No soy digno de entrar en tu casa
En Mayo de 2015 estaba en Roma, mi estadía incluía seis días entre los cuales uno de ellos era un miércoles. Hacía pocos años que Jorge Bergoglio se había transformado en el Papa Francisco y su popularidad estaba por las nubes. Su austeridad, sus rebeldías, su desinterés por los lujos que habían deslumbrado a los Papas anteriores, mantenían viva la esperanza de que éste sea por fin el Papa que cumpliera con la promesa de reformar de una buena vez a la institución de la Iglesia católica, dejar las costumbres del medioevo y acercarse a la actualidad, a la gente que lo sigue. Todos los miércoles que Francisco se encontraba en Roma daba una audiencia pública a la que podía asistir cualquiera, y si te inscribías con tiempo, podías tener un lugar a metros del pontífice. Fuimos con mi novio y como habíamos hecho la reserva previa nos tocó a dos filas del Papa argentino. La ilusión estaba intacta. Como nosotros, en la plaza San Pedro, había otras parejas de gays (sólo vimos parejas de varone