Rulos retóricos y de estatua
Fogwill solía decir que la gente no sabe lo que hace, no dice lo que sabe y jamás hace lo que dice. La disforia de clase y la construcción floja de las ideologías personales que solemos tener los argentinos, siempre ocupó las líneas de los ensayos de quienes se atreven a pensar el circo en el que vivimos que se dice llamar país. La formación de una ideología, a diferencia de lo que se cree habitualmente, es una tarea trabajosa y de construcción lenta, que no siempre es tan clara y tan convencida como se suele vociferar. Solemos adjudicarnos alguna ideología al tocar algo de oído que nos golpeó la cabeza, pero, como decía Fogwill, luego hay que poder sostenerlo en los hechos. El camino más usado, y más sencillo también, es tomar una ideología de la góndola de las ideologías, por lo general, una de las más promocionadas por algún personaje de cierta fama, para construir la propia personalidad: uno es, o debe ser, acorde a lo que piensa; a lo dice que piensa; a lo que aspira a pensar; a