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Mostrando entradas de abril, 2022

Yo te creía hermana

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Era plena era del me too , en el que las actrices de Hollywood iban todas vestidas de negro a la entrega de los Oscars para demostrar la desigualdad, en el que todos los días aparecía una nueva denuncia de una mujer que había sufrido un abuso por parte de un hombre famoso o exitoso. Tiempos en los que Netflix borraba para siempre su serie insignia, la que le dio el sonido inicial cuando aparece esa “N” que extiende, House of cards , porque Kevin Spacey había recibido muchas denuncias de abuso, de muchas y variopintas mujeres. Lejos y recluidos quedaron los planteos de excesos extremistas que hicieron las feministas francesas, lideradas por personalidades como la escritora Virgine Despentes (“La teoría King Kong”) y la actriz Catherine Deneuve, quien acompaño personalmente a Simone de Beauvoir a la editorial para que su fama la ayude a no que no le rechacen la publicación del libro “El segundo sexo”. Vivíamos un época en la que había que denunciar al macho opresor, toda situación, todo

La ley y la trampa

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En febrero el trapero y streamer Lit Killah reversionó una vieja canción del folklorista Chaqueo Palavecino llamada “La ley y la trampa”, sólo que ahora, curiosamente o no tanto, se llama “La trampa es ley”. La canción además de ser un éxito, rescata el espíritu de la original: la idea de que hay una ley reinante, pero la tentación los lleva a hacer trampas. El Chaqueño dirá que fijó las reglas, que las hizo ley, pero al morder la manzana, clara referencia bíblica, cayó en la tentación y no se dio cuenta que evitando la ley caería en la trampa. Lit Killah agregará que ahora que cayó en la tentación no puede salir de esa adicción, la de vivir haciendo trampa, naturalmente. Ambos dicen y recalcan que el mundo está lleno de puras leyes y puras trampas.     La trampa, la viveza criolla, están en el ADN argentino ya desde el Martín Fierro, y lejos de seguir criticándola o de repudiarla, se la pondera. Un tramposo es un vivo, alguien inteligente, alguien a quien festejar y por qué no,

Se embarazan por un plan

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Las declaraciones del jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, sobre la asignación universal por hijo dejan expuesto a la luz una idea bastante asentada en nuestra sociedad y que es errónea y básicamente suelen resolverla, quienes la proponen, con el axioma: se embarazan para cobrar un plan. Mucho podría decirse de cuánto significan hoy $6000 en esta economía, con esta inflación, pero asumo que los lectores sabrán hacer cuentas simples. Cuando alguien dice que una mujer se embaraza por un plan sería como decir que cuando alguien se jubila vive una buena vida sin trabajar, cuando bien sabemos que una jubilación ni siquiera alcanza para la subsistencia.   El primer mito a derribar es que la asignación universal por hijo no es un plan social, no es un bono que cobran sólo los más desprotegidos o quienes están en emergencia sino que, de una u otra forma, lo cobra toda la población, o al menos así debería serlo porque ese es su espíritu universal; la cor

Niño, que eso no se dice, eso no hace, eso no se toca

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De mi infancia recuerdo a mi mamá en la cocina escuchando a Magdalena tempranísimo y algunas canciones de Serrat, otras de Valeria Lynch. Fue en esos principios de los 80, a sus casi 40 años, que Joan Manuel Serrat irrumpió con una canción de la que me daba la impresión que se escuchaba en todos los hogares argentinos como se escuchaba en el mío. Algunas frases de “Esos locos bajitos”, en casa, se usaban como un mantra del mismo modo que algunos pasajes del Martín Fierro. Fue con el tiempo que entendí que cuando Serrat decía “Niño, que eso no se dice, eso no hace, eso no se toca” estaba siendo irónico. Fue cuando estudié el Mayo Francés y pude entender que un joven Joan Manuel había sido influenciado por ese movimiento que versaba el “Prohibido prohibir” (cuya canción homónima también sonaba en mi infancia de la mano de Sandra Mihanovich) y entonces lo plasmaba en una canción en la cual se quejaba de la educación que había recibido su generación en la que se les prohibía decir, tocar

Nacionalismo barato y filosofía de goma

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Hace cuarenta años mi mamá estaba embarazada de mí y la Argentina iniciaba una guerra con una potencia mundial por un archipiélago porque unas cuestiones técnicas le decían que le correspondían. Siempre consideré que de todas las discusiones que hay en este país, la más estéril es la que quiere resolver de quien son las Malvinas. Por dos motivos: el primero que niega que esa tierra le pertenece a los que viven allí, trabajan allí, mueren allí y dejan su descendencia allí, adoren a la bandera que adoren; segundo porque la discusión obtura uno de los hechos más dramáticos y a la vez más icónicos de la última dictadura como lo fue una guerra en la que murieron 600 argentinos, en su mayoría jóvenes inexpertos en la materia. Paradójicamente para mí, la discusión sobre de quien son las Malvinas es de las pocas en las que los argentinos no se dividen en grietas insalvables: la mayoría cree que son argentinas, que nos corresponden, que tenemos derechos sobre ellas. De alguna forma los argentin