Mientras miran Masterchef

Twitter argentina parece haber sufrido una regresión y el timeline se transformó en aquellos viejos tiempos del 2012 en el que todos veíamos un programa en TV de aire y twitteabamos en vivo las opiniones y sensaciones que nos dejaba. La vedette que revivió aquella vieja costumbre es el reality show culinario llamado Masterchef, y tal es así que ya casi ni importa la sobreideologización política que esa red social tenía hasta ayer, que hasta volvieron las viejos hashtag y algunos formatos de tweet que hoy suenan un poco racistas.

Como el gran seguidor que fui de “Keeping up with Kardashians”, “Meet the Osbournes” o el mismísimo “Gran Hermano” poco puedo juzgar moralmente a un reality show, por el contrario, sólo puedo decir que me encantaron y me engancharon como una droga: predecibles y chatos pero terriblemente entretenidos y adictivos. Lejos está en mis intenciones criticar de manera negativa un formato televisivo que marcó parte de mi vida, simplemente me pregunto ¿qué pasó en el mundo para que una esfera ultra politizada decida poner en primer foco un formato nada novedoso y que nada nos dejará en la posteridad? ¿Acaso no hay nada sustantivo que esté sucediendo en estos días, digno de ser hablado y discutido hasta el hartazgo como se solía hacer en Twitter? En estos tiempos donde el streaming ofrece ficciones cada vez más pulidas y más diversas como formas nuevas de literatura ¿por qué la coyuntura pasa por debatir cómo hace un pancho el Mono de Kapanga mientras Donato imposta cara de malo? ¿Fuera de las pantallas no está sucediendo nada digno de ser debatido?

Lo cierto es que hasta hace muy pocos meses la coyuntura política y social era el centro de la escena y cuando todo se empezó a oscurecer, llegó Masterchef para olvidar todos nuestros problemas con un gran tazón de helado de vainilla. En los meses de febrero, marzo y hasta quizás abril, la sociedad civil se ocupó de temas políticos debido a la cuarentena obligatoria por la pandemia. Todos apoyaron (y apoyamos) las medidas gubernamentales, las festejaron y las cumplimos a rajatablas casi en total adherencia, ya no importaba a quien se había votado, lo importante era cuidarnos entre todos y eso hicimos. Basta con ver las estadísticas que Google hace con la geolocalización de nuestros teléfonos celulares, para encontrarnos que la Argentina fue, hasta mediados de Mayo, el país que menos movilidad presentó en todo el mundo. Las redes sociales (no sólo Twitter) era el único espacio en el podíamos compartir nuestras opiniones, sensaciones y angustias, por eso se vieron volcadas en ellas una cataratas de slogans que iban desde “El Estado te cuida”, “Hay ministerio”, “Estado presente”, “Somos el país que mejor manejó la pandemia”. A medida que el tiempo iba pasando la realidad mostraba que esas frases eran sólo eso: slogans.

 

https://www.google.com/covid19/mobility/

 

Mientras miraban Masterchef y discutían si los fideos de La Claudia estaban al dente o si a La Dalma no le gustaba el dulce de leche, en Argentina las aulas permanecieron cerradas por más de 9 meses, y no hubo circulación comunitaria que lo justificara: provincias que presentaron el primer caso en agosto mantuvieron las escuelas cerradas hasta en el más inhóspito de los colegios rurales. En un mundo que tiende a la democratización de la palabra vía redes y por consecuencia, la proliferación de fake news y discursos de odio, la educación de las generaciones venideras se vuelve crucial. Mucho se habló de la escuela como el aparato que el Estado tiene para impartir educación sexual integral y evitar así la epidemia que vivimos hace de abusos intrafamiliares, madres niñas y femicidios; poco se habló de que la escuela podría haber sido esa herramienta que el Estado tiene para educar a la población sobre los cuidados y precauciones que se debe tener en medio de una pandemia, sin infundir temor, con información e incluso cómo esa institución podría haber actuado como el detonante de la detección temprana para evitar propagaciones de la misma manera que nos hacían a los chicos que íbamos al primario estatal en los 90 cuando nos encontraban piojos.

En Mayo Lancet y Nature (dos de las más prestigiosas revistas científicas a nivel mundial) publicaron los primeros papers sobre el bajísimo riesgo de mantener escuelas abiertas, y de todos los estudios posteriores que se hicieron a la fecha ninguno pudo contradecirlo, por el contrario, todos van en esa línea. Sin embargo el abogado que es nuestro ministro de educación prefiere obtener el beneficio de la duda y creer que todos los que estudiaron el problema pueden llegar a equivocarse y esperar una vacuna que aún no está claro cuándo llegará, cuanta efectividad tendrá y cuánto tiempo llevará hacerla masiva para considerar al virus controlado.

