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Mostrando entradas de septiembre, 2020

La escuela no es una pantalla

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Cuando terminó el primer trimestre de quinto grado la maestra Mabel entregó los boletines. En todas las materias me había puesto Muy satisfactorio , algo así como 8, 9 o 10, básicamente estaba en el tope de la tabla. Lo curioso fueron sus observaciones, la devolución que dio sobre mi desempeño en la escuela. No tengo en poder mi boletín, ni siquiera sé si está en mi casa familiar, pero intentaré reproducir aunque sea en concepto lo que quiso poner: “A pesar de tener un buen nivel académico debe ser más contemplativo con sus pares y docentes”. Fue como decir que nivel académico efectivamente estaba a tope de tabla pero como persona estaba en la escala más baja, todavía me faltaba mucho por aprender. Hasta el día de hoy cuando tengo algún brote de soberbia o pedantería mi madre me recuerda esas notas de ese boletín de quinto grado. Una simple nota de una maestra a la que terminé queriendo como a ninguna me enseñó, en ese quinto grado, mucho más que las regiones geográficas del país o d

Agridulce

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Recuerdo que era muy chico cuando el caso inundó las pantallas de la televisión y por ende, en la mesa de mi casa familiar, en la que todo se hablaba y se preguntaba, también llegó el nombre de Mariela Muñoz. En el año 1993, gracias a este caso, me enteré que había personas que habían nacido varones pero se identificaban con el género femenino, que había operaciones que te podían cambiar el sexo biológico, que aun habiendo nacido varón hoy podías ser mujer y madre soltera de dos niños (adoptivos, por supuesto). El mundo se empezaba a abrir como un abanico de oportunidades fascinantes en las que uno puede llegar a construirse. A la vez la realidad me pegaba un sopapo al mostrarme cómo es que el Estado trataba a la gente que osaba construir una vida fuera de los que eran considerados los cánones de normalidad. Como sucede hasta el día de hoy, el Estado decide sobre tu cuerpo, sobre tu maternidad y si no te gusta su decisión te mete preso: a Mariela Muñoz le quitaron a sus hijos y la meti

Nueva temporada de “Látigo y Billetera”

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Al inicio de la pandemia el filósofo italiano Giorgio Agamben, adorado por la izquierda internacional, advirtió que en estos tiempos en los que el terrorismo se ha agotado, las epidemias son la excusa perfecta para crear un estado de excepción y con esto atropellar todo tipo derechos y garantías, ponderando como único valor a la supervivencia. En nuestro país es bien claro: hasta el momento medio año de nuestras vidas lo vivimos en estado de excepción. Los protofascista se animan a hablar de “la nueva normalidad”, ergo, en adelante la normalidad será lo que hasta ayer era una excepción que duraría lo que dura una cuarentena: la educación sólo para quien tenga conectividad y voluntad; el movimiento por las ciudades sólo para quienes tengan vehículo propio; cada salida que no sea netamente de supervivencia deberá ser informada al Estado (como ojo de Gran Hermano que todo lo ve) en forma de permiso de circulación; y las fuerzas de seguridad se encontraran dispuestas a ejecutar ante la

Nunca les importó Santiago Maldonado

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Valeria Luiselli escribió uno de los libros del año que tituló “Desierto sonoro”, una novela que narra la historia de una familia ensamblada que se ve atravesada por el drama de los niños desparecidos en la frontera entre México y Estados Unidos en manos de las fuerzas policiales. En toda la historia los diálogos no abundan, el viaje a auto través del desierto de Arizona crea una leve pero constante tensión en los cuatro tripulantes: el silencio entre ellos dice más de los que les pasa internamente que lo que dicen efectivamente. El silencio habla, el desierto se vuelve sonoro. A veces uno habla más por sus silencios que por sus discursos. Si pensamos en niños, desapariciones, fuerzas policiales y violencia institucional, hoy, a algunos, no tantos como me gustaría, se nos viene la imagen de Facundo Astudillo Castro, esa imagen que se usó para buscarlo y que su madre posteó cuanto pudo en sus redes y nos desgarró el corazón, de nuevo, a algunos, porque es importante decir que esta vez