Una cuestión de collocations
Cuando uno estudia inglés y
avanza nivel tras nivel, llega a un punto en el que ya no es necesario aprender
más gramática porque la sabes y tampoco se necesita ahondar en más vocabulario
porque ya tenes uno florido y como sucede en todos los idiomas, todos los días
se aprende una palabra nueva. Sin embargo uno puede estudiar inglés toda la
vida.
En los cursos avanzados o de
conversación en inglés se estudian cosas que requieren práctica, como los phrasal
verbs que son dos palabras que unidas tiene un significado distinto e
incluso distinto al de las palabras componentes. Se estudia su significado, la
forma de conjugarlos, separarlos e incorporarlos en el discurso diario. Podríamos
hablar también de los idioms, que en español los conocemos
frases hechas. Frases que no requieren una traducción literal para entenderlas sino
que requieren de un conocimiento local. En español podríamos decir “No es santo
de mi devoción” y todos entendemos que no nos referimos a rezos y estampitas
beatas, pues en inglés al decir “Is not my cup of tea” (traducción literal: no
es mi taza de té) tampoco debemos comprenderlo de manera literal sino como un idiom
que significa justamente “No es santo de mu devoción”. Pero si hablamos de la primera
vedette de las clases de conversación de inglés, si hablamos de esos elementos
de la lengua inglesa que sólo se aprenden con mucha práctica, hablamos de las collocations.
Las collocations no es más
que un sistema tácito por el cual ciertas palabras quedan mejor en combinación
con otras. Para decirlo con un ejemplo “He commit a suicide” y “He made a
suicide” tienen el mismo significado, ambas frases quieren decir “Él se
suicidó”, ambas están bien gramaticalmente y ambas tiene el mismo sentido, pero
las collocations
nos dicen que la forma correcta de decir “Él se suicidó” es “He commit a
suicide”. Por una cuestión se asociación commit combina mejor con suicide
que made,
y es por eso que “He made a suicide” está “mal dicho” o es poco frecuente.
Con esta extensa introducción
sobre la lengua inglesa voy a tomar la conclusión que nos dejan las collocations:
no puedo combinar cualquier palabra con cualquier palabra en una misma frase
porque simplemente no queda bien. Y agrego, en español, hasta puede ser
ofensivo. Lo cierto es que en el idioma castellano no existen las collocations
pero de algún modo y de forma solapada hay algo de ellas cuando nos suena mal
una frase por las palabras que se eligieron combinar.
Para ir a un ejemplo bien
práctico. El 8 de diciembre de 2014 en una entrevista de Jaime Rosemberg para
La Nación, el actual presidente Mauricio Macri dijo “Conmigo se acaban los
curros con los derechos humanos”. Si en nuestra lengua existieran las collocations
tendríamos que decir que la palabra curro no “coloca” bien con la
palabra derechos humanos.
Si ponemos en contexto, en ese
momento aún estaba muy candente el caso de corrupción de la fundación “Sueños
compartidos”, una comprobada estafa monumental llevada a cabo por una ONG que
lideraba nada más y nada menos que quien fuere en algún momento la referente de
los derechos humanos Hebe de Bonafini. También hacía pocos meses se había
develado la historia de Antonio Gentile, un físico que en el año 2011
incorporaron a la lista de desaparecidos de última dictadura militar y él mismo
se contactó al ver su nombre en un acto conmemorativo para aclarar que estaba
vivo.
Es claro que en cuanto a política
de derechos humanos había que hacer varios ajustes respecto del gobierno de los
Kirchner, desde la discrecionalidad de fondos para agrupaciones de DDHH hasta
todas aquellas personas que desconocemos cuantas son y que cobran un subsidio
por familiares desparecidos cuando en realidad no lo están. Pero si esa es la
real intención y para explicarlo anteponemos la palabra curro a derechos
humanos hay algo que no coloca bien, algo no combina, alguien puede
salir herido. Porque dedicarse a los derechos humanos no es un curro per sé,
porque las políticas de derechos humanos no se hacen para fomentar curros y
porque aunque existan casos altamente repudiables, también existen otros casos
que son altamente valorables.
Por otra parte enfocar el curro
que hay sólo en los derechos humanos es una visión sesgada del problema porque
curros hay en todas partes y quizás ese hecho de que la oportunidad hace al
ladrón no funciona solamente por militar en ONG´s de DDHH sino que refiere más
a una cuestión cultural y de actos que tienen bajo repudio social.
