Hablo, luego existo
El filósofo René Descartes en el siglo XVII llegó a la conclusión que toda la existencia del universo estaba ligada a la posibilidad de pensar ese universo, algo así como si es que lo puedo pensar, es porque realmente existe. Lo sintetizó con su máxima más conocida: “Pienso, luego existo”. Muchos vinieron después, en los siglos subsiguientes, a refutarlo asegurando que no todo lo real es solamente lo inteligible, y quizás algo de razón tenían.
La filosofía actual en nuestro
país (podría llegar a atreverme a analizarla en otros lugares pero sin vivirla
se me vuelve muy complejo) se basa en el lenguaje, toda la existencia, toda la
realidad está ligada a la idea de si podemos poner en palabras eso que sucede,
y si no sucede, forzar a ese lenguaje como credencial única de existencia.
El joven hijo de un funcionario
de gobierno que también es funcionario de gobierno, tiene el privilegio de
sentarse en la mesa tripartita diaria que da los mensajes estatales referidos a
la pandemia y elige contarnos cómo es que el gobierno tiene en agenda la
inclusión de los jóvenes de su edad. Para demostrarlo se dirige a la sociedad
diciendo: “Es clave que nosotres les jóvenes también nos cuidemos. Nadie es más
piola por no usar barbijo en la calle o por ponérselo mal. Los pibes, las pibas,
les pibis podemos ser parte de enfrentar esta pandemia”. Lo dijo, por lo tanto,
sucede. Nombró a todos (o a todes), a los que se identifican con el género
masculino, con el femenino y con el líquido, todos están incluidos en su
mensaje, por lo tanto, debemos inferir que todos están incluidos en las
políticas de Estado. Podemos pensar entonces que un chico o una chica trans que
atraviesa el colegio en este país (cuando atravesar un colegio era algo más que
tener datos en un teléfono celular) se siente contenido/a en un entorno de
padres, alumnos, docentes y prácticas institucionales para desarrollar su vida
con total libertad de ser, porque el joven funcionario Grimson nos aclaró que
les pibis son una pieza clave en la sociedad frente a la pandemia. ¿O acaso
sólo son incluidos para que sea más sencillo pedirles que sean buenos
ciudadanos y no hagan explotar el sistema sanitario del Estado? Aunque sea el
mismo Estado el que no los escucha si sus discursos no suenan como los de los
adultos, no los institucionaliza, no les puede asegurar una educación
igualitaria, los condena por el lugar en el que nacieron, los tiene sumidos en
la pobreza, no les puede brindar previsibilidades para que puedan pensar su
futuro, no les da acceso al mundo del trabajo y a los bienes materiales, no les
puede asegurar la educación en plena pandemia y durante casi medio año les
prohíbe todo lugar de socialización justamente a ellos, que por la etapa de la
vida que transitan la socialización es fundamental para forjar quienes son y
quienes pretenden ser.
¿En serio creemos que con decir
les pibis alcanza?
La mismísima Luciana Peker que
ayer desde el feminismo glitter denunciaba los males de la verdad y el amor
del patriarcado desde el mismo suplemento que te recomendaba el
telar de la abundancia, también se sentó en la mesa tripartita para
contarnos que aunque no las veamos, las políticas en relación a la equidad de
género, están. Si se pueden nombrar, claramente, entonces existen. Podemos
decir “IFE (ingreso familiar de emergencia) para empleadas de casa de
familia” y eso ya significa que $30.000 en 6 meses (medio año) van a ayudar a
esas mujeres a que sus patrones no las obliguen a ir igual a trabajar porque no
tienen dependencia económica, y además va a contemplar que la mayoría son el
único sostén de familia para que sus hijos puedan comer y educarse en un país
donde para una mujer sola es tarea sencilla. Decir que abrieron una línea de
whatapp para víctimas de violencia de género viene a sanar los casos como el de
la Sofía, la niña tucumana que vive asediada por un vecino de 71 años que violó
y embarazó a su propia hija y que este mismo Estado que dice picar en punta en
cuanto a igualdad de género, lo liberó porque consideró que era más riesgoso
tenerlo preso que libre. “Hoy tenemos ministerio” dicen refiriéndose al
ministerio de la mujer y la diversidad de género. Esa sola frase ya nos debe
hacer asumir que ya no tendremos a un presidente que en plena entrevista
televisiva y con todos los ojos puestos en él va a mainsplanear a una
periodista mujer porque no le gustó su pregunta, ni tampoco que va a buscar
armar fotos en las que al menos haya una mujer para mostrar diversidad pero a
la hora de tomar las decisiones posta lo hace con amigotes machos en un asadazo
bien heteronormativo.
¿En serio creemos que decir todas
estas frases nos hace tener el país que mejor lleva la igualdad de género?
Pero el lenguaje es tan rico y
tan complejo que de la misma manera que nos ayuda a hacer real aquello que
nombramos también no brinda la posibilidad de hacer desaparecer aquello que no
nombramos. Fue el presidente que con su tono de maestra de Gasalla pero cansina
evitó usar la palabra cuarentena en las comunicaciones oficiales y mágicamente
la cuarentena dejó de existir, según el mismo dice. Por eso, nos enseñó que si
la primera regla del lenguaje es que todo lo que dice, existe; la segunda es
que si no dice, no existe. Incluso para afirmar la no existencia usó la primera
regla y aseguro “La cuarentena no existe”. Estas simples 4 palabras dan por
sentado que la escuelas volvieron a abrir para todes les pibis, uno puede ir a
tomar una cerveza con sus amigos, festejar en su casa un cumpleaños con cuanto
pariente se le antoje, no necesita tramitar un permiso para salir a la calle a
ver a su dermatólogo porque le salió una mancha rara en su cuerpo, incluso
puede tomarse un micro de larga distancia para ir a visitar a su madre en el
interior de la provincia, o para ir a buscar a su abuela y festejarle sus 94
años en “Las violetas”.
¿En serio creemos que si no
decimos la palabra cuarentena nuestra vida volverá a ser lo que era previo a la
pandemia?
Durante los 5 años que cursé en
colegio secundario me senté en el mismo banco con un amigo que era un brasilero
radicado en la Argentina y como buen amante de la música de Caetano Veloso y la
bossa nova en general, un día le pregunté qué significaba la palabra “saudade”
porque a pesar de buscar su traducción no me explicaba bien qué significaba
realmente. Me dijo que si quería una definición exacta podría ser “extrañar” pero
que en realidad era mucho más que eso, era melancolía, distancia, una especia
de disfrute del dolor que genera eso no que vuelve o eso que está lejos, es el
sol cayendo en una playa brasilera y que tendrán que pasar muchas horas para
volver a verlo, son los recuerdos de la infancia, son los que desaparecieron,
es el bossa, son algunos lugares específicos del Brasil. En definitiva, para
poder hacer real saudade no bastaba con poder ponerle una palabra en mi idioma,
era necesario también vivirla.
Decir les pibis no implica necesariamente
entender a la juventud. Anunciar que tenemos igualdad tampoco implica
necesariamente que sea real. Dejar de decir cuarentena no va a borrar todo lo
provoca y sigue provocando el aislamiento en nosotros. Las palabras son mucho
más que un montón de letras y ortografía pronunciable, son básicamente una
construcción que se sostiene en hechos reales y concretos, como saudade. El
problema está cuando nos quieren convencer que sólo con traducirla como “te
extraño” ya nos debemos dar por satisfechos.
Publicado por Juani Martignone
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