Los formoseños son derechos y humanos

Fue el domingo pasado, en una charla de pileta, que me di cuenta que salvo quienes lo vivieron aquella época o a quienes nos gusta mucho la historia, poco se sabe con exactitud lo que sucedió en los tumultuosos años 70 en la Argentina. Se tiene una idea general, sesgada, descontextualizada y poco detalle del rol que jugaron los actores actuales en ese momento. De la misma manera que se nos enseñó la Revolución de Mayo como un cuento infantil de buenos y malos, nos enseñaron a repudiar a la última dictadura y venerar a “héroes” de dudosos prontuarios. Para ser justos, la historia contada de este modo simple y maniqueo sirve para algo muy importante: La Revolución de Mayo se debe festejar y la última dictadura militar (en realidad, todas, pero la última fue particularmente sangrienta) se debe repudiar. Salvo que estemos en el colegio primario, o en las videollamadas que quedan de él, quienes somos adultos y pretendemos intervenir en el discurso público evocando nuestros logros y fracasos en la historia, tenemos la obligación de ser precisos, informados y contextualizados.

Con lo sucedido esta última semana y viendo con indignación la última conferencia de prensa del secretario de derechos humanos, Horacio Pietragalla, twiteé con bronca: “En Formosa son derechos y humanos”. La respuesta que recibí fueron insultos de militantes macristas por considerar que estaba defendiendo el gobierno feudal y fascista de Gildo Insfrán. En efecto, confirmé que poco se sabe de la historia argentina de los años 70.

Fue durante el exitoso mundial de fútbol de 1978. Además de traer un resultado positivo para el equipo argentino y aprovecharse para mostrar al mundo la imagen de un país con fastuosos estadios de hormigón armado, autopistas del siglo XXI y una organización alemana, las agrupaciones de derechos humanos, entre las que estaban las Madres de Plaza de Mayo, encontraron la oportunidad justa para elevar su reclamo no escuchado por las autoridades, ahora ante los ojos del mundo. Eso, más la presión que hacían sobrevivientes desde el exterior, la Unión Europea y el presidente de EUA Jimmy Carter, dio como resultado que en el año 1979 la CIDH (Comisión interamericana de derechos humanos de la OEA) visite nuestro país en una misión destinada a comprobar si, las un poco de más de mil denuncias que se habían hecho, tenían asidero. Se fueron con más de 5000 denuncias y por primera vez pudieron darles voz y entidad a todas las víctimas. La lucha que vino después y los resultados posteriores fueron, en gran parte, porque por primera vez una entidad de derechos humanos tomó en serio a las víctimas, las escuchó e inició una investigación independientemente del poder de turno y sin sucumbir en él.

Previo a la visita de la CIDH, y a sabiendas de que esto sucedería, el gobierno nacional liderado por el comandante en jefe, Jorge Rafael Videla, lanzó una campaña de la que se acusó a la clase media de generarla espontáneamente pero está bien comprobado que fue pagada por fondos públicos, en la que sobre una bandera argentina rezaba el lema “Los argentinos somos derechos y humanos”. Campaña que se encargó de llenar de calcomanías la ciudad con esa imagen también intentó esconder todo vestigio sospechoso que pueda dar a entender que en nuestro país se violaban los derechos humanos, por el contrario, la propaganda apuntaba a dar la idea de que éramos ciudadanos rectos, derechos, que respetábamos las reglas impuestas por el gobierno para acabar con la guerrilla de la forma más “humana” posible. Claramente no funcionó porque el informe de la CIDH fue lapidario, la dictadura con los años cayó y la Argentina fue el único país del mundo que condenó a los responsables de haber cometido crímenes de lesa humanidad apenas dejaron el poder y con el poder de fuego vigente.

