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Mostrando entradas de enero, 2021

Los formoseños son derechos y humanos

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Fue el domingo pasado, en una charla de pileta, que me di cuenta que salvo quienes lo vivieron aquella época o a quienes nos gusta mucho la historia, poco se sabe con exactitud lo que sucedió en los tumultuosos años 70 en la Argentina. Se tiene una idea general, sesgada, descontextualizada y poco detalle del rol que jugaron los actores actuales en ese momento. De la misma manera que se nos enseñó la Revolución de Mayo como un cuento infantil de buenos y malos, nos enseñaron a repudiar a la última dictadura y venerar a “héroes” de dudosos prontuarios. Para ser justos, la historia contada de este modo simple y maniqueo sirve para algo muy importante: La Revolución de Mayo se debe festejar y la última dictadura militar (en realidad, todas, pero la última fue particularmente sangrienta) se debe repudiar. Salvo que estemos en el colegio primario, o en las videollamadas que quedan de él, quienes somos adultos y pretendemos intervenir en el discurso público evocando nuestros logros y fracas

Soy lo que soy, y eso no basta

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Nací en un pueblo con título de ciudad a casi 200 kilómetros de la Casa Rosada, que por sus características, formas de moverse y manifestarse es básicamente un pueblo. Me crié allí donde todos se conocían con todos; si caías enfermo, tenías un solo hospital que te curase; todo los que conocía iban a la misma iglesia; caminaba un par de cuadras para ir al colegio; mis amigos me pasaban a buscar en bici todos los días después de comer y andábamos vagando solos hasta la noche por la vera del río o investigando fábricas abandonadas; cuando me egresé del secundario, todos los egresados de ese año fuimos a una única fiesta para el pueblo entero nos viera; salíamos a un solo boliche; dar una vuelta al centro para ver quien andaba podía ser el plan de todo el día; y en ese momento podía decir casi con precisión, nombre, apellido, escuela y dónde vivía, de quienes creía que eran casi todas las personas de Arrecifes.   Molino harinero a la vera del río Arrecifes, abandonado desde que recuerd

No silenciar, enfrentar

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Desde que asumió la presidencia, Donald Trump se negó a usar la cuenta oficial de Twitter @POTUS (President of the United States), siempre se dirigió a sus seguidores a través de su cuenta personal @TheRealDonaldTrump por lo que podría decirse que desde allí se manifestó como un ciudadano y no como el presidente de los Estados Unidos. Esa sola sutil diferencia se vuelve una jugada maestra muy bien pensada que hoy podría servirle de coartada para el impeachment que enfrenta. Pero lo curioso no es la perspicacia que tuvo el excéntrico millonario que presidirá hasta el martes al país más poderoso del mundo para prever que sus picantes e infundados comentarios podrían traerle un problema legal a futuro, sino como reaccionaron los otros millonarios poderosos, los dueños de Silicon Valley, que arrancó con Jack Dorsey (CEO de Twitter) y siguió con el conglomerado Facebook (Facebool, Instagram, Whatsapp) y hasta Snapchat, Tik Tok, Twitch, Google, Andriod y Apple: todos le suspendieron de for

Privilegios de casta

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El primer ministro Lars Hesselboe paga una compra personal (irrisoria a efectos prácticos) con la tarjeta del Estado y eso marca el principio de lo que sería la caída de su gobierno ante una sociedad danesa que no puede admitir que se use el dinero público en cuestiones personales porque considera que el Estado no es la propiedad del político de turno, sino de la ciudadanía y justamente ellos, los políticos, son sus servidores y quienes deben rendir cuentas a la sociedad que representan. Con estas primeras escenas arranca la formidable serie “Borgen” que hoy se encuentra en Netflix y que cuenta los entretelones de la política parlamentaria que bien podría trasladarse a nuestro país para repensar, en base a un ideal, cómo queremos que funcione nuestra política local. En Argentina se dice que los políticos son una clase social distinta: la clase política. Para ellos corren unas reglas distintas de las que corren para la sociedad pero que, a diferencia de la serie danesa, no son para b

La culpa no es del 2020

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Como nunca antes, en este fin de año, las redes sociales se plagaron de reflexiones sobre el 2020 y deseos de buenos augurios para el 2021. Esto nos da una pauta: el 2020 dolió. El surgimiento de la pandemia en el mundo claramente generó un quiebre en nuestras vidas y en la forma en la que la veníamos llevando, por eso cualquier cosa que surgiera como muerte de un famoso, o algún desastre natural o accidente fatal, hizo que en seguida posemos los ojos sobre este año que sólo tenía para darnos malas noticias. Quizás la pandemia (además de haber matado al 0,1% de la población argentina) nos mal predispuso, porque si sacamos al virus del año que pasó, todo lo que sucedió fue lo mismo que sucede todos años. Estar encerrado en casa más atento a las noticias y durante tanto tiempo (algunos todavía no han vuelto a sus trabajos) nos levantó los niveles de sensibilidad e irritabilidad al punto de creer que todo estuvo destinado a la desgracia por un año que está maldito. Buscar culpables es n