores, la misma gente, la música, el glitter, las mismas
expresiones desfachatadas de lo sexual.
Ese mismo día a las nueve de la
mañana estaba sentado en el escritorio de mi trabajo como si nada hubiera
pasado. Hacía apenas dos meses que había empezado ahí y no podía darme el lujo
de arrancar faltando, eso sí, me di el lujo de haber ido casi sin dormir. Pero
no me costó, quizás porque la euforia todavía era dueña de mi cuerpo, o quizás
por haberme sentido parte de algo grande, algo de todos y de nadie a la vez,
algo que cambiaba el rumbo social y cultural de mi país. Esa fue la primera vez
que sentí que estaba cumpliendo con mi deber ciudadano a pesar de que ya hacía
10 años votaba religiosamente cada 2. Todo eso que había aprendido en la
universidad sobre la función de la sociedad y la función del Estado lo veía por
primera vez hecho realidad. Nosotros como sociedad manifestando afuera qué nos
pasa, cómo somos y los legisladores debatiendo adentro y llegando a una
definición independientemente de las creencias personales porque justamente en
ese recinto no son una persona más de la sociedad, son representantes de
Estado.
Vivir en la ciudad de Buenos
Aires me ha dado la posibilidad de participar de cuanta manifestación social se
me antoje y teniendo en cuenta que es un país con vasta experiencia en dirimir
sus cuestiones político sociales en la calles, la oferta es amplia. Aun así no
participé de muchas manifestaciones, las dos manos me alcanzan para contarlas,
y aunque quizás de alguna hoy me arrepienta, siento que siempre participé de la
forma más honesta que pude y siento también que quienes participaron a la par
mío también lo hacían por una convicción honesta. Y no me refiero a la
espontaneidad o a los micros, los pagos y todo ese folklore que quien estuvo
alguna vez en una manifestación sabe que es moneda corriente, sino que aquello
que te convoca no es alguien sino algo que te gira
constantemente en la cabeza, algo que sentís, algo que te pasa, algún clamor
interno que se hace viral.
El 10 mayo de 2015 cuando
encontraron el cuerpo de Chiara Paez, Twitter estalló. Otra vez otra chica
asesinada por su novio y otra vez las mismas excusas: celos, pasión, polleras
cortas, etc, etc, etc. Ese clamor interno lo empezamos a expresar en los
poquitos 140 caracteres con el hashtag #NiUnaMenos.
Una de las definiciones que más
me gustan para explicar lo que es esta red social es la que dice que en Twitter
estas rodeado de desconocidos que te entienden mejor que un conocido porque no
tenes la necesidad de fingir. Con toda esta comunidad de microbloggers “vimos
juntos” aperturas de programa de televisión, debates políticos, resultados de
elecciones, cadenas nacionales, almuerzos de divas, escándalos de todo tipo y
enojos, si, muchos enojos. Desde el chofer del bondi que no te para, hasta el
pedido de retweet para conseguir un medicamento que nadie te da, y todo lo
twitteas con indignación. Por eso es que otros dicen que el la cloaca de las
redes, el lugar donde la gente está enojada insultando gratuitamente desde la
impunidad de un fake.
Y si, en esa oportunidad
estábamos enojados, muy enojados. El tema no bajaba de los primeros puestos del
trending
topic que como mucho suele durar unas horas. La red quedó chica. Unos
meses después, el 3 de Junio, salí corriendo del trabajo para volver a aquella
plaza en frente al Congreso y volví a sentir lo mismo, a la sociedad diciéndole
al Estado qué le pasa. Sin banderas políticas, sin religiones, con la directora
de la revista Barcelona al lado de las periodistas de TN, sin esa grieta que
está tan de moda, con lo único que teníamos: nuestra condición humana. Y aunque
para muchos esto no cambió nada, gracias a ese hito, el día de hoy cuando matan
a una Chiara Paez, o a una Wanda Taddei, o una Angeles Rawson no lo caratulan
como “crimen pasional” sino como “femicidio” considerando que no es una
cuestión de pasión matar a alguien por que no responde como uno cree que debe
responder ese género sino que se mata porque se cree en superioridad por sobre
el otro, se la mata por ser mujer.
Volví a la marcha de “Ni una
menos” en 2016 y no volví más. Pero no significó mi alejamiento con el
feminismo, diría más bien que todo lo contrario. El lunes pasado me dirigía una
vez más a la misma plaza del 2010 y el 2015, unas cuadras antes, en Callao y
Bartolomé Mitre, me crucé con algunas de las primeras chicas que se indignaron
con los femicidios y crearon ese lema, hoy devenido en la agrupación feminista
que ya nos les pertenece. Me crucé con Marcela Ojeda, Florencia Etcheves,
Marina Abiuso y Valeria Sanpedro y sentí que las conocía de siempre porque yo
fui uno de los que twitteó a la par de ellas después de lo de Chiara. Le dije
que eran unas genias y me agradecieron con cara de felicidad porque creo que ese
lunes como las demás veces estábamos todos ahí porque había algo en común que
sentíamos y nos aunaba de la manera más honesta que podíamos. Estupefacto quedé
cuando entre la multitud vi otra vez a uno de mis referentes intelectuales como
la veterana Beatriz Sarlo.
19 de febrero de 2018 foto sacada por quien firma en el "pañuelazo" |
Volvimos a marchar como sociedad
para pedir “Educación sexual para decidir. Anticonceptivos para no abortar.
Aborto legal para no morir” Las tres cosas por igual y en ese orden y sin
exigir ni obligar, sólo a pedir una vez más que el tema esté en agenda porque
esa es nuestra función como sociedad y porque la función del Estado es no
evitarla, debatirla.
Confieso que soy una persona que
no tiene muy clara su postura con el aborto. Tampoco me tocó de cerca un
femicidio, y mucho menos considero una opción
esa institución tan antigua y fallida como el matrimonio, sea con
personas del mismo sexo o distinto. Pero es algo más que reclamar por aquello a
lo que le voy a dar un uso, es exigir un debate serio sobre cuestiones más bien
conceptuales que nos definen como sociedad. No importa si va a salir una ley
que siga al pie de la letra los conceptos manifestados, importa que se piense
en ello de manera concreta y en búsqueda de una evolución para luego con el
resultado el Estado haga valer su función pedagógica. Sería necio de mi parte
negarme a exigir un debate porque aún me hacen ruido algunas cosas del tema.
Siento que una vez más valió la
pena porque ayer escuché que después de 6 intentos fallidos durante la última
década por primera vez se abrirá el debate. Y como dije en el 2010 cuando salió
la ley de matrimonio igualitario, esto no se trata de un político de turno que
se cree con derechos de autor para cobrarnos cánones si queremos hacer uso de
estos cambios, haciéndonos agradecerle o rendirle pleitesía, se trata de un
pueblo que exige, se manifiesta y obliga a los políticos a amoldarse. Éstas son
las marchas de las que me gusta participar.
Publicado por Juani Martignone
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