 


Hace casi unos 20 años Néstor Kirchner dijo en un discurso en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada que había funcionado como centro clandestino de detención y tortura) que venía a pedir perdón en nombre del Estado por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la última dictadura militar y con eso, como dijo Beatriz Sarlo, ganó la batalla cultural. Todas las generaciones que tomaron conciencia con y después de ese discurso creen que en este país el tema de los derechos humanos es una bandera que sólo izó el peronismo, y se equivocan. La historia es tan cruel que basta con revisarla para refutar los relatos que pretenden vendernos.

En el año 1975, en pleno gobierno peronista, la Asamblea permanente por los derechos humanos (APDH) fue la primera organización creada en Argentina para hacerle frente a los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el Estado, cuyo motivo de origen fue el rechazo a la creación de la organización estatal llamada Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) creada por Perón para combatir la guerrilla y que tiene la triste marca de haber dejado los primeros desaparecidos de la época, en plena democracia. Esta asamblea fue fundada por personalidades como Raúl Alfonsín (que luego sería presidente), Oscar Alende, la maravillosa Alicia Moreau de Justo y Alfredo Bravo, entre otros, o sea, radicales y socialistas. En 1980 Adolfo Pérez Esquivel gana el premio Nobel de la Paz (uno de los 5 argentinos en ganarlo y el segundo en ganarlo por la Paz) por haber creado años antes el Servicio de Paz y Justicia América Latina para bregar por los derechos humanos de las personas en forma no violenta a diferencia de las guerrillas. En 1985 fue llevado a cabo el Juicio a las Juntas que enjuició con un tribunal civil y metió preso a todos los que habían desaparecido, torturado y matado. Este juicio cumplía con la promesa de campaña de Raúl Alfonsín cuyo partido, el partido radical, fue el único que prometió luchar para hacer justicia por los crímenes perpetrados en la última dictadura y tal fue así que también enjuició y apresó a los líderes de las agrupaciones guerrilleras.

Es cierto que la dictadura le quitaba la palabra a la gente, no es cierto que en ese momento nadie hablaba de derechos humanos, que nadie reclamaba, que nadie levantaba la voz para que sus gritos se oyeran. No es cierto que hubo que esperar hasta el 2003 para que el Estado venga a reparar lo que las dictaduras hicieron. No es cierto que el peronismo llevó siempre como bandera los derechos humanos, por el contrario, salvo por el kirchnerismo, el peronismo siempre se encontró en la vereda opuesta. La creación de la Triple A por Perón, la negativa del justicialismo a participar de la CONADEP (Comisión Nacional por la desaparición de personas), la propuesta del partido en las elecciones de la vuelta de la democracia para que los militares tengan la autoamnistía (algo así como que a Videla lo juzguen otros militares y lo perdonen) y el indulto masivo de Carlos Menem que dejó sin efecto todos los resultados que había conseguido Alfonsín con el Juicio a las Juntas. Si, a Videla lo metieron preso los radicales, los peronistas lo liberaron y después volvieron los peronistas como si nada hubiera sucedido y lo volvieron a meter preso asegurando que eran los primeros en intervenir en el tema. De locos. El flagelo de tener memoria de corto plazo.

Puede que no sepamos de historia, puede que nos la enseñen de forma infantilizada, puede que muchos historiadores en la actualidad colaboren con infantilizar la historia, o bien, puede que no nos interese. Pero la clave de conocer nuestra historia es tener una herramienta para no volver a repetirla, o de que ciertas actitudes que se toman en el presente nos hagan activar las alarmas de que algo puede estar repitiéndose.

Las denuncias que se hacen respecto de la violación de los derechos humanos en la provincia de Formosa deberían ser la alarma que en los 70 prendieron las Madres de Plaza de Mayo y muchos la minimizaron creyendo que estaban locas. Sólo que esta vez hay algunas diferencias: estamos en democracia y lo que se denuncia no debe suceder aun si hubiera una invasión alienígena; estamos hiperconectados y en nuestras manos tenemos un aparato de difusión masiva en tiempo real, todos vimos en la redes videos tomados con celulares de gente que fue metida presa por no llevar consigo DNI y aun llevándolo y aun con barbijo y aun simplemente caminado; La Corte Suprema de Justicia tomó cartas en el asunto y falló a favor de 8500 personas (si, ocho mil quinientas personas) que quedaron varadas fuera de la provincia de Formosa; y por último, quien debe vigilar es alguien afín al gobernador feudal de la provincia, o sea que hace las veces de juez y parte.

