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Mostrando entradas de enero, 2022

Malos deudores

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Era casi octubre de 2013 y yo me estaba bajando de un avión que venía de Nueva York. Me había ido solo a festejar mi cumpleaños lejos de todo el mundo. Fue un viaje duro desde el principio porque además de que me cierren la puerta en la cara del avión de ida, lo que llevó a que tome un vuelo horas más tardes y terminar pasando mi cumpleaños entre Perú y en un avión con 3 pisco sour encima, los días previos a embarcar fueron de angustia e incertidumbre. Por aquel momento el cepo al dólar impuesto en el gobierno de Cristina Kirchner implicaba que si uno debía viajar al exterior y necesitaba hacerse de dólares para su viaje, como era mi caso, debía inscribirse 5 días de la fecha de partida en la AFIP, presentar el pasaje como prueba de que el viaje era real y una especie de tómbola estatal, de la que nadie en toda la sucursal de AFIP de la calle Luis María Campos supo explicarme la lógica, decidía si podías o no comprar dólares para llevar a tu viaje. En ese entonces yo pagaba el impues

Romantizar la pobreza

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Hace poco tiempo terminé de leer el clásico de Víctor Hugo del siglo XIX: Les miserables. La novela surfea entre la idea del bien y el mal en el contexto de pobreza de la época. Cuanto menos posibilidades hay, cuando la desigualdad es atroz, cuando la pobreza se invisibiliza, la línea entre lo que está bien y lo que está mal empieza a esfumarse. Cuando la necesidad golpea, prostituirse no está mal, robar no está mal, incluso robarle al que te ayuda con casa y comida, tampoco está tan mal. Por supuesto también encontramos personajes como los Thénardier que roban de avaros que son, de maldad intrínseca, pero también encontramos a aquellos que sucumben entre las mieles del mal simplemente por efecto contagio, o a modo de reacción de un ley que los castiga cruelmente solamente por verles la cara de pobres. Aun así, este clásico, que hasta que se ha convertido en un musical, se centra en una historia de redención: el protagonista, Jean Valjean, va a salir de la pobreza transformándose en un

Mal, pero acostumbrados

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En estos días de calor extremo, la pregunta casi obligada en oficinas, ascensores o en charlas con amigos, era si tenían luz. Una pregunta cuya respuesta esperable era la negativa, y que en caso de aún tener energía eléctrica nos desprendía un suspiro de alivio y un agradecimiento a algo superior “Qué suerte que no se te cortó”. En estos días de calor extremo, tener luz en nuestras casas es una cuestión de suerte. Que afuera haga 43 grados de temperatura y no tener siquiera para poder enchufar un ventilador, que toda la comida se te pudra en segundos, que tengas que subir doce pisos por escalera, que no puedas trabajar o tener que buscar algún bar con luz para que te permitan cargar tu teléfono para sobrevivir al menos conectado y dar aviso si te estás muriendo del golpe de calor, realmente enoja y enoja mucho. Los argentinos tenemos el indignómetro con baja tolerancia: ante un problema, por más pequeño que sea, nos indignamos. El tema es qué hacemos con esa indignación, cómo la cana

Lo que el covid nos dejó

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Tengo tres dosis de vacuna de covid aplicadas y aun así tuve covid ¿es eso posible? Perfectamente. Parece una obviedad, pero a vista de la reacciones en esta última ola, es necesario volver a aclarar. Partiendo del mismo punto podemos ver lo siguiente: Argentina (todo Latinoamérica, pero Argentina en especial) es uno de los países con más porcentaje de población vacunada del mundo, incluso más que Europa; CABA una de las ciudades más populosas del país tiene al 87% de su población mayor de 3 años con el esquema completo de vacunación (primera y segunda dosis) y en todo el país se está llegando al 70%, aun así hoy figura entre los países en los que más casos de covid positivo registra ¿es eso posible? Perfectamente. De los diez días decretados de reposo y aislamiento decretados por el médico que me siguió, sólo tres tuve fiebre que gradualmente fue bajando, los siete días restantes los pasé con dolores de cabeza, congestión y un poco de dolor de garganta; nunca perdí el olfato y el gu