Mauricio Macri podría haber
planteado un punto interesante a trabajar en cuanto a los derechos humanos pero
una palabra mal combinada con otra arruinó todo el sentido y sólo ganó repudio.
Fue repudiado por no saber que existen las “collocations”.
Si venimos más a estos días otro
ejemplo bien gráfico se dio cuando el ex ministro de economía y actual
candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, dijo el
último 6 de octubre en una entrevista con Luis Novaresio, mientras hacía una
referencia a personas de bajos recursos, que “La gente se dedica a vender droga
porque se quedó sin laburo”. Si en nuestra lengua existieran las collocations
tendríamos que decir que la palabra droga no “coloca” bien con la
palabra laburo y que la asociación venta de droga tampoco “coloca” bien
con gente
de bajos recursos.
Está claro que nos debemos una
discusión seria respecto de por qué la mejor oportunidad de progreso o de
llenarse la panza para un chico de bajos recursos es transformarse en
“soldadito” de los narco dedicándose al “narcomenudeo”, por qué vivimos en
sociedad que no los prepara ni les abre las puertas para el trabajo. También es
cierto que el refugio más habitual de los narcos son las villas y los barrios
de bajos recursos. Y es justo decir que vivimos atravesados por una serie de
índices escandalosos que nos dicen que la desocupación crece cada día más, la
pobreza también y que la mitad de los niños de nuestro país son pobres.
Pero si la intención es plantear
esta discusión y para explicarlo anteponemos la palabra droga a laburo
hay algo que no coloca bien, algo no combina, alguien puede salir herido.
Porque buscar laburo no es recurrir a la ilegalidad per sé, porque aunque
existe mucha gente que no tiene posibilidades laborales no siempre recurren a
vender droga, también existe mucha otra gente que ante el dolorosísimo caso de
no tener laburo sale a rebuscárselas de las maneras más dignas que pueden.
Por otra parte, enfocar a la
droga como salida laboral no refiere solamente a la gente de bajos recursos,
también refiere a la sociedad que rechaza a un gran sector de población a la
hora de buscar trabajo, refiere a lo fácil que circula el narcotráfico, a las
rápidas ganancias que deja en poco tiempo y a alimentar un gran negocio en el
que se benefician muy pocos a costa de perjudicar la salud de muchos. Y sobre
todo no refiere a un problema local sino mundial.
Sin ir más lejos el pasado año
2018 el actor y director Clint Eastwood dirigió y protagonizó la película
llamada “La mula” que cuenta la historia de cómo la sociedad fue dejando de
lado a un ya muy viejito y que la única manera que encontró de darle sentido a
su vida y rentabilidad económica, fue transformándose en una “mula” trasladando
grande cargamentos de droga.
"La mula" film de Clint Eastwood estrenado en 2018 |
Como todas las películas de
Eastwood nos dejan reflexiones al borde del llanto en las que nos hace
preguntar a donde estamos mirando que un sector de la sociedad es tan invisible
que para transformarse en alguien recurren a algo que es mucho más sencillo y
atractivo que lo que nosotros le podemos dar como sociedad.
Axel Kicillof podría haber
planteado un punto interesante a trabajar en cuanto a las drogas y la falta de
oportunidades pero una palabra mal combinada con otra arruinó todo el sentido y
sólo ganó repudio. Fue repudiado por no saber que existen las “collocations”.
Podemos asumir que ambos no
pensaron tanto a la hora de confeccionar sus discursos y que dijeron lo primero
que les vino a la cabeza para explicar una (quizás) buena intención pero eso
está habilitado para las personas comunes que a veces no medimos nuestras
palabras, en un político es imperdonable, o al menos, denota lo malos políticos
que son.
Ellos viven de sus hechos pero
también de sus palabras, de sus discursos, de cómo explican las intenciones que
pretenden llevar a cabo y sobre todo se alimentan de los que los escuchamos y
creemos o decidimos confiar en ellos. Nadie puede confiar en alguien que dice
una barbaridad en público y luego dice que dicen que se entendió mal y entonces
tiene que salir a explicarlo. Y si ese alguien es un político o es malo o es de
bajísima calidad.
Por eso, exigirles a nuestros
políticos también es exigir que comuniquen con claridad sus reales intenciones.
Y como pueblo, ante la duda, desconfiar.
Publicado por Juani Martignone
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