Mario Rubén Ledesma debió viajar a la provincia de Córdoba para tomar un trabajo eventual porque en la provincia en la que vivía y tenía su familia, Formosa, no encontraba trabajo. El decreto que imponía la cuarentena estricta lo agarró fuera de su casa, desde ese momento, en marzo, hasta el 7 de octubre pidió a la autoridades formoseñas que le habiliten la posibilidad de volver a su casa a ver su hija. Cansado de negativas por la situación epidemiológica decidió cruzar la frontera de la provincia por el río Bermejo, murió ahogado. El jefe de gabinete de Gildo Infrán recién se refirió en el día de ayer al tema consultado en una entrevista radial por Ernesto Tenembaum. Dijo que Ledesma no tenía domicilio en Formosa y que nunca avisó que tenía una hija. Algo así como que el Estado te cuida pero también te acusa de idiota cuando las cosas salen mal, basta con ver la explicación de por qué somos el país que hizo más cuarentena y peores resultados tiene.

Las denuncias van desde personas que fueron detenidas por no tener permiso mientras circulaban por la calle, personas que no las dejaron volver a sus casas en 8 meses hasta no haber un fallo de la Corte Suprema, y personas obligadas a residir en un centro de aislamiento por posible contagio. Los denunciantes dicen que cuando avisan que tienen fiebre o algún otro síntoma pero al menos uno, la policía se apersona en la casa y se lleva de prepo a quien tiene el síntoma y a toda la familia, para dejarla en un centro de aislamiento donde deben hacer la cuarentena con otros que están en la misma condición. Sólo teniendo 4 hisopados negativos pueden retirarse del lugar. Hay personas que sin síntomas han estado 35 días en esos centros esperando que su cuarto resultado sea negativo. En esos lugares se denuncia hacinamiento, comida de mala calidad e insuficiente, contagio cruzados y hasta madres que dieron a luz en esos predios y se les quitó el bebé hasta tener los famosos 4 hisopados negativos que disponen las autoridades sanitarias de la provincia sin sustento científico. La tortura no siempre se da con picanas.

Aunque muchos venimos siguiendo hace meses lo allí sucede, el escándalo se desató cuando dos concejales mujeres decidieron reclamar estas anomalías y entonces se le dio el condimento básico de toda dictadura: la detención arbitraria de personas con fueros que se oponen al régimen impuesto. Podemos decir que Formosa es igualitaria en el sentido de que detienen arbitrariamente a cualquier persona sea cual fuere su posición, sólo basta con estar en contra de lo que dice el señor Gildo. Solo este hecho bastó para que el mismo partido que bregó por los derechos humanos durante la dictadura militar, el radicalismo (el PRO no era ni un espermatozoide de un Macri que ni siquiera había terminado la secundaria), haga el reclamo suficiente y sea escuchado por las autoridades nacionales.

El secretario de derechos humanos, Horacio Pietragalla Corti, hijo de desaparecido restituido por Abuelas de Plaza de Mayo en el año 2003, debió visitar la provincia ante los reclamos pero con resultados bastante contrarios a los que obtuvo la CIDH en 1979. Justificó toda la política de Gildo Insfrán, dando por consecuencia, como falsas todas las denuncias realizadas. De la misma manera que el ministro de educación, respondió como un sanitarista: “la excepción”, “la pandemia”, “gobernar lo desconocido”, no hablo de derechos humanos. Más bien si habló, dijo que era un chiste creer que se estaban violando derechos humanos. Un chiste. La diferencia con la CIDH es que la comisión que llegó a nuestro país pensaba que las denuncias podían ser falsas pero nunca graciosas, cuando alguien denuncia la violación a los derechos humanos no es gracioso ni en Auschwitz ni en la Mansión Seré.