Es cierto que algunos casos la escuela funcionó de manera digital con docentes trabajando a destajo para eso suceda, pero hay que decir que esa modalidad fue aprovechada por un sector exclusivo que contó con las herramientas, la conectividad necesaria y el apoyo y soporte 24/7 que pudo darle una familia que tiene al menos a un familiar exclusivamente dedicado a los hijos. Para todos los demás implicó un esfuerzo inconmensurable que el Estado no supo acompañar, basta con ver el caso de Brian Peresón que intentó seguir las clases de forma online con la poquita señal que recibía su teléfono en el pueblo rural donde vive y aun así fue expulsado de una clase por no prender la cámara para corroborar la identidad. Al final del día la decisión política de cerrar todo sin acompañar y apuntalar la pretendida virtualidad se va a fagocitar el esfuerzo de padres, alumnos y docentes, como bien retratan todas las entidades encargadas de los derechos del niño que llaman “catástrofe educativa” al cierre de las aulas.

 

https://www.infobae.com/sociedad/2020/10/18/vive-en-un-pueblo-rural-casi-sin-internet-y-fue-expulsado-de-una-clase-virtual-de-la-facultad-por-no-tener-encendida-la-camara/

    

Debo confesar que a pesar de estar sólo hablando de TV de aire todo el día en lo que a educación respecta la sociedad civil se movió, en algunos casos, padres se organizaron para reclamar la vuelta clases presenciales y en otros, todos se unieron ante los desagradables dichos de la ministra de educación de la ciudad de Buenos Aires, que aunque comenzó describiendo un perfil del docente promedio luego indicó que una persona de bajos recursos no puede tener experiencias culturales interesantes y enriquecedoras. Enojarse con un la descripción de un perfil es en vano porque es pelearse con la realidad, indignarse con la ministra por sus frases denigrantes como si fuera una simple analista del tema y no la mismísima responsable de hacer que eso cambie, está muy bien, pero es lo más fácil que podemos hacer; porque si queremos, en dos minutos, la politóloga Acuña deja de ser ministra de educación y habrá pasado a ser una anécdota en la historia de las personas que se quisieron cargar a los docentes. En cambio, más difícil es indignarse con la decisión de cerrar un año entero las escuelas, haciendo que se caigan del sistema educativo más de un millón de niños, sobre todo los más pobres. Ese daño no será una anécdota, sino un precio caro que tendremos que pagar en el futuro, pero pocos se indignan. Los docentes cambian sus fotos de perfil en Facebook aludiendo al orgullo de ser docentes en un reclamo masivo ante los embates de una ministra irrespetuosa, sin embargo no tuvieron el mismo grado de organización e indignación cuando se cerraron sistemáticamente todas las instancias de diálogo para abrir las escuelas porque, al parecer, siempre es más indignante que te toquen el ego a que te toquen el futuro.

Para muchos de los que hoy hablan de lo hot que es el pelado Martitegui mientras reta a Vicky Xipolitakys porque no cocinó a punto la carne de un pastel de papas, es lamentable que Masterchef no haya estado al aire cuando en las redes se empezó a reclamar por la aparición con vida de Facundo Astudillo Castro. Mucho se habló de que el Estado te cuida pero poco se discutió que una de las herramientas que el Estado tiene para hacer cumplir las reglas son las fuerzas de seguridad y que en contextos represivos y sin control pueden generar desmadres como la muerte de Luis Espinoza en Tucumán o las 92 personas desaparecidas en contexto de represión policial que fueron denunciadas durante la cuarentena. Es más, las redes sociales sirvieron como vía e escrache y de denuncia para todo aquel que no acatara las reglas impuestas. La sociedad y el Estado se trasformaron en una sociedad policial ayudando a un Estado policial y las consecuencias están a la vista aunque sean fácilmente tapadas con Boy Olmi haciendo una Selva negra.

