Algunas menos


Fue un día de mucho, mucho frío y recuerdo que al salir del trabajo me fui directo, whatsappeé con algunos amigos y con mi novio para ver dónde nos encontrábamos, pensé que llegaba tarde, la convocatoria era a las seis y llevaba como mínimo una hora de retraso. Nos encontramos en Corrientes y Junín y caminamos hasta el punto que unos años después se volvería el habitual. Callao y Corrientes estallaba, en 14 años jamás lo había visto así.
A diferencia de las marchas que vinieron después, ésta fue super silenciosa y aunque estaba ahí por motivos personalísimos durante varias semanas atrás no parado de masticar vidrio desde que apareció ese primer tweet cuando la escalada de indignación se fue haciendo una bola de nieve incontrolable. Comprendí y comprendimos que estábamos en una situación límite pero el enojo no se dejaba ver porque la tristeza lo copaba todo.
Las fotos de todas y cada una te llenaban de angustia. Algunos con pancartas, otros con una remera y otros simplemente exhibiendo una foto 10x15 avanzaban en una lenta marcha. Algunos familiares, algunos amigos, algunas abuelitas con poco resto de vida sentían que debían estar allí, pidiendo justicia aunque haya pasado mucho tiempo, pidiendo que algo cambie aunque no vivan para verlo. Esa indignación manifestada desde la tristeza te anudaba la garganta y te mantenía en un estado de “estar a punto de llorar” constante.

Foto tomada por quien escribe en la primera marcha de Ni una menos (2015)


Mi pubertad y comienzos de la adolescencia las transcurrí viendo por la tele las marchas del silencio por María Soledad y a unos años de abandonar mi pueblo vi como una monja y toda una sociedad, que todos los jueves recorrían las calles principales de su ciudad en completo silencio, lograron destronar al sistema feudal que gobernaba Catamarca y pusieron en jaque la impunidad que gozan los llamados “hijos del poder”.

Marcha del silencio en Catamarca (1990)


Ese 3 de Junio de 2015 en la primera marcha de Ni una menos sentí que vivía la continuación de ese legado catamarqueño impulsado por la hermana Marta Pelloni y sentí también que de algún modo estábamos renovando los pedidos de justicia por esa pequeña María Soledad Morales que el día en cumplí 8 años murió en manos de una persona a la que 25 años después la pudimos catalogar como femicida.

María Soledad Morales (1990)


Ahora sabíamos que aquello había sido un femicidio, que la cosa no había mejorado ni cambiado ni un poco, había empeorado. Porque ahora no eran solamente los hijos del poder los que agarraban a una minita la trataban como objeto, la violaban, la mataban y tiraban el cadáver en cualquier lado como quien tira una bolsa de basura (que hasta ciertas ocasiones es bien literal la comparación). Fue en 2015 que nos dimos cuenta que cualquier tipo se manejaba con la impunidad del hijo de un gobernador.
Como en 1990, queríamos cambiar algo de raíz, queríamos modificar la base para no tener que salir a llorar sobre la sangre derramada, la sangre de toda mujer que haya sido derramada por considerársela como objeto por el simple hecho de haber nacido con vagina o de adoptar ese género.
A diferencia de la era menemista en la era kirchnerista contábamos con la pluralidad e inmediatez de una red social como Twitter. Un antro virtual que se había transformado en una micro comunidad de desconocidos entre los que estábamos los nadies, los famosos que lo habían entendido y esos que ocultan su nombre bajo un seudónimo. Nos dividíamos por turnos, nos recomendábamos a quien seguir, un día mostrábamos las tetas, otros nos hacíamos los toros, contábamos historias personales, situaciones de conurbano y sobre todo nos animábamos a criticar todo lo que sucedía en este país en el nunca te aburrís tirando carpetazos, insultos e información de la trucha, de la clasificada y de la muy buena.
Pero esa vez decidimos que en vez de llenar el timeline criticando la apertura de Showmatch debíamos criticar lo que realmente importaba: estaban matando mujeres como moscas. La periodista Marcela Ojeda tiró la primera piedra y detrás seguimos todos. Desde ese momento hasta que se concretó el reclamo olvidamos las diferencias, no importaba si eras K, si eras anti K, si eras pauliter, belieber, turno mañana o turno noche, esto era tan grande que esas divisiones se volvían nimias ante semejante flagelo.