 


Dos días le bastaron a Pietragalla para determinar que nada sucedía. Se negó a tomar la denuncias de la gente que se le acercó en su recorrida tal como lo habían hecho las organizaciones de derechos humanos en el 79 con la CIDH lo cual les dio 4000 motivos más para estudiar, y al ser consultado dijo que la gente que está en los centros de aislamiento tiene aire acondicionado y comida. Se deben quejar de llenos. Dijo también que no hay nada clandestino ni sistemático respondiendo a comentarios de algún gordo savora que desde su sillón en Twitter puso que hay centros clandestinos de detención y un plan sistemático. Claro que no es clandestino porque lo hace el mismo Estado a la vista de todos y sin poder emitir objeción y tampoco es sistemático sino que es súper arbitrario. Ante los videos y denuncias de una campaña de limpieza de gente de los centros unos días antes de su llegada, tal como hizo la dictadura en 79, respondió que justo les habían dado el alta a todos. Se refería a 300 personas en un solo día, en un solo centro. Acusó a la oposición y a los medios de comunicación de armar una campaña en contra del pobre Gildo quizás por envidia de que Formosa sólo tiene 10 muertos por coronavirus, se olvidó que Amnistía Internacional hizo una denuncia respecto del tema y Human Right Watch viene advirtiendo desde noviembre que los derechos humanos están siendo vejados con la excusa de la pandemia, se olvidó que el sobreviviente de Auschwitz y también colaborador luego de Amnistía Internacional, Primo Levi, dijo que para ocultar la tortura basta con decir que no sucede nada.

La efectividad de la política sanitaria no puede dejar de medirse sin tener en cuenta estas denuncias, sería como decir que el Proceso de Reorganización Nacional fue efectivo en la lucha de la guerrilla urbana. En ambos casos alguien que brega por los derechos humanos debe preguntarse “¿A qué costo?”. Pero ya sabemos que al peronismo le gusta la autoamnistía y entre amigos se perdonan todo.

Formosa es una provincia que viene siendo gobernada por la misma persona durante 26 años (si, votado por la gente pero les recuerdo a los adoradores del populismo que a la Reina Elizabeth II los ingleses la adoran y la elegirían si pudieran, eso no quita el imperialismo); la mitad de su población está bajo la línea de la pobreza desde los años 90 y de los que tienen empleo registrado; el 60% son empleados estatales (los puntos de coparticipación que le faltan a Axel Kicillof están ahí, no hay indicio más claro); está multidenunciada por maltrato a los pueblos originarios; es la segunda provincia con el índice más alto de analfabetismo y la más atrasada en infraestructura. Aun así los formoseños no son ignorantes. Acudir a que la cultura del provinciano es de no entender las políticas sanitarias y que por eso hay que obligarlos, es menospreciarlos. Y eso también hizo el secretario de derechos humanos de la Nación.

Desde que el kirchnerato trajo la discusión de los 70 de nuevo a la palestra, mucho se luchó para que al título “dictadura militar” se le agregase la palabra “cívico” quedando “dictadura cívico militar” para darnos así una idea de cómo la sociedad civil de aquella época fue cómplice o ajena por elección a lo que sucedía.

Escribo estas líneas con las tripas revueltas. Sinceramente no sé cómo será calificada la gestión de la pandemia a cargo del gobierno porque es muy difícil saberlo en algo que cambia a diario, lo que sí sé es que debería ser recordado como el momento de la democracia en el que más se violaron los derechos humanos con el encubrimientos de los aliados políticos que nos gobiernan y con la complicidad y la enajenación voluntaria de quienes los votaron.

Porque de la misma forma que les gusta la autoamnistía, detestan la autocrítica.

 

Publicado por Juani Martignone

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