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Mostrando entradas de agosto, 2024

Rulos retóricos y de estatua

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Fogwill solía decir que la gente no sabe lo que hace, no dice lo que sabe y jamás hace lo que dice. La disforia de clase y la construcción floja de las ideologías personales que solemos tener los argentinos, siempre ocupó las líneas de los ensayos de quienes se atreven a pensar el circo en el que vivimos que se dice llamar país. La formación de una ideología, a diferencia de lo que se cree habitualmente, es una tarea trabajosa y de construcción lenta, que no siempre es tan clara y tan convencida como se suele vociferar. Solemos adjudicarnos alguna ideología al tocar algo de oído que nos golpeó la cabeza, pero, como decía Fogwill, luego hay que poder sostenerlo en los hechos. El camino más usado, y más sencillo también, es tomar una ideología de la góndola de las ideologías, por lo general, una de las más promocionadas por algún personaje de cierta fama, para construir la propia personalidad: uno es, o debe ser, acorde a lo que piensa; a lo dice que piensa; a lo que aspira a pensar; a

Cómo destruir al feminismo en diez días

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Después de que el kirchnerismo, en el 2010, se anotara como un poroto propio la sanción de la ley de matrimonio igualitario, hordas de putos y tortas y todas las diversidades bajo la bandera arcoíris volcaron su devoción irrestricta a la señora de Kirchner y todo lo que ella proponga; incluso consiguió la fidelidad de aquellos que, dos días antes de ese frío 10 de Julio, la odiaba o no la junaban. Como pasó, y sigue pasando, con todas las banderas que el kirchnerismo apropia, para la opinión pública los únicos que defienden, amplían y tienen derecho a hablar en nombre de la diversidad son los kirchneristas; “no se puede ser puto y derecha” nos decían a los que adheríamos orgánicamente, asumiendo de manera ramplona, nuestra ideología. Por eso, de manera fácil y rápida, se dijo que todos los putos éramos kirchneristas porque debíamos serlo. A la mayoría no me costó convencerlos de mí no adhesión política al movimiento de retórica montonera que le dio una pátina de progresismo blanco y

Una que sabíamos todos

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Caledon Nathan Hockley no había construido el Titanic, estaba ahí, en la cubierta, en sus salones fancy, halagando de forma casi lasciva a los que lo habían construido, al nivel de ubicar a su prometida Rose Dawson (en ese momento todavía no era Dawson, así se llamaría cuando su difunto amor Jack muriera en el frío mar de norte para que ella sobreviviera a la tragedia), por osar poner en cuestión a un barco. Cuando el agua gélida entraba a borbotones en la grieta del transatlántico haciéndolo hundir cada vez más rápido, Caledon Hockley desconoció su pasado apenas reciente de loas; se subió a un bote salvavidas con cualquier excusa y se salvó dejando atrás su fascinación. Esta actitud que nos dejó el cine, nos recuerda cuán ruines podemos ser los seres humanos en pos de sobrevivir. El ex presidente Alberto Fernández tenía una guitarra en la que sonaban clásicos de Litto Nebbia, un collie de pelo largo y rubio, una mujer joven, también muy rubia, y un hije de género fluido que era la s

Libertarios copan el espacio público

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Entre las particularidades que definen a nuestro país como una anomalía, una rareza, se encuentran con un rol especialmente activo los fervientes defensores de lo público (espacios, servicios, consumos) que, a su vez, no han pisado un espacio público ni por equivocación. La inteligencia que supieron conseguir estos personajes la ponen a disposición de crear rulos retóricos que justifiquen por qué a pesar de reclamar más kilómetros de subte, usan el auto para hacer dos cuadras (contradiciendo también el discurso ambiental que siempre esgrimen), o por qué si cuelgan el cartel de la educación pública si envían a sus hijos a cualquier escuela privada (la que sea, aún una confesional aunque repudien a la iglesia metiéndose en las obligaciones estatales) o por qué a pesar de taladrarnos con el consumo de la empresas públicas, luego cargan nafta o sacan un pasaje de avión con la empresa que mejor precio ofrece sin importar que sea pública o privada, básicamente como lo hace cualquier otra per