Nos unía la humanidad, el dolor, la injusticia. Entramos a jugar en la política de una sociedad independientemente de lo partidario, por el contrario, le exigimos a los partidos que marquen su posición ante nuestro reclamo político.
A veces me duele tener que refrescar la historia pero es necesario recordar que el grupo que organizó el primer Ni una menos fueron periodistas de todos los colores: las estrellas de TN, Florencia Etcheves, Marina Abiuso y Valeria Sanpedro, la directora de la revista ultra kirchnerista Barcelona, Ingrid Beck, la expulsada del canal oficial y devenida en directora de cultura de Infobae, Hinde Pomerianiec, la movilera de Radio Nacional, Marcela Ojeda, la de las notas de color en La Nación, Gabriela Grosso y las menos conocidas como Ana Correa o Mercedes Funes.
A todas por igual el asesinato de Chiara Páez había sido la gota que les colmó el vaso. Y la sociedad entera también que se vio reflejada en pluralidad de este grupo de mujeres periodistas. Todos podíamos identificarnos más con unas que con otras pero todos encontramos un ancla en ese primer hashtag.
Cabe recordar también que desde ese 11 de mayo de 2015 a ese 3 de junio de 2015 ningún político (y cuando digo ninguno me refiero a ninguno de ningún partido, ni siquiera los considerados más progres) se sumó a este movimiento que parecía un nuevo juego de Twitter en el que todos jugamos a escribir algo con un # para estar dentro de “la onda”. Recién tomaron nota cuando de la importancia cuando vieron la multitudinaria convocatoria. Ese pueblo que inundaba nos alrededores del Congreso estaba manifestando un problema urgente y reclamando una representatividad que no se encontraba en ningún político ni en ningún personaje influyente. Florencia Etcheves twitteó “tienen que estar todas sin importar quien, desde Cristina Kirchner a Moria Casan”. Ninguna de las dos estuvo e incluso en el momento le bajaron el precio. Se subieron cuando la ola era imparable e inevitable. Lo cierto es que ese día fue raro e impresionante participar de una marcha enorme en la que no hubo un solo cartel partidario.

Foto tomada por quien escribe en la primera marcha de Ni una menos (2015)


Hoy me da fiaca decir que la única “que valió” fue la primera marcha de Ni una menos pero si me cuesta tomar como natural que con cada marcha que le siguió se lea un comunicado con claras intenciones político partidarias porque siempre la sentí como una marcha que interpelaba a la sociedad a cambiar y no tanto a la clase dirigente a regular porque de hecho aun con algunas legislaciones que vinieron posteriores, 4 años después, la situación no se modificó ni un poco. Hoy tenemos la figura de femicidio pero también tenemos jueces que ante caso de Lucía Pérez nos dicen que nada pasó.
Si la sociedad no cambia por sí misma va a ser muy difícil que lo hagan por un decreto presidencial. Por eso, aunque no lo repudio, me cuesta ver cómo se partidiza una lucha social porque siento que se escapan del ámbito popular para pasar a ser potestad de un partido político y no todos comulgamos con un partido político, o si, pero tenemos la libertad de cambiar de ideología y aun así pretender los derechos sociales.
No hace falta más que leer una síntesis muy pequeña de la historia argentina para darse cuenta que ningún partido político puede adjudicarse la potestad de ser el partido que amplía derechos porque todos lo hicieron cuando la sociedad salió a exigirlos. Los que se ampliaron los derechos fueron los mismos ciudadanos que salieron a reclamarlos y algún político de algún partido que supo escuchar por piedad o por conveniencia. Pero siempre los derechos los fueron una conquista, algo que el pueblo tuvo que salir a pelear por ello, a pelear entre otras cosas, contra la clase política para que los escuche.
Cuando un reclamo se partidiza se corre el riesgo de hacerlo perder la universalidad que un derecho tiene per sé. El otro día en Facebook alguien reclamaba que si no te gustaba el peronismo debías renunciar al aguinaldo ¿Cómo vamos a negarle un derecho a alguien por cómo vota? Si así fuera estamos transformando los derechos sociales en premios que se ganan si y sólo si ponemos una boleta específica en la urna, estamos comprando votantes.

Foto tomada por quien en la primera marcha de Ni una menos (2015)


No anhelo la primera marcha de Ni una menos, anhelo asepsia partidaria que tuvo porque temo en que se transforme en un reclamo que sólo pueden hacer quienes comulgan con un partido político específico y que el reclamo sólo importe cuando sucede a los propios: que no haya algunas menos, las nuestras.    

Publicado por Juani Martignone
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