Lo bueno de tener un reality que coopte nuestra atención y capacidad de análisis es que al menos algunos pueden evadir y mirar para otro lado cuando Estados feudales que ya eran Estados policiales cometen abusos sistemáticos de los derechos humanos. A pesar de la provincia puntana que levantó taludes en sus entradas cual feudo amurallado, la violación a la circulación de emergencia o por motivos variopintos y sus correspondientes consecuencias se dio básicamente a través de la forma represiva soft de la burocracia. Todos vimos al padre de Solange Musse no poder acceder a ver a su hija por última vez antes de morir de cáncer porque el aparato represivo de Estado le exigió una documentación específica para ir a verla, pero pocos vieron a Rubén Ledesma reclamar al gobierno formoseño que le de la posibilidad de volver a su casa tras haber quedado varado en Córdoba por trabajo y ante la negativa de las autoridades de una provincia que es gobernada hace más de 30 años por la misma persona, intentó lo mismo que intentan todas las personas a las que se coartaron alguna libertad de forma ilógica en esta cuarentena y no son escuchados por quienes dicen cuidarnos: optó por la clandestinidad; intentó cruzar el rio que separa a la provincia, nadando y murió ahogado, la misma semana que el presidente de la Nación puso al gobernador de esa provincia en el olimpo de los “gobernadores ejemplares”.

 

https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/263664-un-joven-intento-ingresar-a-formosa-nadando-y-murio-ahogado-en-el-rio-bermejo-despues-de-que-le-prohibieran-la-entrada-a-la-provincia-sucesos.html

 

Para suerte de algunos, estamos en instancias finales y de repechajes en Masterchef para poder tener ocupada la atención en eso y evitar ver como la historia de Solange se repite, sólo que esta vez en otra provincia feudal como Santiago del Estero donde a una familia con su hija con un tumor en la pierna izquierda estuvieron 2 horas al sol, con calor y las moscas merodeando en la herida de la niña, esperando la autorización del intendente mandamás que define quién entra y quién no, y de nuevo el hartazgo, la indignación ante la represión y la burocracia estatal llevaron al padre a alzar a su hija en brazos y llevarla caminado 5 km para cruzar el límite de la provincia a como dé lugar. Si cambiáramos los escenarios y dijéramos que ese padre estaba en México y pretendía ingresar a Estados Unidos, probablemente todos los que eluden la realidad mirando cómo un famoso clase z saltea una cebolla, se hubieran sensibilizado, y escrito largos textos en revistas sensibles. Sin embargo cuando todo esto salí a la luz, la primera dama, a la que parece que no le encuentran un rol definido en un momento en el que hay que mostrar que las mujeres sirven para algo más que un adorno, la hacen bajar de un helicóptero vestida de hada de cuentos en una provincia pobre para inaugurar los trabajos para obtener algo tan básico como el agua potable. Podríamos compararlo con Menem hablando de naves que van a la estratosfera mientras inaugura un colegio rural sin energía eléctrica o del mito de María Antonieta que ante el reclamo de falta pan invitó a que todos coman tortas, sin embargo fue algo más que eso, logró que podamos evadir la mirada de una clara violación a los derechos humanos a un padre y su hija con cáncer. Menudo rol le consiguieron a Fabiola.

 

 

Claramente no está mal disfrutar viendo un programa pasatista y tampoco voy a juzgar a quienes los usan para evadir la realidad, sólo diré que cuando evadimos algo, luego debemos hacernos cargo de las consecuencias de haber mirado para otro lado. Direccionar la indignación no sólo nos puede salir caro en futuro sino que habla de nosotros, dime con qué te indignas y te diré que clase de persona eres. Recordemos también que podemos decir muchas cosas, repetir slogans hasta el cansancio pero muchas veces hablan más de nosotros los silencios que hacemos, los temas que omitimos, que los discursos que gritamos con vehemencia.

Mucho se ha hablado y estudiado sobre cómo la sociedad civil de los 70 alentó a que los militares tomasen el poder para arreglar el desmadre que venían haciendo las guerrillas y luego eligió mirar para otro lado cuando las violaciones de los derechos humanos se sucedían. Los gritos de torturados en la ESMA eran tapados con los gritos de los goles del Mundial 78. Hoy poco se está hablando de cómo la sociedad alentó al gobierno a tener un Estado policiaco que persiga en encarcele a quien no cumple, que encierre niños privándolos de la educación, que no permitan algo tan humano como la angustia. Hoy que empiezan a verse como vinieron violando sistemáticamente los derechos humanos durante la cuarentena muchos eligen ver a alguien por TV poniéndole una lluvia de ciboulette a un pedazo de carne que claramente está rancia.

Como sucedió en los 70, el costo de nuestras elecciones se puede pagar muy caro en el futuro.            

 

Publicado por Juani Martignone

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